Читаем El cálculo de Dios полностью

Hollus fue al salón. Con un niño de seis años corriendo por ahí, no teníamos nada que pudiese romperse con facilidad, lo que era perfecto. Hollus golpeó la mesa de café y el sofá de camino; nuestro mobiliario no estaba dispuesto con el suficiente espacio para un ser de sus proporciones.

Trajo de vuelta la otomana, la colocó junto a la mesa, y luego se la colocó debajo, de forma que su torso redondo quedase directamente sobre el taburete circular. Luego hizo descender su torso.

—Perfecto —dijo, sonando satisfecho.

Susan parecía estar incómoda.

—Lo lamento, Hollus. No pensé que fueses a venir realmente. No tengo ni idea si lo que preparé es algo que puedas comer.

—¿Qué has preparado?

—Una ensalada: lechuga, tomates cherry, apio picado, trocitos de zanahoria, picatostes, y un aliño de aceite y vinagre.

—Eso lo puedo comer.

—Y chuletas de cordero—

—¿Cocidas?

Susan sonrió.

—Sí.

—Eso también lo puedo comer, si me ofreces un litro de agua a temperatura ambiente para acompañarlo.

—Claro —dijo ella.

—Ya la traigo yo. —Fui a la cocina y l ené un jarro con agua del grifo.

—También he preparado leche malteada para Tom y Rick.

—¿Se trata de la secreción mamaria bovina? —preguntó Hollus.

—Sí.

—Si no es una ofensa, no lo tomaré.

Sonreí, y Ricky, Susan y yo ocupamos nuestros lugares a la mesa. Susan trajo el cuenco de ensalada y me lo pasó. Empleé el tenedor de servir para trasladar un poco a mi plato, luego puse un poco en el de Ricky. Y luego un poco en el plato de Hollus.

—He traído mis propios utensilios —dijo—. Espero que no sea descortés.

—En absoluto —dije. Incluso después de mis viajes a China, yo seguía siendo uno de esos que siempre pedían cuchil o y tenedor en un restaurante chino. Hollus sacó de entre los pliegues de la tela envuelta alrededor de su torso dos dispositivos que se parecían un poco a un sacacorchos.

—¿Dais gracias? —preguntó Hollus.

La pregunta me sobresaltó.

—Normalmente no.

—Lo he visto en televisión.

—Algunas familias lo hacen —dije. Las que tienen algo que agradecer.

Hollus empleó uno de sus sacacorchos para pinchar algo de lechuga y luego se la llevó al orificio en la parte alta de su cuerpo circular. Ya le había visto ejecutar los movimientos de comer, pero nunca le había visto comer de verdad. Se trataba de un proceso ruidoso; su dentición producía un castañeteo mientras actuaba. Supongo que cuando usaba su avatar sus orificios de habla eran los únicos que tenían micrófonos; supuse que era por eso que nunca había oído ese sonido.

—¿Está bien la ensalada? —le pregunté.

Hollus siguió transfiriéndola a su orificio de alimentación mientras hablaba; supuse que los forhilnores nunca se atragantaban al cenar.

—Está muy buena, gracias —dijo.

Ricky habló.

—¿Por qué hablas así? —preguntó. Mi hijo imitó a Hollus hablando en turnos por el lado izquierdo y derecho de la boca—. «Es» «tá» «muy» «bue» «na», «gra» «cias».

—¡Ricky! —dijo Susan, avergonzada por el hecho de que nuestro hijo hubiese olvidado sus modales.

Pero a Hollus no pareció importarle la pregunta.

—Una cosa que mi pueblo y los humanos comparten es un cerebro dividido —dijo—. Vosotros tenéis un hemisferio izquierdo y uno derecho, y también nosotros. Creemos que la consciencia es el resultado de la interacción de los dos hemisferios; creo que los humanos tienen teorías similares. En los casos en que los hemisferios han quedado separados debido a una lesión, de forma que son completamente independientes, las frases completas surgen de un único orificio fonador, pero expresan pensamientos mucho menos complejos.

—Oh —dijo Ricky, volviendo a la ensalada.

—Eso es fascinante —dije. Coordinar el habla entre mitades cerebrales parcialmente autónomas debía de ser difícil; quizá por eso Hollus pareciese incapaz de emplear contracciones—. Me pregunto si en el caso de que nosotros tuviésemos dos bocas, los humanos también alternaríamos palabras o sílabas entre el as.

—Parece que dependéis menos de la integración izquierda — derecha que los forhilnores —dijo Hollus—. Tengo entendido que en casos de un corte del corpus cal osum, los humanos pueden seguir andando.

—Creo que así es, sí.

—Nosotros no —dijo Hollus—. Cada mitad del cerebro controla tres piernas, en el lado correspondiente del cuerpo. Nuestras piernas deben actuar juntas o nos caemos, y…

—Mi papá va a morir —dijo Ricky mientras seguía mirando a la ensalada.

Me dio un vuelco el corazón. Susan parecía horrorizada.

Hollus dejó a un lado sus utensilios para comer.

—Sí, me lo dijo. Lo lamento mucho.

—¿No puedes ayudarle? —preguntó Ricky, ahora mirando al alienígena.

—Lo lamento —dijo Hollus—. Pero no hay nada que yo pueda hacer.

—Pero vienes del espacio y todo eso —dijo Ricky.

Los pedúnculos de Hollus dejaron de moverse.

—Así es.

—Así que deberías saber cosas.

—Sé algunas cosas —dijo—. Pero no sé cómo curar el cáncer. Mi propia madre murió de cáncer.

Ricky miró al alienígena con gran interés. Parecía como si quisiese ofrecer una palabra de apoyo al alienígena, pero estaba claro que no sabía qué decir.

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