Читаем Círculo de espadas полностью

»Son buenos luchadores, y su historia es larga y sangrienta, pero un hwarhath casi nunca ha atacado a civiles. A los hombres, sí. Ningún hombre es civil una vez pasada la niñez. Siempre es una caza legal, incluso en su lecho de enfermo, incluso si es un anciano centenario. Pero las mujeres y los niños no pueden ser tocados. No físicamente. —Sonrió—. He leído algunas de las obras de mujeres. Hablan de lo que significa pertenecer a un linaje que ha sido derrotado. Todos los parientes del sexo masculino con más de veinte años, y a veces más de quince, son asesinados. Los hermanos, los tíos, los primos. Ellas y sus hijos se convierten en miembros del linaje que destruyó a su familia. Algunas eligen la opción, pero eso no es algo totalmente respetable. Se supone que deben seguir vivas por el bien de sus hijos.

»Y se supone que los hijos olvidan a sus tíos y a sus hermanos mayores. Una vez acabada la guerra, una vez que son adoptados, la venganza se convierte en asesinato en el seno de la familia, y ése es un crimen espantoso.

—Nick, ¿esto tiene alguna importancia en este momento?

—¿Estoy divagando? Esto me resulta difícil. Estaba diciendo que los miembros del Pueblo no matan a mujeres ni a niños. Ha ocurrido, pero no con frecuencia. Cuando esto sucede, por lo general da origen a una especie de guerra santa. Todos los vecinos se unen y destruyen al linaje proscrito. —Hizo una pausa y la miró directamente—. Los humanos atacan a la población civil. Ésa ha sido la forma más importante de lucha en los dos o tres siglos pasados. Los hwarhth lo saben. Saben que estarán en terrible desventaja si luchan con nosotros respetando sus propias reglas.

»Los humanos pueden atacar sus ciudades, pero ellos no pueden responder al ataque. Supongo que cada uno descubrirá el planeta madre del otro. Demonios, los miembros del Pueblo están casi seguros de saber dónde está la Tierra. Podrían arrebatarnos nuestro planeta madre ahora mismo, si no fuera por sus reglas.

»También saben que es sólo cuestión de tiempo que los humanos descubran las leyes hwarhath de la guerra, y entonces algunos humanos estúpidos, algún grupo de estúpidos, dirá: “Hemos cogido al enemigo. Sabemos cómo destruirlo.” Y creo que cuando esto ocurra, probablemente los humanos decidirán declarar la guerra. Se lo he dicho al general, y le he dicho que creo que al Pueblo le queda un año, dos a lo sumo. Hay información en los archivos que cogimos de tu planeta Reed, lo que sea.

—1935-C —repuso Anna.

Él asintió.

—Algunos de los tuyos están a punto de comprender las reglas de los hwarhth que indican cuándo es correcto matar. Pero hay otras cosas del Pueblo que les llevará más tiempo averiguar, y antes de que empiecen a comprender, la humanidad probablemente habrá entrado en una guerra a gran escala. ¿Sabes, Anna? Creo que me apetece beber algo, y que no sea café.

Ella fue a la cocina y volvió con una botella de Rose d’Anjou y dos vasos; los llenó y le entregó uno a Nick. Él lo dejó en la mesa.

—Los hwarhath dicen que para ser una persona debes ser capaz de juzgar y discernir. Sobre todo, debes ser capaz de juzgar y discernir en el campo moral.

»No creen que el aspecto tenga mucho que ver con el hecho de ser una persona. Para empezar, tienen parientes cercanos que aún viven: la Población Red. Son el equivalente de… oh, no lo sé. ¿Homo habilis? Algo así. Han logrado sobrevivir en un puñado de islas, como los orangutanes en la Tierra, hasta cuando fuera.

—Hace un siglo —dijo Anna, que sintió una pena conocida: la de la desaparición de otra especie.

—Los miembros del Pueblo saben que los de la Población Red son parientes cercanos, pero que no son personas. No tienen un sistema moral que el Pueblo pueda reconocer como tal.

»Y algunos de los hwarhath tampoco son verdaderas personas. Según el Pueblo, no es asesinato matar a alguien que se encuentra en estado de coma, o cuyo cerebro no funciona adecuadamente por la razón que sea. Por accidente o enfermedad. Por un defecto de nacimiento. Cuando matas a alguien así, estás ahorrándole sufrimiento. Creen que estamos locos porque pensamos que una persona es humana simplemente porque tiene el aspecto de un ser humano.

Anna estaba un poco mareada.

—Lo mismo se aplica a los criminales. Entre los miembros del Pueblo los hay, aunque no tantos como entre los humanos, al menos por lo que yo he podido determinar. Pero decididamente saben que hay miembros de su especie que son normales en lo que se refiere a la inteligencia pero que no tienen criterio moral. Prefieren que esta gente se suicide. Por eso les ofrecen la opción y un poco de tiempo. Si el criminal sigue vivo, ellos pueden acabar matándolo. Depende del crimen cometido. Nunca se mata como castigo. Los hwarhath no son especialmente vengativos, y no tienen nuestra idea de la justicia. Para ellos, matar a un criminal es como matar a un animal peligroso.

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