Su corazón todavía latía muy rápido. Hacía falta valor para decir esas mentiras y al mismo tiempo observar como a Fudge le aumentaba la presión de la sangre, pero no sabía cómo diablos escaparía de ellos; si alguien había dado información a Umbridge sobre el DA entonces él, el líder, ya podía empezar a empacar sus maletas.
-Asi que esto es nuevo para ti, ¿no es así? – inquirió Fudge, su voz ahora gruesa por la cólera - ¿Qué una organización estudiantil ilegal ha sido descubierta dentro de esta escuela?
-Sí, lo es – afirmó Harry, reflejando una poco convincente expresión de sorpresa en su rostro.
-Creo, señor Ministro – intervino Umbridge, deslizándose al lado de él – que prodremos hacer mayores progresos si traemos a nuestro informante.
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-Sí, sí, hágalo – aceptó Fudge, asintiendo, mirando con malicia a Dumbledore mientras Umbridge abandonaba el salón. No hay nada mejor que un buen testigo, ¿verdad Dumbledore?
-Absolutamente nada, Cornelius – aceptó Dumbledore gravemente, inclinando la cabeza.
Hubo varios minutos de espera, durante los cuales ninguno miró a los demás, luego Harry escuchó la puerta abrirse detrás de él.
Umbridge entró en la habitación, llevando por el hombro a la amiga de pelo rizado de Cho, Marietta, quien ocultaba el rostro entre las manos.
-No estés asustada, querida, no tengas miedo – dijo la Profesora Umbridge suavemente, palmeándole la espalda – ya está todo bien. Has hecho lo correcto. El Ministró está muy complacido contigo. Él le dirá a tu madre lo buena chica que has sido.
La madre de Marieta, señor Ministro – agregó, levantando la mirada hacia Funge – es Madam Edgecombe del Departamento de Transportación Mágica, en la oficina de Flooo Network.....ella ha estado ayudándonos a vigilar los fuegos de Hogwarts, ya sabe.
-¡Bien, bien! – exclamó Fudge alegremente – De tal madre, tal hija, ¿eh? . Bien. Vamos. Ahora, querida, levanta la vista, no seas tímida,
y
deja
que
oigamos
lo
que
tienes
que
decir........¡galopando gárgolas!
Mientras Marietta alzaba la cabeza, Fudge brincó hacia atrás impresionado, casi aterrizando en el fuego. Maldijo y pisó el dobladillo de su capa que había comenzado a humear. Marieta dio un gemido y subió el cuello de su toga hasta sus ojos, pero no antes que todo el mundo hubiera visto que su rostro estaba horriblemente desfigurado por una serie de póstulas púrpura muy juntas, que se habían propagado a través de su nariz y mejillas hasta formar la palabra “SOPLON”
-No te preocupes por las póstulas ahora, querida – dijo Umbridge con impaciencia – Solo lleva tu toga lejos de tu boca y cuéntale al Ministro.
Pero Marietta dio otro gemido amortiguado y movió la cabeza frenéticamente
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-Oh, bien, eres una tonta, yo se lo diré – dijo Umbridge con brusquedad. Esbozó nuevamente su enfermiza sonrisa y declaró:
- Verá, Señor Ministro, la Señorita Edgecombe fue a mi oficina esta noche poco después de la cena y comentó que había algo que quería decirme. Me sugirió que si me dirigía a una habitación secreta en el séptimo piso, conocida algunas veces como Habitación del Requisito, encontraría algo muy favorable para mí. La interrogué un poco más y admitió que había alguna clase de reunión allí. Desafortunadamente, al llegar a ese punto –
apuntó, señalando impaciente el rostro oculto de Marietta –
ocurrió esto y al observar su rostro en el espejo, la joven se afligió demasiado como para decirme algo más
-Bien, ahora – indicó Fudge, deteniéndose en Marietta con lo que él evidentemente imaginaba era algún tipo de mirada paternal –
fue muy valiente de tu parte, mi querida, ir a contarle a la Profesora Umbridge. Hiciste lo correcto. Ahora, ¿me dirás lo que sucedió en esa reunión?¿Cuál fue su propósito?¿Quién estaba allí?
Marietta no podía hablar; apenas sacudió nuevamente la cabeza, con los ojos abiertos y espantados.
-¿No tenemos un hechizo para contrarrestar esto? – le preguntó Fudge a Umbridge con impaciencia, señalando hacia el rostro de Marieta. - ¿Así ella podría hablar libremente?
-Yo aún no he logrado encontrar ninguno – admitió Umbridge a regañadientes, y Harry sintió una oleada de orgullo ante la eficacia de la maldición de Hermione. – Pero no importa si no quiere hablar, yo puedo continuar la historia desde aquí Usted recordará, Señor Ministro, que le envié un reporte en Octubre en relación a una reunión que tuvo Potter con varios compañeros en el Cabeza de Cerdo en Hogsmeade.
-¿Y qué evidencia tenías de eso? – la interrumpió la Profesora McGonagall.