—Los forhilnores no estamos mucho más avanzados que su especie… quizás un siglo como mucho; ciertamente no más que eso. Espero que dentro de unas décadas sus físicos hagan los descubrimientos que les permitirán emplear la fusión para acelerar de forma barata una nave espacial hasta una fracción de la velocidad de la luz.
—¿En serio? Guau. Pero… ¿qué antigüedad tiene Beta Hydri? —Sería una gran coincidencia que tuviese la misma edad que el sol de la Tierra.
—Como unos 2.600 millones de años terrestres.
—Un poco más que la mitad de la edad de Sol.
—¿Sol? —dijo Hollus con la boca izquierda.
—Así es como l amamos a nuestra estrel a cuando queremos distinguirla de las otras — dije—. Pero si Beta Hydri es tan joven, me sorprende que tengan vertebrados en su mundo, y más aún vida inteligente.
Hollus lo meditó.
—¿Cuándo apareció la vida por primera vez sobre la Tierra?
—Ciertamente teníamos vida hace 3.800 mil ones de años, hay fósiles de esa antigüedad, y es posible que estuviese aquí desde hace 4.000 mil ones de años.
El alienígena parecía incrédulo.
—Y los primeros animales con columnas vertebrales aparecieron como hace 500.000 mil ones de años, ¿no? ¿Así que llevó casi 3.500 millones de años pasar del origen de la vida a los vertebrados ? —Agitó el torso—. La vida se originó en mi mundo cuando tenía 350 millones de años, y los vertebrados aparecieron 1.800 mil ones de años después.
—Me pregunto por qué precisó tanto tiempo en este mundo.
—Como le dije —dijo Hollus—, el desarrol o de la vida en ambos mundos fue manipulado por Dios. Quizá su fin era que múltiples especies inteligentes surgiesen simultáneamente.
—Ah —dije dubitativo.
—Pero, incluso si eso no fuese cierto —dijo Hollus—, hay otra razón para que todas las civilizaciones capaces de viajar por el espacio tengan un desarrol o similar.
Algo me molestaba en el fondo de mi mente, algo que en una ocasión había visto explicar a Carl Sagan en televisión: la ecuación de Drake. Disponía de varios términos, incluyendo la tasa de formación estelar, la fracción de estrellas que podrían tener planetas, y demás. Multiplicando todos esos términos, se suponía que podías estimar el número de civilizaciones inteligentes que podrían existir ahora mismo en la Vía Láctea. No podía recordar todos los términos, pero recuerdo el último, porque me dio un escalofrío cuando Sagan lo comentó.
El término final era el tiempo de vida de una civilización tecnológica: el número de años entre el desarrollo de la emisión de radio y la extinción de la especie. Los humanos habían empezado a emitir en serio alrededor de 1920; si la Guerra Fría se hubiese vuelto caliente nuestra posición como especie tecnológica podría haber durado menos de treinta años.
—¿Se refiere al tiempo de vida de una civilización? —dije—. ¿El período de tiempo antes de que vuele por los aires?
—Es una posibilidad, supongo —dijo Hollus—. En realidad, nuestra propia especie tuvo dificultades para aprender a usar con sabiduría la energía atómica. —El alienígena hizo una pausa—. Entiendo que muchos humanos sufren de problemas mentales.
Me asombró el aparente cambio de tema.
—Eh, sí. Supongo que es cierto.
—Como también muchos forhilnores —dijo Hollus—. Es otra preocupación: al avanzar la civilización, la capacidad de destruir a toda la especie se vuelve más accesible. Con el tiempo, cae en manos no sólo de los gobiernos sino también de los individuos… algunos de los cuales están desequilibrados.
Era una idea pasmosa. Un término nuevo en la ecuación de Drake:
El simulacro Hollus se me acercó un poco.
—Pero ése no es el problema principal. Le dije que mi especie, los forhilnores, ha establecido contacto con otra especie tecnológica, los wreeds, antes de venir con ustedes; en realidad nos encontramos por primera vez hace sesenta años… al ir a Delta Pavonis y descubrirlos.
Asentí.
—Y le dije que mi nave espacial, la
—Pero ¿ya no?
—Correcto.
—¿Qué encontraron? —pregunté—. ¿Ruinas bombardeadas? —Mi mente se l enó con extrañas imágenes de arquitectura alienígena, retorcida, fundida y carbonizada por las explosiones atómicas.
—Nunca.
—Entonces, ¿ qué ?
Hollus abrió los dos brazos y agitó el torso.
—Ciudades abandonadas, algunas inmensamente antiguas… algunas tan antiguas que estaban profundamente enterradas.
—¿Abandonadas? —dije—. ¿Quiere decir que los habitantes habían ido a algún otro sitio?
Los ojos del forhilnor se tocaron como gesto afirmativo.
—¿Dónde?
—La cuestión sigue abierta.