En los días en que Vaihar la escoltaba, él y Anna hablaban de literatura humana. Vaihar quería leer otro libro. Ella le recomendó
—Oh, sí —dijo Vaihar—. He oído hablar de eso, aunque no puedo decir que lo comprenda. ¿Por qué alguien querría esclavizar, si es ésa la palabra correcta, a mujeres y niños? ¿Y por qué un hombre se sometería?
Como cada vez que trataba con los
En los días en que la escoltaba Matsehar, hablaban de teatro. Mejor dicho, Matsehar hablaba y ella escuchaba. Él había empezado a trabajar en su versión de
—Estoy empezando a comprender cómo actúan los humanos cuando son tortuosos. Nicky dijo que me resultaría útil venir aquí; y tenía razón, como suele ocurrir.
En una ocasión vio a Nicholas en un pasillo, hablando con un alienígena de pelaje blanco como la nieve. Había algo diferente en la postura de Nick, aunque al principio no logró deducir qué era. Nick la vio y se irguió, le sonrió y levantó una mano a modo de saludo. Luego reanudó la conversación.
—Me pregunto qué ve en esa pelota de pelo —dijo Matsehar.
—Ese estúpido blanco como la nieve. El imbécil. El bufón.
—¿Quién es?
—El actual campeón de
Le preguntó por el
—No sé qué se propone Nicky; practica el
Claro que no.
—¿Acaso Nick…? —No encontró una forma cortés de concluir la pregunta.
—Sanders Nicholas es muy conocido por su costumbre de mirar a todos. Dice que sería impío hacer otra cosa.
—¿Qué?
—Según él, los humanos sufren una serie de enfermedades desagradables que se transmiten sexualmente.
—Así es.
—Bueno, nosotros también, aunque ninguna es tan terrible como las enfermedades debilitantes que Nicky ha descrito.
Las enfermedades por VIH. Cada cuatro o cinco años surgía una nueva cepa que —como en el caso de las nuevas cepas del virus de la gripe— recibía el nombre del lugar en el que aparecía por primera vez.
—Pero Nicky no contrae nuestras enfermedades. Ninguna de ellas. Tiene el mismo aspecto que nosotros, pero sólo es una cuestión de apariencia. En el nivel en el que las enfermedades viven y se reproducen, él es muy distinto.
—¿Qué tiene que ver esto con la piedad? —preguntó Anna.
—Él dice que ha llegado accidentalmente a un sitio en el que es posible practicar el sexo con muchas personas sin tener miedo a morir. Y que eso es un regalo de la Diosa. Cuando la que creó el universo nos da un regalo, hay que usarlo.
»Lo más probable es que esté bromeando; aunque nunca se puede estar seguro. Él hace chistes y parece que habla totalmente en serio, y cuando está serio uno piensa que tal vez está bromeando. Pero no cabe duda de que mira a todos.
Recorrieron otro pasillo en silencio. Luego Matsehar volvió a hablar de su versión de
IX
Una tarde recibí la visita de Matsehar. Estaba de un humor extraño, triste y al mismo tiempo malicioso. No logré explicármelo, aunque siempre se lo veía taciturno: era el precio del genio y de ser diferente.
Cada vez que algo le molesta —ira, fatiga o tensión— se vuelve más torpe que de costumbre. Dejó caer mi pequeño ordenador de lectura mientras intentaba cargar su versión de
—¿Te gusta Anna? —Yo no lo veía desde que él se había hecho cargo del servicio de escolta y, por lo que sé, siempre ha demostrado interés por los humanos.