No obstante, la conversación derivó hacia la guerra. Alguien recordó la Navidad de 1944, cinco años antes, cuando cada alemán se enorgullecía en la ofensiva de Ardenas y como en la antigüedad, los vencidos perseguían a los vencedores. Recordaban cómo, en esa víspera de Navidad, Alemania había escuchado a Goebbels.
Rubin, tirando de las cerdas de su barba negra e hirsuta, lo confirmaba. Él recordaba ese discurso, había sido efectivo, Goebbels había hablado con profunda angustia, como si hubiese asumido personalmente las cargas que oprimían a Alemania. Posiblemente presentía ya su propio fin.
En un esfuerzo por decirle algo, lo más irritante posible a Rubin, Zimmel declaró que habían habido cientos de inflamados oradores por todo el Reich. Sería interesante saber —agregó—, por qué los bolcheviques preferían leer solamente esos discursos, que estaban preparados y aprobados de antemano.
La acusación era aun más hiriente por el hecho de ser justa. Y uno en realidad no podía explicar las razones históricas á este enemigo y asesino. Rubin experimentó hacia Zimmel una creciente repulsión. Lo recordó cómo había llegado a la
Max, alarmado, se apresuró a disipar el conflicto que se avecinaba. Contó que bajo la tutela de Lev, ya podía leer a Pushkin en ruso, sílaba tras sílaba. Preguntó a Reinhold ¿por qué había comido torta sin crema batida? Y a Lev ¿dónde había estado esa víspera de Navidad?
Reinhold se sirvió crema batida y Lev relató que había estado en su
Y, mientras los cinco alemanes recordaban su desgarrada y pisoteada Alemania, adornándola con los más brillantes colores de su alma, Rubín también recordó de pronto la cabeza de puente de Narew y la selva mojada alrededor del lago Ilmen.
Las lamparitas coloreadas se reflejaban en los cálidos ojos humanos.
Se le preguntó a Rubin acerca de las últimas noticias, pero tuvo vergüenza de contar lo que había sucedido en diciembre. Después de todo, no podría comportarse como un informador apolítico y abandonar la esperanza de reeducar esta gente. Y no podía tratar de explicarles que en esta era compleja, la verdad socialista progresa en curvas y en forma distorsionada. Por eso había que seleccionar para ellos y la historia, (como él subconscientemente seleccionaba para sí) solamente esos acontecimientos corrientes que indicaban el camino principal, dejando de lado aquello que puede oscurecerlo.
Pero ese especial diciembre, aparte de las conversaciones soviético chinas, que habían estado arrastrándose, y del setenta aniversario del Líder del Pueblo, nada positivo había ocurrido.
Y contarle a los alemanes sobre el juicio de Traicho Kostov donde toda la farsa del tribunal había sido una grosera comedia, donde a los corresponsales se les había entregado, a las cansadas, una confesión escrita falsa y atribuida a Kostov, hubiese sido vergonzoso y de muy poco hubiera servido para fines de adoctrinamiento.
Entonces, Rubin hizo hincapié en el triunfo histórico de los comunistas chinos.