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Miró la mirada hacia la puerta; Harry tomó la oportunidad para vaciar su casi llena taza de café en la maceta más cercana con flores secas. Se podía oír gente corriendo y gritando varios pisos abajo.

“¡Te acompaño al almuerzo, Potter!” dijo Umbridge, levantando su varita y saliendo rápidamente de la oficina. Harry le dio unos 637

segundos a que se adelantara y después se apresuró tras ella para ver cual era la fuente de todo ese alboroto.

No fue difícil determinarlo. Un piso abajo, reinaba el caos.

Alguien (y Harry tenía la muy perspicaz idea de quien) había prendido lo que parecía ser un enorme vehículo de fuegos artificiales hechizados.

Dragones formados completamente de chispas verdes y rojas volaban por todos los corredores, emitiendo muy fuertes y agresivos estallidos

y

detonaciones. Ruedas Giratorias

extremadamente rosas de cinco pies de diámetro volaban letalmente por el aire como muchos platillos voladores. Cohetes con largas colas de estrellas brillantes rebotaban en las paredes.

Cohetes Chispeantes que escribían groserías en el aire por voluntad propia. Petardos explotaban como minas en cualquier lugar al que Harry viera, y en lugar de quemarse, desvaneciéndose, o hacer un extraño chiflido, estos milagros pirotécnicos parecían ganar en energía y en ímpetu mientras más pasaba el tiempo.

Filch y Umbridge estaban parados, aparentemente paralizados de miedo, a la mitad de las escaleras. Mientras Harry veía, una de las Ruedas Giratorias más grandes decidió que necesitaba más espacio para maniobrar; giró hacia Umbridge y Filch con un siniestro wheeeeeeeeeee. Ambos gritaron con miedo y se agacharon cuando salió zumbando por la ventana de atrás de ellos y cruzó los terrenos. Mientras tanto, varios de los dragones y un enorme murciélago morado que humeaba en gran cantidad, tomaron ventaja de la puerta al final del corredor para escapar hacia el segundo piso.

“¡Apúrate, Filch, apúrate!” chilló Umbridge. “Estarán por toda la escuela a menos que hagamos algo –

¡Stupefy!”

Un rayo de luz roja salió de la punta de su varita y le dio a uno de los cohetes, En lugar de congelarse en medio del aire, explotó con tal fuerza que le hizo un agujero a una pintura de una bruja con apariencia estúpida en medio de una pradera – esta apenas 638

alcanzó a correr, reapareciendo segundos después apretujada en la pintura de al lado, en donde un par de magos que jugaban cartas se pararon rápidamente para hacerle un lugar.

“¡No los aturdas, Filch!” gritó Umbridge enojadamente, como si fuera una sugerencia suya.

“¡Tiene razón, Directora!” respondió Filch, que era un Squib por lo que le hubiera resultado más fácil tragarse los fuegos artificiales que aturdirlos. Se apresuró hacia una alacena cercana, sacó una escoba, y empezó a golpear a los fuegos artificiales en el aire; en segundos la cabeza de la escoba estaba en llamas.

Harry había visto lo suficiente. Riéndose, se agachó un poco, corrió a la puerta que sabía estaba escondida detrás del tapiz un poco a lo largo del corredor y se deslizó a través de él para encontrar a Fred y a George escondiéndose detrás de él, escuchando los gritos de Umbridge y de Filch y temblando con callada alegría.

“Impresionante,” dijo calladamente Harry, sonriendo. “Muy impresionante... Ustedes van a poner al Dr. Filibuster fuera del negocio, sin problema...”

“Salud,” murmuró Fred, limpiándose las lágrimas de la cara causadas por la risa. “ Ah, espero que trate de desaparecerlos...

Se multiplican por diez cada vez que lo intentas...”

Los fuegos artificiales continuaron quemándose y esparciéndose por toda la escuela esa tarde. A pesar de que causaron tanta desorganización, especialmente los petardos, a los otros profesores parecía no importarles mucho.

“Querida, querida,” dijo la Profesora McGonagall burlonamente, al momento en que uno de los dragones volaba alrededor de su salón, emitiendo grandes explosiones y echando fuego. “Señorita Brown, ¿le importaría ir con la Directora e informarle que tenemos un fuego artificial en el salón?”

El resultado de todo esto fue que la Profesora Umbridge pasara su primera tarde como directora recorriendo toda la escuela respondiendo a los llamados de los profesores, que parecían no ser capaces de deshacerse de los fuegos artificiales sin su ayuda.

639

Cuando sonó la última campanada y los estudiantes se dirigían hacia la Torre Gryffindor con sus mochilas, Harry vio, con gran satisfacción, a una despeinada y sucia Umbridge tambaleante con la cara sudada, que venía del salón del Profesor Flitwick.

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Денис Ратманов

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