—¡Ah!, Lev Grigorich, usted es demasiado poeta —dijo Valentina Pryanchikov. Le voy a explicar de la manera más accesible al camarada lo que es la
UNA NAVIDAD PROTESTANTE
El árbol de Navidad consistía en una ramita de pino insertada en la ranura de un banco. Una guirnalda de pequeñas luces multicolores sobre los cables cubiertos de un plástico color lechoso y doblemente enrollados, descendía hasta una batería en el piso. El banco estaba en un rincón del cuarto, entre cuchetas dobles y uno de los colchones de la cucheta alta protegía todo el rincón y el pequeño árbol de Navidad, de las brillantes luces del techo.
Seis hombres vestidos con gruesos
No había nadie más en la amplia habitación, abarrotada de cuchetas dobles unidas entre sí. Después de la comida y de una hora de caminata, todo el mundo se había retirado a su trabajo nocturno.
Max terminó la oración y los seis tomaron asiento. Cinco de ellos estaban llenos de agridulces recuerdos de su patria. Su querida, bien ordenada Alemania, debajo de cuyos techos de pizarra, esta fiesta, la más importante del año, era tan luminosa y conmovedora. El sexto del grupo, un hombre grandote, con la espesa barba negra de un profeta bíblico, era judío y comunista.
El destino de Lev Rubín se había entrelazado con Alemania, tanto con ramas de paz como con varillas de guerra.
En tiempo de paz fue un filólogo especializado en lenguas germanas, conversaba en perfecto
Podía recordar cualquier escritor germano que hubiera sido publicado como si hubiese gozado de su amistad personal. Podía hablar de ciudades de poca, importancia sobre el Rin, como si a menudo hubiese caminado por sus bien regados y sombreados senderos
Pero había estado únicamente en Prusia y sólo durante la guerra.
Había sido mayor del Soviet en la "Sección para la desintegración de las fuerzas armadas enemigas". Del campo de prisioneros de guerra elegía alemanes que querían ayudarlo. Los sacaba de ahí y los mantenía, sin privaciones en una escuela especial. A algunos los hacía pasar a través del frente con explosivos de trinitrotolueno, marcos falsos, documentación falsa y falsos papeles de identificación del ejército. Podían volar puentes y merodear hasta sus casas para divertirse, hasta que los agarrasen. Con otros discutía sobre Goethe y Schiller y panfletos de propaganda, persuadiendo a los hermanos combatientes por medio de altoparlantes, de volver sus armas contra Hitler. Y más aún, con otros, cruzó la frontera y copó lugares estratégicos puramente a fuerza de persuasión, salvando así batallones soviéticos.
Pero no había sido capaz de convertir alemanes sin convertirse él, en uno de ellos, sin llegar a amarlos y desde el día de su derrota, sin sentir lástima por ellos. Por esta razón Rubin había sido arrestado. Enemigos, en su propia administración, lo acusaban de agitar, después de la ofensiva de enero de 1945, contra "sangre por sangre y muerte por muerte".
Los cargos eran verdaderos y no los desmentía. Sin embargo, la situación era inconmensurablemente más complicada de lo que se podía escribir en los diarios o de lo que fue escrito en su acta de condena.
Se habían empujado dos mesas de luz contra el banco sobre el cual se hallaba el árbol de Navidad, para hacer una mesa de comedor. Comenzaron disfrutando productos envasados de la gastronomía (a los zeks de la