"Así, por ejemplo, la declaración del testigo Borodin establece que al Príncipe Igor se le permitió tener su propio caballo e indudablemente otros también.
"Si lo deseas, toma el caballo que quieras".
(Ibid., Volumen I, folio 233.)
Más aun, el Khan Konchak le dijo al Príncipe Igor:
Y siguiendo adelante:
(Ibid. Volumen i, folio 300).
"El Khan Polovtsiano descubre el cinismo de su relación con el Príncipe traidor:
(Ibid. Volumen 3, folio 5).
"Una investigación más cuidadosa ha demostrado que esa cínica relación existía mucho tiempo antes de la batalla del río Kayal:
(Ibid, folio 14, declaración del testigo Borodin).
Y más aún:
(Ibid).
"Todo esto caracteriza objetivamente al acusado como un cómplice activo del Khan Konchak, como un antiguo agente y espía de Polovtsia.
"En mérito de lo que antecede, Olgovich, Igor Svyatoslavich, nacido en 1151, nativo de la ciudad de Kiev, de nacionalidad rusa, no afiliado al Partido, sin antecedentes, ciudadano de la U.R.S.S., de profesión jefe militar, sirviendo en el grado de comandante con rango de Príncipe, condecorado con la Orden del Varego, el Sol Rojo y la medalla del Escudo Dorado, es acusado de los siguientes cargos:
"Haber cometido intencionadamente vil traición contra su patria, combinada con sabotaje, espionaje y colaboracionismo con el Khanato Polovtsiano, durante un período de muchos años.
"En otras palabras, es culpable de los crímenes previstos en los artículos 58-16, 58-6, 58-9 y 58-11 del Código Penal de la República Federal Socialista Rusa Soviética.
"Las acusaciones precedentes han sido confesadas por Olgovich y confirmadas por la declaración de testigos y también por un poema y una ópera.
"Por aplicación del artículo 268 del Código de Procedimientos en lo Criminal de la República Federal Socialista Rusa Soviética, el presente caso ha sido remitido al Fiscal para el enjuiciamiento del acusado".
Rubín se tomó un respiro y miró triunfalmente a los "zeks". Arrastrado por el torrente de su imaginación, no había podido detenerse. Las risas corrían por el cuarto y en las puertas, estimulándolo. Ya había hablado demasiado, y había dicho cosas más agudas de lo que hubiera deseado, en presencia de varios soplones y de otros maliciosos individuos.
Spiridon, con el pelo hirsuto gris rojizo sobre la frente, alrededor de las orejas y en la nuca, ni siquiera sonreía. Ceñudo, examinaba al Tribunal. Hombre ruso de cincuenta años, oía por, primera vez la historia de ese Príncipe que había sido tomado prisionero; sin embargo, en el ambiente familiar del Tribunal y en el descaro del acusador, había revivido otra vez todo lo que había sentido en carne propia. Sentía toda la injusticia de las conclusiones del Fiscal y toda la angustia del desdichado Príncipe.
—En vista de la ausencia del acusado y de los inconvenientes en interrogar a los testigos, — interrumpió Nerzhin en su mesurado tono nasal—, consideremos las conclusiones de la parte contraria. El fiscal tiene otra vez la palabra.
Nerzhin miró a Zemelya en busca de confirmación.
—Por supuesto, por supuesto, — asintió el vocal, que estaba dispuesto a aceptar cualquier cosa.
—Camaradas jueces, — entonó Rubín sombríamente—, tengo poco que agregar a esta cadena de horribles acusaciones, a esa sucia mescolanza de crímenes que ha sido revelada ante vuestros ojos. En primer lugar, quisiera rechazar de una buena vez la difundida opinión de que un hombre herido tiene el derecho moral de dejarse tomar prisionero. Esencialmente, ese no es nuestro punto de vista, camaradas, y con menos razón en el caso del Príncipe Igor. Dicen que fue herido en el campo de batalla. ¿Pero quién puede probarlo ahora, 765 años más tarde? ¿Ha sido conservada alguna prueba oficial de su herida, firmada por el cirujano militar competente? De cualquier forma, no existe tal certificación oficial en los antecedentes de la acusación, camaradas jueces.
Amantai Bulatov se quitó los anteojos, y sin su brillo impetuoso sus ojos quedaron tristes.
Él, Pryyanchikov, Potapov y muchos otros de los presentes habían sido encarcelados por esta misma "traición a la patria" y rendición "voluntaria".
—A mayor abundamiento, — atronó el Fiscal—, quisiera señalar la conducta repulsiva del acusado en la prisión Polovtsiana. El Príncipe Igor, en vez de pensar en su pueblo, se acordaba, de su esposa: