Algunas veces la vieja cicatriz en su frente le picaba incómodamente, pero él no era tan tonto como para contárselo a Ron, Hermione o Sirius, o como para suponer que ellos encontrarían eso interesante. En el pasado, su cicatriz le había dolido cuando Voldemort se estaba volviendo fuerte de nuevo, pero ahora Voldemort había vuelto y ellos pensarían que lo único que Harry intentaba era llamar la atención... Nada de qué preocuparse... Viejas noticias...
La injusticia era que todo brotaba en su interior, por eso él quería gritar con furia. ¡Si no hubiera sido por él, nadie habría sabido nunca que Voldemort había vuelto! Y su recompensa era estar atrapado en Little Whinging durante cuatro largas semanas, completamente fuera del mundo mágico, reducido a ocuparse de las agonizantes begonias para oír ¡cómo los periquitos hacían esquí acuático! ¿Cómo podía Dumbledore haberse olvidado de él tan fácilmente? ¿Por qué estaban Ron y Hermione juntos sin invitarle a estar con ellos? ¿Cuánto tiempo se suponía que tendría que aguantar a Sirius diciéndole que fuera un buen chico; o resistir a la tentación de escribir a El Profeta y contar que Voldemort había vuelto? Estos furiosos pensamientos giraban alrededor de la cabeza de Harry, y su interior se retorcía de ira como una bochornosa y suave noche cayendo a su alrededor, el aire lleno del olor templado, malos gases, y el único sonido del retumbante ruido del tráfico de las calles cercanas al parque. No sabía cuánto tiempo llevaba allí sentado en el columpio cuando las voces de sus meditaciones fueron interrumpidas y miró hacia 11
arriba. Las farolas de las calles de alrededor arrojaban una borrosa luz suficiente para apreciar la silueta de un grupo de gente haciendo su camino a través del parque. Uno de ellos iba cantando fuerte una canción grosera. Los otros iban riéndose. Un suave ruido vino de sus caras bicicletas de carreras.
Harry sabía qué personas eran. La figura al frente era inconfundiblemente la de su primo, Dudley Dursley, poniendo camino a casa acompañado de su fiel pandilla.
Dudley estaba más vasto que nunca, pero un año de dura dieta y el descubrimiento de un nuevo talento había trabajado un cambio en su psíquico. Tío Vernon contaba con gran placer a todo el que quisiera escucharle,
que
Dudley
se había convertido
recientemente en el Campeón Júnior de Pesos Pesados de la Escuela de Boxeo del Sureste. "El noble deporte", como Tío Vernon lo llamaba, había hecho a Dudley incluso más formidable que en sus días de escuela primaria. Harry no estaba ni remotamente asustado de su primo porque él no pensaba que fuera motivo de celebración el que Dudley hubiera aprendido a dar puñetazos duramente y con más precisión. Los niños de los vecinos alrededor estaban aterrorizados de él - incluso más aterrorizados que de "ese chico Potter" quién, según ellos pensaban, estaba siendo atendido en el Centro de Seguridad San Bruto para Criminales Incurables.
Harry miraba las oscuras figuras cruzando la hierba y se preguntaba a quién habrían estado pegando esa noche. "Mirad alrededor", Harry se encontró pensando y mirándoles. "Vamos...
Mirad alrededor... Estoy sentado aquí solo... Vamos, mirad...".
Si los amigos de Dudley le veían sentado allí, seguramente se irían derechitos hacia él, ¿y qué haría Dudley entonces? No querría perder su reputación delante de su pandilla, pero él había provocado terriblemente a Harry... Sería muy divertido ver el dilema de Dudley, mofarse de él, mirarlo, con su impotencia a responderle... y si alguno de los otros trataba de pegarle, Harry estaba preparado, tenía su varita. Dejemos que prueben... le 12
encantaba dar rienda suelta a su frustración con los chicos que una vez habían hecho de su vida un infierno.
Pero ellos no miraron alrededor, no le vieron, pasaron por la verja. Harry dominó su impulso de llamarles... Buscar una pelea no sería nada inteligente... Él no debía usar magia... Podía ser expulsado.
Las voces de la pandilla de Dudley murieron lejos; estaban fuera de la vista, yendo a lo largo de la calle Magnolia.
"Ahí está, Sirius", Harry pensó con desgana. "Nada precipitado.
Manteniéndome sin meterme en líos. Exactamente lo opuesto a lo que tú has hecho".
Se puso de pie y se estiró. Tía Petunia y Tío Vernon parecían sentir que cualquier hora a la que Dudley volviera estaba bien, y cualquier momento después de esa hora era demasiado tarde. Tío Vernon había amenazado con encerrar a Harry en la alacena si él volvía a casa después que Dudley otra vez, por eso, reprimiendo un bostezo, y todavía con el rostro ceñudo, saltó la puerta del parque.