“Ahora quedaros aquí todos mientras damos un poco de luz”, susurró Moody.
Las voces silenciosas de los otros producían en Harry un extraño presentimiento; era como hubieran entrado en la casa de una persona muerta. Escuchó una ruido sibilante y suave y entonces unas lámparas de gas totalmente pasadas de moda volvieron a la vida a lo largo de las paredes, arrojando una parpadeante y escasa luz sobre el despegado papel de la pared y la raída alfombra durante un rato. El oscuro corredor apenas estaba iluminado por una luz tenue que reflejaban una tela de araña del techo y los marcos de unos retratos ennegrecidos por los años, que colgaban torcidos de las paredes. Harry escuchó algo detrás del rodapié. Tanto la tela de araña, como los candelabros que estaban en una raquítica mesa cercana parecían tener forma de serpientes.
Se oyó el sonido de unos pasos rápidos y la madre de Ron, la señora Weasley, salió de una puerta situada al final del vestíbulo.
Estaba sonriendo para dar la bienvenida y corrió rápidamente hacia ellos, aunque Harry se dio cuenta de que estaba bastante más delgada y pálida que la última vez que la había visto.
“¡Oh, Harry, es fantástico verte de nuevo!” susurró, apretándole en un abrazo antes de cogerle por el brazo y examinarlo críticamente. “Estás demasiado delgado, necesitas alimentarte, aunque me temo que tendrás que esperar un poco para cenar.”
Se giró hacia la pandilla de magos que estaban detrás de él y susurró urgentemente, “Acaba de llegar, la reunión ya ha empezado.”
Los magos que estaban detrás de Harry hicieron sonidos de interés y excitación y empezaron a pasar uno detrás de otro hacia la puerta por la cual la señora Weasley acababa de salir. Harry hizo ademán de seguir a Lupin, pero la señora Weasley le retuvo.
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“No, Harry, las reuniones son sólo para los miembros de la Orden. Ron y Hermione están arriba, puedes esperar con ellos hasta que la reunión haya acabado, entonces cenaremos. Y baja la voz en el vestíbulo,” añadió en un rápido susurro.
“¿Por qué?”
“No quiero que nada se despierte.”
“¿A qué se…?”
“Te lo explicaré más tarde, tengo que darme prisa, se supone que tengo que estar en la reunión...Sólo te enseñaré dónde tienes que dormir.”
Presionando el dedo contra sus labios, le guiaba en cuclillas hacia unas largas cortinas carcomidas por el moho, detrás de las cuales Harry supuso que tendría que haber otra puerta. Después de ladear un enorme paraguas que estaba de pie en el suelo y que parecía que hubiera sido hecho para la pierna cortada de un troll, empezaron a subir la oscura escalera, y pasaron por delante de una hilera de cabezas encogidas, que estaban enmarcadas en placas en la pared. Una mirada más cercana reveló a Harry que las cabezas eran de dos elfos domésticos. Todos ellos tenían el mismo hocico por nariz.
Harry se quedaba más aturdido a cada paso que daba. ¿Qué diablos estaban haciendo en una casa que parecía que pertenecía al más tenebroso de los magos?
“Señora Weasley, ¿por qué...”
“Ron y Hermione te lo explicarán todo, querido, de veras que tengo que irme de prisa”, dijo la señora Weasley distraídamente.
“Allí...“estaban alcanzando el segundo piso, “-tu puerta es la de la derecha. Te llamaré cuando haya acabado”.
Y de nuevo desapareció rápidamente escaleras abajo.
Harry cruzó el sombrío piso, se encaminó hacia el tirador de la puerta, que tenía forma de cabeza de serpiente, y abrió la puerta.
Echó un breve vistazo al tenebroso techo de una habitación con dos camas; entonces, se oyó un fuerte ruido, seguido por un chirrido aún más potente, y su visión quedó totalmente oscurecida por el espesor de una gran cantidad de pelo.
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Hermione se lanzó hacia él en un abrazo que casi le desinfla, mientras la minúscula lechuza de Ron, Pidwidgeon, pasaba zumbando excitada, una y otra vez, alrededor de sus cabezas.
“¡HARRY! ¡Ron, está aquí, Harry está aquí! ¡No te oímos llegar!
¿Oh, cómo estás? ¿Estás bien? ¿Has estado furioso con nosotros?
Apuesto a que lo estabas, sé que nuestras cartas eran inservibles...
pero no podíamos decirte nada. Dumbledore nos obligó a jurar que no te diríamos nada, oh, tenemos que contarte muchas cosas y tú tienes que contarnos también... ¡los Dementores! Cuando oímos –y aquella vista del Ministerio- ¡es simplemente un escándalo! He estado informándome, no te pueden expulsar, simplemente no pueden, hay una disposición en el Decreto de la Restricción del Uso de la Magia en menores que permite usar la magia en situaciones de vida o muerte-“