Читаем Solaris полностью

— Oh, seguro que sí —respondí distraído. Íbamos de regreso a nuestros aposentos y yo no paraba de darle vueltas a aquel estúpido armario. ¿Era allí pues donde escondía…? ¿Y toda aquella conversación…? Las mejillas me ardían y me las froté mecánicamente. Dios, qué locura. ¿En qué habíamos quedado, después de todo? ¿En nada? Ah, sí, mañana por la mañana…

De pronto, el miedo se apoderó de mí, igual que la noche anterior. Mi encefalograma, el registro completo de todos mis procesos cerebrales traducido en variaciones de haces de rayos, sería enviado allí abajo. Al interior de aquel incomprensible monstruo sin límites. Snaut había dicho: «si desapareciera, sufrirías mucho, ¿verdad?». El encefalograma es una transcripción completa, incluso de los procesos inconscientes. ¿Y si quiero que desaparezca y que muera? Si no, ¿por qué me asustó tanto que hubiera sobrevivido a aquel terrible atentado? ¿Puede uno ser responsable de su propio inconsciente? Si yo no soy responsable de él, entonces, ¿quién lo es? ¡Qué idiotez! ¡Por qué habré dado mi conformidad para que justo mi, mi…! Naturalmente, antes puedo estudiarme la transcripción, pero no sabré descifrarla. Nadie sabe hacerlo. Los especialistas pueden, tan solo, definir en qué había estado pensando la persona examinada, pero todo son generalidades: a modo de ejemplo, verán que había estado resolviendo un problema matemático, pero no sabrán decir de qué tipo. Consideran que cualquier otra cosa es imposible porque el encefalograma es una media, una mezcla de multitud de procesos paralelos, pero solo una parte de ellos tiene una base psíquica. ¿Y los procesos subconscientes? De eso no quieren ni oír hablar, sin mencionar la lectura de los recuerdos, sean estos reprimidos o no. Entonces, ¿por qué tengo tanto miedo? Después de todo, yo mismo le había estado diciendo a Harey por la mañana que aquel experimento no serviría de nada. Si nuestros neurofisiólogos no son capaces de descifrar el registro, ¿cómo conseguiría hacerlo aquel ajeno, negro y líquido gigante?

No obstante, él se había introducido dentro de mí, aunque ignoro cómo, para atravesar toda mi memoria y localizar el átomo más doloroso. Lo hizo sin ayuda de nadie; sin ningún tipo de «transmisión lumínica», irrumpió a través de la doble coraza hermética y de los pesados caparazones de la Estación, donde buscó mi cuerpo, y se marchó con el botín.

— ¿Kris? — dijo Harey en voz baja. Yo estaba junto a la ventana, mirando ensimismado cómo empezaba a caer la noche. La nebulosa, muy débil en esta latitud, ocultaba las estrellas. Era una fina y uniforme capa de nubes tan altas que el sol, desde el abismo, situado ya por debajo del horizonte, la obsequiaba con su resplandor más delicado, de plata rosáceo.

Si ella desaparece, significará que lo he deseado. Que la he matado. ¿Y si no acudo a la cita? No pueden obligarme. ¿Qué les diré? Esto no. No puedo. Sí, hay que fingir, hay que mentir, siempre lo mismo. Pero es porque dentro de mí se albergan pensamientos, intenciones, esperanzas crueles, maravillosas y asesinas, de las que no sé nada. El ser humano ha emprendido el viaje en busca de otros mundos, otras civilizaciones, sin haber conocido a fondo sus propios escondrijos, sus callejones sin salida, sus pozos, o sus oscuras puertas atrancadas. ¿Entregarla… por vergüenza? ¿Entregarla tan solo porque me falta valentía?

— Kris — susurró Harey, aún más bajo. Sentí, más que oírlo, que se me acercaba sin hacer ruido y fingí no darme cuenta. Quería estar solo en ese momento. Tenía que estar solo. Aún no me había atrevido a tomar ninguna decisión, ni estaba determinado a nada. Con la mirada fija en el cielo cada vez más oscuro, en las estrellas que no eran más que la sombra fantasmagórica de las estrellas terrestres, permanecí inmóvil y, en medio del vacío que sustituía a la fuga de ideas de hacía un rato, dentro de mí fue creciendo, sin palabras, la inerte e impasible seguridad de que, en ese lugar al que no tenía acceso, ya había hecho una elección y, mientras fingía que no pasaba nada, ni siquiera tenía fuerzas suficientes como para despreciarme a mí mismo.

<p>LOS PENSADORES</p>

— Kris, ¿es por culpa de ese experimento?

Me encogí al oír su voz. Llevaba horas insomne, mirando fijamente la oscuridad, en soledad, sin ni siquiera escuchar su aliento; me había olvidado de ella, mientras recorría los recovecos de mis laberínticos pensamientos nocturnos: delirantes y en parte razonables, por lo que cobraban una nueva dimensión y significado.

— ¿Qué? ¿Cómo sabías que no estaba durmiendo…? — pregunté. Había miedo en mi voz.

— Por tu respiración… — contestó en voz baja, con tono de disculpa —. No quería molestarte… Si no puedes, no digas nada…

— No, no pasa nada. Es por el experimento. Lo has adivinado.

— ¿Qué esperan de él?

Перейти на страницу:

Похожие книги

Аччелерандо
Аччелерандо

Сингулярность. Эпоха постгуманизма. Искусственный интеллект превысил возможности человеческого разума. Люди фактически обрели бессмертие, но одновременно биотехнологический прогресс поставил их на грань вымирания. Наноботы копируют себя и развиваются по собственной воле, а контакт с внеземной жизнью неизбежен. Само понятие личности теперь получает совершенно новое значение. В таком мире пытаются выжить разные поколения одного семейного клана. Его основатель когда-то натолкнулся на странный сигнал из далекого космоса и тем самым перевернул всю историю Земли. Его потомки пытаются остановить уничтожение человеческой цивилизации. Ведь что-то разрушает планеты Солнечной системы. Сущность, которая находится за пределами нашего разума и не видит смысла в существовании биологической жизни, какую бы форму та ни приняла.

Чарлз Стросс

Научная Фантастика