—¡Bueno, te diré cómo es! Pero en seguida saldrás con que ya sabías, que lo dabas por sentado, que resultaba obvio. Escucha: Si la vuelta a un anterior estado cualitativo puede lograrse invirtiendo la dirección de la evolución cuantitativa, no estamos frente a la "negación de una negación". Por ejemplo, si atornillamos una tuerca y debemos destornillarla, la destornillamos. Es el reverso del proceso anterior; un caso en que un cambio cuantitativo da origen a un cambio cualitativo y ¡no estamos frente a ninguna negación de una negación! Si, en algún, caso, no es posible volver a un estado cualitativo anterior por la simple revisión del proceso cuantitativo, entonces el desarrollo es posible sólo gracias a la negación de una negación, pero sólo si es lícito repetir esa negación. Luego, los cambios irreversibles serían una negación sólo en los casos en que nuevas negaciones de aquellas mismas negaciones fueran posibles.
—Juegos de lógica, — masculló Rubín—. Acrobacias intelectuales.
—Sigamos con la tuerca. Si estropeamos la tuerca al atornillarla, ya no la podernos volver a su estado anterior al destornillarla. Para volver a esa situación anterior, habría que fundirla, moldear el metal y hacer una nueva tuerca.
—Escucha, Dimitri, — lo interrumpió Rubin buscando que se aplacara—, no puedes pretender exponer seriamente sobre dialéctica tomando como base una tuerca.
—¿-Por qué no? ¿En qué es inferior una tuerca a una semilla? Ninguna máquina podría existir sin tuercas. Volviendo a lo nuestro, ahí tienes cómo cada estado sucesivo es irreversible y niega al anterior. Con relación a la primera tuerca, que arruinamos al atornillar la nueva, es la negación de una negación. ¿Me explico? — Y extendió su mentón barbudo hacia adelante, en un gesto expectante.
—¡Un minuto!, — dijo Rubin—. ¿En qué me has refutado? Sólo has probado— cómo la tercera ley efectivamente nos da la dirección del proceso.
Con la mano en el corazón, Sologdin saludó.
—¡Si no fueras tan despierto, Leo, yo no estaría tan ansioso por tener el honor de conversar contigo! ¡Sí, la tercera ley da la dirección! Pero uno debe saber trabajar sobre la base —que nos proporciona una ley, no sólo reverenciarla. Has deducido que nos da la dirección. Pero veamos: ¿lo hace siempre? En la naturaleza, en el plano orgánico, sí, siempre: nacimiento, crecimiento, muerte. ¿Pero en el mundo inanimado? No, no siempre; de ninguna manera.
—Pero a nosotros nos interesa fundamentalmente la sociedad.
—¿Qué quieres decir con eso de "nosotros"? La sociedad no es objeto de mi estudio. Soy un ingeniero. ¿Sociedad? No; la única sociedad que, reconozco, es la de las mujeres hermosas. — Se alisó el bigote en forma exagerada, y largó una carcajada.
—Bueno, — declaró Rubin pensativo—. Probablemente haya una médula racional en todo esto. Pero, en general, huele a pura hojarasca, a palabrerío vacuo. No se enriquece la dialéctica en absoluto con esto.
—¡El palabrerío sin sentido es todo tuyo!, — dijo Sologdin, presa de un nuevo acceso de vehemencia—. Si deduces todo de esas tres leyes...
—Pero si ya te he dicho:
—¿No lo haces?, — preguntó sorprendido Sologdin,
—¡No!
—Pues, entonces, ¿para qué sirven las leyes?
—Escucha, — y Rubin empezó a aporrear intensamente a Sologdin, con un argumento tras otro, hablando con esa cadencia de quien repite algo que ha aprendido de memoria—. ¿Qué eres, un pedazo de roble o un ser humano? Nosotros decidimos todo sobre la base de un análisis concreto de información específica; ¿entiendes? Toda doctrina económica deriva de las cifras de producción, y la solución a cualquier problema social se busca a partir de un análisis de la situación de clases.
—Entonces, ¿para qué quieren las famosas leyes?, — bramó Sologdin olvidándose del silencio que reinaba en la pieza y debía respetar—. ¿Quieres decir que, después de todo, no las necesitan?
—Oh, sí, las necesitamos muchísimo, — se apresuró a contestar Rubín.
—¿Pero para qué? ¿Si no deducen nada de ellas? Si ni siquiera la dirección del proceso puede averiguarse en base a estas leyes, si sólo se las puede enseñar, aprender y comentar, no sirven para nada. Si todo lo que se puede hacer a su respecto es repetir como un loro "la negación de una negación", entonces, ¿para qué diablos están?
Potapov, que hasta entonces había estado esforzándose en vano por ahogar con su almohada el creciente alboroto, se enderezó furioso en la cama y dijo a los desconsiderados charlatanes:
—Escuchen, amigos, si ustedes no quieren dormir, al menos respeten el sueño de los demás. — Señalando de un modo bastante explícito a Ruska, que estaba tirado diagonalmente en su catre, agregó:— Eso, si no pueden encontrar un lugar mejor.