—Sí, sí, es esto lo que quería decir, — prosiguió Sologdin, descubriendo sus redondos dientes con una sonrisa—. De tal manera, consciente de mis imperfecciones, he trabajado en el curso de muchos años ciertas reglas que juntan mi voluntad como una argolla de acero. Estas reglas son como una
Levantó su saco acolchado.
Veía que pronto llegaría el momento de abandonar el trabajo para ir a hacer la inspección matinal. Lejos, frente al estado mayor del cuartel general, en lo más profundo de los mágicamente blanqueados tilos de Mavrino, podían verse a los prisioneros haciendo su paseo de la mañana. Entre las medio rectas y agachadas figuras estaba el alto, erecto Kondrashev Ivanov, el artista de cincuenta años. Podía ver también, cómo Lev Rubín, que había dormido demasiado, estaba tratando ahora de salir para cortar leña del bosque. Pero el guardián no le permitía pasar, era demasiado tarde.
—Mira, es Lev con su barba despeinada. Sonrieron.
—Así pues si tú quieres, cada mañana te enseñaré algunas de mis reglas.
—Por supuesto, Dmitri, comienza ahora mismo. Nerzhin se sentó sobre la pila de leños. Sologdin se sentó inconfortablemente sobre el caballete.
—Bueno, por ejemplo, cómo hacer frente a las dificultades.
—No perder el ánimo.
—Esto no es suficiente.
Sologdin miró por encima de Nerzhin la zona de gruesos arbustos todos cubiertos de escarcha apenas perfilados por el gentil, rosado del este. El sol parecía indeciso entre mostrarse o no. El rostro de Sologdin, hundido y reclinado, con su roja, grisácea, pequeña barba rizada y cortos bigotes, revelaba alguna antigua calidad rusa, que recordaba a Alejandro Nevsky.
—¿Cómo enfrentar las dificultades? — declaró de nuevo—. En la región de lo desconocido las dificultades deben considerarse como un
El rosado poniente brillaba ahora en el rostro sonrosado de Alejandro Nevsky, como si las radiaciones de las maravillosas dificultades convergieran con el sol.
—El más importante campo de la investigación es: la mayor resistencia externa en presencia de la más pequeña resistencia interna. Los fracasos deben ser considerados como una necesidad para una posterior aplicación de esfuerzo y concentración del poder de la voluntad. Y si un esfuerzo sustancia ya ha sido realizado, los fracasos son más regocijantes. Esto quiere decir que nuestra palanca ha golpeado en la caja de acero que guarda el tesoro. Sobrepasar las dificultades es lo más valioso, porque en el fracaso el terreno de la persona que realiza la tarea gana lugar en proporción con la dificultad que combate.
—¡Muy bueno! ¡Fuerte! — respondía Nerzhin desde la pila de leños.
Las sombras dibujadas por la luz, se habían movido entre los arbustos y eran apagadas ahora por grandes nubes grises.-
Como levantando sus ojos de una página que hubiera estado leyendo en voz alta, Sologdin miró abstraídamente desde abajo a Nerzhin.
—Ahora escucha: La regla, de la pulgada final. ¡La región de la pulgada final! En el lenguaje de la Máxima Claridad esto es lo inmediatamente claro. El trabajo ha sido casi completo, la meta casi lograda, todo parece completamente correcto y las dificultades superadas. Pero la calidad de la cosa no es del todo correcta. Se necesitan toques finales, tal vez más búsqueda. En aquel momento de fatiga y de autosatisfacción es especialmente tentador dejar el trabajo sin haber logrado la cúspide de la calidad. El trabajo en el área de la pulgada final es muy, muy complejo y también particularmente valioso, porque se ejecuta por los medios más perfectos. De hecho, la regla de la Pulgada Final consiste en esto: no eludir el trabajo crucial. No renunciar y posponerlo, porque los pensamientos de la persona que lo realiza se alejarían de la región de la Pulgada Final. Y no hay que preocuparse por el tiempo gastado en ello, sabiendo que los propósitos de uno reposan, no en el hecho de completar las cosas más ligero, sino en el logro de la perfección.
—¡Muy bien! — susurró Nerzhin.
En una voz completamente diferente, groseramente burlona, Sologdin dijo: —¿Bien, dónde ha estado usted teniente primero? Yo —no lo reconozco. ¿Por qué ha traído tan tarde el hacha? No hay tiempo para hachar la leña.
El teniente primero Nadelashin con su cara de luna había sido sargento hasta hacía poco tiempo. Cuando se lo hizo oficial, los zeks de la