Читаем Círculo de espadas полностью

Se sorprendió diciendo la verdad. Podía resultar atemorizante caminar por Chicago, sobre todo por las zonas donde vivía la gente pobre. La pobreza enfurecía a la gente, y los hombres furiosos resultaban peligrosos, sobre todo si no tenían nada que perder.

Cuando concluyó, se hizo silencio. Luego Ettin Per habló.

—Sois demasiada gente. No hay suficiente para todos, y como estáis divididos no podéis compartir lo que hay de una manera decente. Pero aunque lo compartierais, no habría suficiente para todos. De eso se trata, Anna. El discurso sobre los males de la heterosexualidad.

Tsai Ama Ul se inclinó hacia delante y habló.

—Dice que tal vez te estés cansando, aunque no sabe cuáles son los síntomas de la fatiga entre los humanos. Sin embargo, todos somos de carne y hueso, dice la mujer de Tsai Ama.

Anna miró su cronómetro. Habían pasado tres horas. Se sentía como si hubiera perdido una pelea.

Ettin Tsai habló.

—Ha terminado. Gracias, Pérez Anna.

Salieron. Una vez fuera de la sala de reuniones, Nicholas lanzó un suspiro.

—¡Caray! Lo has hecho muy bien, Anna; y yo estoy agotado.

Regresaron a los aposentos de Anna. El apoyó la palma de la mano en la puerta y, mientras ésta se abría, la miró atentamente.

—Pareces cansada. ¿Por qué no te acuestas? Si más tarde quieres ir a alguna parte, llámame.

Aquello equivalía a una despedida. Él necesitaba ir a algún otro sitio, seguramente con su general.

El holograma de la habitación mostraba un cielo verde lleno de cúmulos enormes. Formaban algo parecido a un paisaje: montañas blancas y valles sombríos de color gris verdoso, llanuras angulosas, fallas y laderas onduladas pobladas de árboles. Se quedó tendida sobre la cama, demasiado cansada para pensar. Por encima de su cabeza las nubes cambiaban de forma. Las montañas se aplastaban formando llanuras o se dividían creando valles. Los valles se cerraban. Las colinas bajas se elevaban y se convertían en picos elevados. Nada permanecía igual.

Por la noche fue a los aposentos de los humanos e informó de la reunión.

—No le encuentro sentido a esta cultura —comentó Sten—. ¿Quién tiene el mando? ¿Los hombres o las mujeres? ¿Y qué significa esta obsesión con la violencia?

—Por la forma en que hablaron las mujeres, su población debe de ser considerablemente menor que la nuestra —comentó el capitán Mclntosh—. Eso podría resultar una desventaja para ellos. Aunque Jah sabe que nuestra población no es particularmente ninguna ventaja.

—Nos encontramos en una estación enemiga —dijo Etienne con nerviosismo—. ¿Estamos seguros de que ellos no pueden oírnos?

—Sí —respondió el capitán Mclntosh.

—Continuemos las negociaciones de buena fe. Sabemos exactamente lo útil que ha resultado subestimar a los hwarhath y conspirar contra ellos.

<p>VI</p>

En el despacho del general había un nuevo holograma: una llanura cubierta de nieve. En la distancia se veía una cadena de montañas pequeñas y puntiagudas, probablemente la pared de un cráter. Por encima de las montañas, el cielo estaba casi totalmente cubierto por un planeta: un gigante de gas amarillo, con anillos y media docena de lunas que resultaban visibles por las sombras que proyectaban sobre el planeta. El cielo —lo poco que pude ver— era azul oscuro, lo que significaba que había alguna clase de atmósfera.

Una serie de huellas cruzaban la nieve, que empezaba donde se acababa la moqueta del general, y atravesaban la llanura en diagonal hasta perderse en la distancia. Las huellas habían sido dejadas por un solo par de botas enormes.

—¿No estarás intentando colonizar eso? —le pregunté.

—No. Lo más probable es que se tratara de una estación de observación, o tal vez haya habido un único aterrizaje.

Hice un gesto de asentimiento y me senté.

—Bien. —Cogió su estilete—. Pérez Anna se reúne con las mujeres una sola vez, y los humanos ya han aprendido algo de valor estratégico.

—Sólo lo de la población —dije.

—Sí. No sé hasta qué punto podemos controlar esto, y no sé si es prudente utilizarte como traductor. ¿Por qué le has explicado el significado exacto de las palabras que has traducido como «violar» y «asesinar»? Al ver la grabación, he pensado que ibas a decirle a la mujer de Pérez que no matamos a mujeres y niños.

—Ayudé a escribir el primer diccionario de tu lengua, y esas definiciones figuraban en él. No le estaba diciendo a Anna nada que los humanos no sepan.

Bajé la vista brevemente y volví a levantarla, mirando al general a los ojos.

—La lengua es mi única gran habilidad. Me gustaría utilizarla honestamente. En la medida de lo posible, voy a ser claro. —Estaba utilizando la lengua hwarhath principal. La primera acepción de la palabra es «transparente»—. Si esto supone un problema, puedes despedirme. ¿Pero cómo podrás negociar de una forma seria si las líneas de comunicación están enredadas?

Él hizo un débil ruido de disgusto y dejó el estilete.

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