Pero, en tanto que los Mayores hacían uso de sus denuncias, no le revelaban sus secretos a él, y ahora Siromakha no sabía a cuál de los dos debía darle las noticias sobre Doronin; no sabía de cuál de los dos era informante Doronin.
Se ha escrito mucho para probar que la gente, en general, es ingrata y desleal. Pero también suele ocurrir lo contrario. Con una absurda falta de precaución, una prodigiosa falta de tino, Ruska Doronin había confiado su intención de convertirse en un agente doble no sólo a uno, dos o tres zeks, sino a más de veinte. Cada uno que lo supo se lo dijo a algunos otros, y el secreto de Doronin se había convertido en propiedad de casi la mitad de la población de la
Era una afrenta para su honor como informante, ¿qué importaba si los oficiales de seguridad se habían perdido toda la escena... cómo pudo perdérsela él? ¿Y qué pasaba con su seguridad personal? ¡Podían haberlo atrapado con la orden de pago lo mismo que atraparon a los otros! Para Siromakha, la traición de Doronin era un disparo que por casualidad no había dado en su cabeza. Doronin había resultado ser un poderoso enemigo; en consecuencia, tenía que ser golpeado con fuerza a su vez. Arthur todavía no comprendía la extensión del desastre.
(Pensaba que Doronin recién hoy o ayer sé había revelado a los otros informantes).
Siromakha no podía abrirse paso hacia las oficinas. No debía perder la cabeza; no debía golpear la puerta cerrada de Shikin, ni siquiera, subir las escaleras con demasiada frecuencia. ¡Y para la de Myshin había una fila! Había sido disuelta al dar las campanadas de las tres, pero durante un tiempo los más tenaces y porfiados de los zeks se quedaron discutiendo con el oficial de guardia en el corredor. Siromakha, tomándose el estómago con una expresión de sufrimiento, se acercó a ellos como, si se encaminara a ver a la ayudante del médico, quedándose allí en la esperanza de que el grupo se diseminara. Ya habían llamado a Dyrsin para ver a Myshin. De acuerdo a los términos de referencia de Siromakha, no había razón para que Dyrsin se demorara en la oficina del mayor, y él se demoró, se demoró y se demoró! Arriesgando el desagrado de Mámurin por su prolongada ausencia del Laboratorio Siete, de los humeantes hierros y resina para soldadura, Siromakha esperó en vano que Myshin despidiera a Dyrsin.
Pero no podía permitirse aclarar su situación a los guardias que vigilaban el corredor. Perdiendo la paciencia, Siromakha subió otra vez hasta el tercer piso buscando a Shikin. Por fin tuvo suerte. Ocultándose en el oscuro retrete próximo a la puerta de Shikin, oyó a través de la madera la peculiar voz aguda del portero, única en la
Hizo un llamado especial. La puerta se abrió y Shikin apareció en la estrecha abertura.
—¡Muy urgente! — dijo Siromakha en un susurro.
—Un minuto —respondió Shikin.
Con un paso ligero Siromakha se alejó por el largo corredor lo bastante como para no encontrar al portero cuando éste saliera. Luego volvió con aire formal y abrió la puerta de Shikin sin golpear.
EN CUANTO A FUSILAR
Después de una semana de investigación del "Caso del Torno Roto", la esencia del accidente permaneció siendo un enigma para el Mayor Shikin. Todo lo, que había podido establecerse era que este torno, fabricado durante la primera guerra mundial en 1916 con su polea dentada y de sistema manual, había sido desconectado de su motor eléctrico por orden de Yakonov, y trasladado desde el Laboratorio Número Tres al taller de reparaciones. Desde que no había acuerdo en cuanto a quién había de trasladarlo, el personal del laboratorio recibió la orden de llevar el torno hasta el corredor del sótano, y desde allí el personal del taller de reparaciones tendría que arrastrarlo a mano, empujándolo por la rampa, y entregarlo al taller de reparaciones del otro lado del patio. (En verdad, había una ruta más corta, con lo que se hubiera evitado bajarlo al sótano, pero en ese caso los zeks hubieran tenido que cruzar el patio principal, visible desde la carretera y del parque, y eso, por supuesto, no podía permitirse desde el punto de vista de la seguridad).
Como ya había pasado lo irreparable, Shikin también podía reprocharse no haber reconocido la importancia de este eslabón vital en la cadena de la producción y, en consecuencia, el no haberlo supervisado personalmente. Pero, después de todo, con perspectiva histórica, los errores de las figuras públicas son siempre lo más aparentes... ¿y cómo pueden eliminarse?