Читаем Círculo de espadas полностью

—Anoche estuve con Lugala Tsu. Nunca ha sabido beber. Es otra de las razones por las que su linaje no debería haber sido promovido. No repetiré todo cuanto dijo. Hacia el final resultaba incoherente. Pero surgieron dos cosas importantes.

»Abriga la esperanza de que por fin haya llegado el momento en que yo falle en algo. Espera que cometa un error grave en esta ronda de negociaciones.

»Y además —volvió a coger el estilete y lo hizo girar entre sus dedos—, hizo la sugerencia, insinuó la posibilidad de que tú no eres totalmente de fiar. Algunos de los hombres que estaban con él se encontraban lo suficientemente sobrios para darse cuenta de lo que ocurría. ¡Ja! ¡Tendrías que haber visto sus caras! Pero no sabían cómo hacerlo callar. Eso es lo que ocurre cuando uno elige a su personal como lo hizo él.

Ya había oído hablar al general sobre aquel tema. La belleza está muy bien, y no perjudica tener en cuenta el linaje de un hombre, pero éstos no deberían ser los únicos criterios a considerar.

—¿A quién escogiste?—pregunté. —A Hai Atala Vaihar.

La elección perfecta. Vaihar bebe lo suficiente para no desconectarse de la fiesta, pero nunca se emborracha, y siempre sabe qué hacer en una situación difícil.

—No puedo decirte las palabras exactas que utilizó el hijo de Lugala. Ocurrió al final de la velada, y no era del todo fácil seguir su discurso. Pero dijo que tú eras humano, y que los humanos eran diferentes en muchos aspectos importantes, y que nadie podía decir con certeza cómo ibas a actuar ahora que estabas con una mujer humana, que podía o no estar relacionada contigo.

En otras palabras, yo podía ser un traidor al Pueblo y podía ser un perverso, y tal vez incluso cometiera incesto.

[Estás equivocado en esto. Él sugería dos posibilidades, ambas peligrosas. Es posible que Anna sea una parienta tuya, en cuyo caso deberías serle fiel. Ningún hombre en su sano juicio traicionaría ni abandonaría a una mujer de su linaje. O quizás estás mintiendo y ella no es parienta tuya. En tal caso has conseguido tener acceso a sus aposentos con un propósito que me niego a mencionar. Así, o eres un traidor y no un perverso, o de lo contrarío eres un perverso y tal vez un traidor. Pero no creo que Lugala Tsu tuviera en mente la idea del incesto.]

—¿Qué hiciste? —pregunté.

—Le dije que el futuro está en manos de la Diosa, y que nunca podemos decir con certeza cómo va a actuar alguien; entonces Vaihar contó una larga y aburrida historia sobre uno de sus tíos, que siempre había sido previsible; y después nos marchamos. Me pregunto si alguno de esos jóvenes tendrá el coraje de decirle a Lugala Tsu exactamente lo que él me dijo a mí.

—Lo más probable es que no.

Hizo un ruido que indicaba que estaba de acuerdo.

—Voy a hablar con Ettin Per. Tal vez ella encuentre una forma de contener o distraer la curiosidad de las mujeres. Tú te reunirás conmigo en la sala en la que hablamos con el enemigo.

—¿Porqué?

—Quiero que el hijo de Lugala te vea a mi lado. Eres el mejor traductor que tenemos y nuestro principal experto en humanidad. Quiero que ese producto de una inseminación apresurada lo recuerde; y quiero que recuerde lo que tú eres para mí.

Del diario de Sanders Nicholas, etc.

<p>VII</p>

Al día siguiente Nicholas le enseñó a manejar la cocina.

—Las mujeres quieren tiempo para pensar en lo que les contaste. El general quiere que esté presente en las negociaciones. De modo que te quedarás sola un rato.

Ella asintió y él leyó las instrucciones de uso de los diversos… ¿cómo llamarlos? ¿Electrodomésticos? Cuando terminó, se cruzó de brazos apoyado contra la pared más cercana. En la muñeca izquierda llevaba un brazalete de gruesos eslabones de oro, cada uno con una piedra de color verde oscuro profusamente tallada, parecida al jade. Un objeto magnífico, pensó Anna, aunque no hacía juego con su ropa.

—He traído el ordenador —dijo Nicholas—. No es un modelo nuevo. Nos arreglamos con lo que podemos conseguir. Pero el software es amigable. En mi opinión, demasiado. Me gusta mantener la distancia emocional con mi software.

»Te escribiré las instrucciones para ponerte en contacto con Vaihar y Matsehar. Si quieres ir a algún sitio, llámalos.

Hizo una pausa y pareció incómodo.

—Tengo que preguntarte algo, Anna.

Ella esperó.

—Hace dos años, antes de abandonar la última ronda de negociaciones, Ettin Gwarha te contó una historia.

Ella asintió.

—¿La conoce alguien más?

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