—Creo que conocí a la mayor parte de ustedes durante la última ronda de negociaciones.
Charlie dijo que sí y luego le ofreció una disculpa por el lamentable giro que habían tomado los acontecimientos, etcétera.
Nicholas escuchó y tradujo. Los
—Su disculpa no es necesaria —dijo Nicholas—. Se presentó y se aceptó una antes de que el Pueblo estuviera de acuerdo en celebrar las actuales negociaciones.
Charlie abrió la boca y la cerró. Era evidente que la disculpa había sido ofrecida directamente a Nicholas. Era evidente que los
Otro juego que para ella no tenía sentido.
Después de eso no ocurrió gran cosa. Los negociadores discutían la posibilidad de intercambiar prisioneros, aunque ninguna de ambas partes admitía formalmente que los tuviera. El general seguía fingiendo no saber inglés. ¿Con qué intención? Tal vez eso le daba tiempo para pensar en el tema de discusión. Nicholas traducía con voz serena y prácticamente inexpresiva, en un tono muy diferente del que solía usar, que subía y bajaba, cambiaba de ritmo, con el que imitaba y se burlaba.
Anna almorzó con el resto del equipo diplomático. No les habló de su más reciente conversación con Nicholas, aunque mencionaron su nombre. Querían saber por qué lo utilizaban otra vez como traductor. Anna se encogió de hombros. No tenía ni idea. El general así lo quería.
Por la tarde Hai Atala Vaihar fue a verla y la escoltó hasta los aposentos de las mujeres. Ella cogió el ordenador que Nicholas le había llevado. Como él decía, era excesivamente amistoso y tenía una personalidad que le ponía los nervios de punta. Salió del programa de aprendizaje lo más rápido posible y buscó el juego que Nick le había mencionado.
Se basaba en la novela china titulada
Como castigo, Mono era encarcelado debajo de una montaña. Con el fin de lograr su liberación y su redención, tenía que escoltar al monje budista Tripitaka hasta la India y volver, para que Tripitaka pudiera llevar los Tres Cestos de las Escrituras Budistas al pueblo chino, salvándolo así de la avaricia, la lujuria y la violencia.
La travesía a la India estaba llena de peligros (por supuesto), y tuvo que enfrentarse a varios monstruos. Algunos, una vez derrotados, resultaban benévolos. La mayoría seguían siendo malvados. Anna nunca había sido especialmente buena para los juegos y perdió casi todas las peleas. El juego tenía una bonificación. Cuando Mono había muerto por undécima vez, ella apretaba el botón y seguía jugando en lugar de volver al principio. El Mono real hacía trampa cada vez que podía. Ella imaginó que podía hacer lo mismo.
Al final, si terminaba la partida y entregaba los cestos de las Escrituras, conseguía (según las instrucciones) la libertad y la iluminación, y se convertía en una auténtica Buda. Pero eso le llevaría mucho tiempo, a pesar de la bonificación.
Su vida se hizo rutinaria. Por la mañana observaba las negociaciones entre los
Las mujeres
Se enteró de todo eso gracias a sus escoltas, pero no pudo averiguar nada más acerca de lo que aquella gente estaba haciendo o planeaba hacer. Eh Matsehar dijo que no lo sabía, y Hai Atala Vaihar dijo que no le correspondía especular acerca de lo que pasaba por la mente de las mujeres o de los principales.
Se imaginó a los dos Lugala como arañas agazapadas en medio de sus telas, alerta y preparada para actuar cuando llegara el momento adecuado. Si lo pensaba, Lugala Minti se parecía más a un sapo. Pero Anna no tenía nada contra los sapos ni contra los demás anfibios. Frágiles y sensibles, los anfibios se estaban extinguiendo a causa de la contaminación más rápidamente que los miembros de cualquier otro orden animal de la Tierra. Los sapos debían ser cuidados y llorados, no comparados con Lugala Minti.
Tampoco tenía una buena razón para creer que en los Lugala hubiese nada malo, salvo por el estilo sumamente llamativo de su madre y por la tendencia de ésta a pontificar acerca de la fealdad de los humanos. ¿Era eso suficiente para condenar a dos personas, una de las cuales Anna ni siquiera conocía?