El Laboratorio Número Tres —cuyo personal consistía en un jefe, un hombre, un inválido y una muchacha— estaba incapacitado para trasladar el torno por sí mismo. Por lo tanto, con una total falta de responsabilidad, fueron reunidos al azar, de varias secciones, diez zeks auxiliares.
(y nadie hizo una lista de quiénes eran. El resultado fue que, más tarde, pasados quince días, el Mayor Shikin tuvo que consagrar muchos esfuerzos a comparar los testimonios con el fin de reconstruir la nómina completa de los que estaban bajo la sospecha).
Los diez zeks habían bajado el pesado torno por la escalera, desde el primer piso hasta el sótano. Sin embargo (desde que el jefe del taller de reparaciones no quería tomar en custodia este torno por razones técnicas) su personal no sólo no llego a tiempo al sótano para hacerse cargo del torno, sino que hasta omitió enviar a alguien a ese lugar para que sé hiciera cargo formal del torno. Nadie estuvo dirigiendo a los diez zeks que arrastraron el torno hasta el sótano y éstos se diseminaron. De manera que el torno quedó en el corredor del sótano durante varios días obstruyendo el pasillo. (En realidad, el mismo Shikin tropezaba con él). La gente, del taller de reparaciones vino a buscarlo por fin, pero encontraron una rajadura en la base, se quejaron de ello y rehusaron llevarse el torno hasta que los obligaron a hacerlo tres días después.
Ahora la funesta rajadura de la base, provocó la iniciación del "caso".
Quizá la tajadura no era la razón por la cual no se usaba el torno. (Shikin había oído expresar esa opinión). El significado de la rajadura era mucho más amplio que la misma rajadura. La rajadura significaba que fuerzas hostiles ocultas estaban operando dentro del instituto. La rajadura también significaba que los jefes del instituto eran ciegamente crédulos y criminalmente negligentes. Una investigación exitosa, que diera por resultado descubrir el criminal y los verdaderos motivos detrás del crimen, haría posible que se castigara a alguien, se advirtiera a otro, y hasta encarar un adoctrinamiento en gran escala dentro de la colectividad. Por último, pero no por ello menos importante, el honor profesional del Mayor Shikin exigía que esta detestable red fuera desenmarañada.
Pero no era fácil. Había pasado demasiado tiempo. Los prisioneros que trasportaron el torno, desarrollaron la exitosa técnica de encubrirse unos a otros... ¡confabulación criminal! Ni uno solo de los empleados libres (horrible ejemplo de negligencia) había estado presente mientras se lo trasladaba. Entre los diez que llevaban el torno, sólo había habido un informante, el que, por añadidura, era incompetente, siendo su mayor hazaña el informe sobre una sábana que fuera cortada para la confección de pecheras. En este caso, el único aspecto en que sirvió de ayuda fue en la reconstrucción de la lista completa de los diez hombres. En todo lo demás, todos los zeks comprometidos, insolentemente confiados en que eran inmunes al castigo, juraban que habían entregado el torno en el subsuelo, intacto y sin daño alguno y que no lo habían dejado caer ni golpeado al bajar las escaleras. De acuerdo con su testimonio, nadie había estado sosteniendo el torno por donde se produjo la rajadura, en la parte de atrás de la base debajo del mandril posterior. Todo el mundo lo había sostenido desde debajo de las poleas y del eje. En persecución de la verdad, el Mayor había dibujado algunos diagramas del torno y la posición de cada uno de los zeks que lo llevaban. Pero hubiera sido más fácil convertirse en un calificado operario de torno que encontrar la persona culpable de la rajadura. La única persona que podía ser acusada, sino de sabotaje, por lo menos de intención de cometer sabotaje, era el ingeniero Potapov. Colérico por las tres horas de interrogatorio, había dicho:
—Vamos, si hubiera deseado perjudicar este tacho, simplemente hubiera colocado un puñado de arena en los cojinetes ¡y ya estaba! ¿Cuál es el objeto de rajar la base?
Shikin, inmediatamente, apuntó esta declaración típica del inveterado saboteador, pero Potapov se rehusó a firmarla.
Lo que hacía tan difícil la presente investigación era que Shikin no disponía de los métodos ordinarios para lograr la verdad: celdas solitarias, celdas de castigo, bofetadas, raciones restringidas para celdas de castigo, interrogatorios nocturnos, ni siquiera la precaución elemental de aislar en celdas diferentes a los investigados. Aquí había que hacer las cosas, en forma tal, que los presuntos criminales pudieran seguir trabajando a plena capacidad y para ello tenían que comer y dormir en forma normal.