Yo, por otra parte, necesitaba comida de verdad. Susan me había puesto un batido energético de fresa y plátano y dos muslos sobrantes de la cena del día anterior. Me tragué la espesa bebida y me comí la mitad de uno de los muslos. Deseé tener algo diferente para comer; me parecía algo primitivo el tener que emplear los dientes para arrancar la carne de unos huesos frente a un alienígena, aunque, por lo que yo podía saber, Hollus bien podría estarse metiendo hámsteres vivos por el gaznate.
Mientras comíamos, Hollus y yo miramos los vídeos que Abdus había traído; había hecho que el departamento educativo llevase una unidad combinada de televisor y vídeo a mi despacho.
El primero fue «Arena», un episodio de la serie original de
—¿Lo ve? —le dije—. Es un alienígena… un vulcaniano.
—«Parece» «un» «ser» «humano» —dijo Hollus; podía comer y hablar al mismo tiempo.
—Fíjese en los oídos.
Los pedúnculos de Hollus dejaron de moverse de un lado a otro.
—¿Y eso le convierte en alienígena?
—Bien —dije—, evidentemente, se trata de un actor humano interpretando el papel… un tipo llamado Leonard Nimoy. Pero, sí, se supone que las orejas sugieren lo extraño; el programa se rodó con muy bajo presupuesto —hice una pausa—. En realidad, Spock no es más que medio vulcaniano; la otra mitad es humana.
—¿Cómo es posible tal cosa?
—Su madre era humana; su padre era un vulcaniano.
—Eso no tiene sentido desde el punto de vista biológico —dijo Hollus—. Sería más probable que pudieses cruzar una fresa con un ser humano; al menos evolucionaron en el mismo planeta.
Sonreí.
—Créame, lo sé. Pero espere, sale otro alienígena en este episodio. —Avancé un rato, y le volví a dar al botón.
»Eso es un gorn —dije, señalando un reptil verde sin cola y de ojos compuestos que vestía una túnica dorada—. Es el capitán de la otra nave estelar. Muy bueno, ¿eh? Es uno que siempre me ha gustado… me recordaba a un dinosaurio.
—Exacto —dijo Hollus—. Lo que significa que tiene un aspecto demasiado terrestre.
—Bien, es un actor en un traje de goma —dije.
Los ojos de Hollus me miraron como si yo me hubiese comportado de nuevo como el Maestro de lo Claramente Evidente.
Miramos como el gorn se movía un poco, y luego saqué la cinta y puse «Viaje a Babel». Pero no la adelanté; dejé que se desarrol ara el argumento.
—¿Los ve? —dije—. Ésos son los padres de Spock. Sarek es un vulcaniano puro, y Amanda, la mujer, es una humana pura.
—Asombroso —dijo Hollus—. ¿Y los humanos creen que tal cruce es posible?
Me encogí un poco de hombros.
—Bien, es ciencia ficción —dije—. Es entretenimiento —avancé hasta la recepción diplomática. Un alienígena bajo con nariz de cerdo se dirigía a Sarek.
—No, usted —dijo—. ¿Qué ha votado usted, Sarek de Vulcano?
—Es un telarita —dije. Luego, al recordarlo—: Su nombre es Gav.
—Se parece a uno de sus cerdos —objetó Hollus—. Una vez más, demasiado terrestre.
Avancé un poco más.
—Eso es un andoriano —dije. La pantalla mostraba a un humano de piel azul y pelo blanco, con dos gruesas antenas segmentadas que le sobresalían de lo alto de la cabeza.
—¿Cuál es su nombre? —preguntó Hollus.
Era Shras, pero por alguna razón me avergoncé de saberlo.
—No lo recuerdo —dije.
Luego puse otra cinta: la edición especial de
A Hollus le gustó Greedo —el secuaz de Jabba con aspecto de insecto que planta cara a Han Solo— y le gustó Hammerhead y alguno de los otros, pero seguía creyendo que la humanidad no conseguía producir una imagen realista de la vida extraterrestre. Claramente yo no disentía con esa opinión.
—Aun así —dijo Hollus—, sus cinematógrafos han conseguido reflejar correctamente un detalle.
—¿Cuál es? —pregunté.
—La recepción diplomática; la escena del bar. Todos los alienígenas que aparecen muestran tener el mismo nivel de tecnología.
Fruncí el ceño.
—Siempre creí que era uno de los detal es menos creíbles. Es decir, el universo tiene como unos 12.000 millones de años…
—En realidad, tiene 13.934 mil ones de años —dijo Hollus—, medidos en años de la Tierra, claro.
—Bien, vale. El universo tiene 13.900 mil ones de años, y la Tierra sólo 4.500 millones. Debe de haber planetas mucho más antiguos que el nuestro, y muchos, bastante más jóvenes. Esperaría que algunas de las especies inteligentes estuviesen millones, incluso miles de millones, de años por delante de nosotros, y que algunas fuesen más primitivas.
—Una especie algunas décadas más antigua que la de ustedes no dispondría de radio ni de viaje espacial y por tanto sería indetectable —dijo Hollus.
—Cierto. Pero aun así, muchas especies serían mucho más avanzadas que nosotros… como, bien, como ustedes, por ejemplo.
Los ojos de Hollus se miraron entre sí. ¿Una expresión de sorpresa?