—Así es, no había guerra. ¿Puedes imaginártelo? Era antes de todas las guerras. Tiempo de paz. Durante el NEP, la gente en las instituciones del Estado trabajaba seis horas, no como ahora, y todo andaba perfectamente. La gente encontraba trabajo. Si te tenían quince minutos de más, debían pagarle tiempo extra. ¿Y qué crees que fue lo primero en desaparecer? ¡El medio kopeck! Así empezó todo. Desaparecieron las monedas de cobre y en 1930 también las de plata. No había más cambio. No te daban cambio por nada en el mundo. Desde entonces nada anduvo bien. No hay cambio chico y empezaron a contar en rublos. Los mendigos ya no piden kopecks en nombré de Cristo, sino que exigen. "Ciudadano, déme un rublo". Y cuando te pagan en una oficina pública, no te molestes en pedir los kopecks que aparecen en la lista de pagos. ¡Se reirían de ti! ¡Ellos son los tontos! Medio kopeck significa respeto por un hombre, y ni siquiera te dan sesenta kopecks de vuelto por un rublo. En otras palabras, se cagan en uno. Nadie salió a la defensa del medio kopeck y ahí tienes: perdimos media vida.
Del otro lado, otro prisionero en su litera alta, que había sido distraído de su libro, dijo al hombre de al lado: —El Gobierno zarista era desastroso. Oye, una mujer revolucionaria, Sasheñka entraba en huelga de hambre por ocho días para obligar al jefe de la prisión a que le pidiera disculpas, y el idiota se disculpaba. ¡Imagínate al director de Krasnaya Presnya disculpándose!
—Hoy le empezarían a alimentar por vía intestinal al tercer día, y le aplicarían una segunda condena por provocación. ¿Dónde leíste eso?
—En Gorky.
Dvoyetyosov, que estaba acostado cerca, se levantó. — ¿Quién está leyendo Gorky? — preguntó con voz terrible,.
—Yo.
—¿Para qué diablos?
—Bueno, acá, por ejemplo, hay algunos detalles sobre la prisión de Nizhny Novgorod: podías poner una escalera y subirte a la pared y nadie te atajaba. ¿Puedes imaginarte eso? Y los guardias, según el autor, tenían revólveres tan herrumbrados que sólo podían usarlos para clavar clavos en las paredes. Es muy útil saberlo.
Debajo de ellos, crecía una vieja discusión de presidio: ¿cuándo es mejor estar encarcelado? Por la manera fatal de plantear la pregunta, permitía suponer que nadie podía eludir la prisión. (Los prisioneros tendían a exagerar el número de otros prisioneros). Cuando, en verdad, habían sólo doce a quince millones de personas en cautiverio, los "zeks" creían que eran veinte y hasta treinta millones. Pensaban que casi no existían hombres en libertad. ¿Cuándo es mejor estar encarcelado?, sólo significaba si era preferible en la juventud o en los años declinantes. Algunos "zeks", generalmente los más jóvenes, insistían optimistas en que era mejor ser encarcelado en la juventud. Uno tiene entonces oportunidad de aprender el significado de la vida, lo que realmente cuenta y lo que es despreciable; entonces, a la edad de treinta y cinco habiendo cumplido una condena de diez años, un hombre puede construir su vida sobre fundamentos razonables. Un hombre encarcelado en edad avanzada puede sufrir por haber vivido mal, porque su vida ha sido una cadena de errores y porque esos errores ya no pueden ser corregidos. Otros —generalmente los mayores— mantenían con igual optimismo que ser encarcelado cerca de la vejez era, por el contrario, como ir a una pensión modesta o a un monasterio, después de haberle sacado todo a la vida en los mejores años (En el vocabulario de los reclusos, "todo" se reducía a la posesión de un cuerpo de mujer, buena ropa, buena comida y bebida). Sostenían que en un campo no le pueden sacar demasiado a un viejo, en tanto que podían convertir a un joven en un tullido que, después, "ni siquiera querría acercarse a una mujer".
Esa era la esencia de la discusión en el cuarto semicircular. Así es como discuten siempre los prisioneros. Algunos se reconfortaban, otros se atormentaban, pero la verdad no quedaba aclarada por la discusión ni por sus conocimientos de la vida. Los domingos por la noche siempre era agradable estar en la prisión, pero cuando se levantaban el lunes por la mañana siempre era malo.
Pero aun eso no era enteramente cierto.
Discutir sobre "cuándo era mejor ser encarcelado" no inflamaba a los participantes, sino más bien los unía en melancólica filosofía. La discusión nunca conducía a estallidos.
Tomás Hobbes dijo en alguna parte que la sangre sólo correría sobre el teorema de "la suma de los ángulos de un triángulo equivale a 180 grados", en el caso de que lesionara los intereses de alguno.
Pero Hobbes no conocía nada sobre presidiarios.