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“¡Agárrate, Harry, esto los despistará!” rugió Hagrid, y Harry levantó la mirada justo a tiempo para ver como Hagrid estampaba un dedo grueso en un botón verde cerca de la válvula del combustible. Una pared, una negra pared sólida, hizo erupción desde el tubo de escape. Estirando el cuello, Harry vio como se expand´ıa quedando en medio del aire. Tres de los mortifagos viraron y la evitaron, pero el cuarto no tuvo tanta suerte. Se perdió de vista y después cayó como una piedra de detrás de la pared, con la escoba rota en pedazos. Uno de sus compa˜neros se quedó atrás para salvarte, pero ellos y la pared fueron tragados por la oscuridad cuando Hagrid se inclinó sobre el manillar y aceleró.

Más Maldiciones Imperdonables pasaron volando junto a la cabeza de Harry salidas de las varitas de los dos mortifagos que quedaban; estaban apuntando a Hagrid. Harry respondió con más Hechizos Aturdidores. Rojo y verde colisionaron en medio del aire con una lluvia de chispas, y Harry pensó salvajemente en fuegos artificiales, y en los muggles de abajo que no tendr´ıan ni idea de qué estaba ocurriendo...

“¡Allá vamos de nuevo, Harry, sujétate!” chilló Hagrid, y apretó un segundo botón.

Esta vez una gran red surgió del tubo de escape, pero los motifagos ya estaban preparados para ello. No solo la esquivaron, sino que el compa˜nero que se hab´ıa retrasado para salvar a su amigo inconsciente les hab´ıa alcanzado. Surgió repentinamente de la oscuridad y ahora eran tres los que persegu´ıan a la motocicleta, todos lanzando maldiciones.

“¡Esto funcionará, Harry, agárrate fuerte!” chilló Hagrid, y Harry le vio golpear con la mano entera el botón púrpura junto al cuentakilómetros.

Con un inconfundible bramido, fuego de dragón explotó del tubo de escape, ardiente blanco y azul, y la motocicleta salió disparada hacia adelante como una bala con un sonido de metal que se retorc´ıa. Harry vio a los mortifagos amargar y perdese de vista para evitar el rastro mort´ıfero de llamas, y al mismo tiempo sintió como el sidecar se CAPÍTULO 4. LOS SIETE POTTERS

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balanceaba amenazadoramente. Sus conexiones de metal con la moto se hab´ıan astillado con la fuerza de la aceleración.

“¡Todo va bien, Harry!” bramó Hagrid, ahora estirado hacia atrás por la fuerza de la velocidad; nadie conduc´ıa ya, y el sidecar estaba empezando a retrocerse violentamente con la fuerza del viento de aceleración.

“¡Estoy en ello, Harry, no te preocupes!” chilló Hagrid, y del bolsillo interior de su chaqueta sacó su florido paraguas rosa.

“¡Hagrid! ¡No! ¡Déjame a m´ı!”

“¡Reparo! ”

Se oyó un golpe sordo y el sidecar se separó completamente de la moto. Harry sa-lió despedido hacia adelante, propulsado por el ´ımpetu del vuelo de la moto, después el sidecar empezó a perder altura...

Desesperado Harry apuntó su varita hacia el sidecar y gritó, “¡Wingardium Leviosa! ”

El sidecar se levantó como un corcho, sin timón pero al menos todav´ıa aerotransporta-do. No hab´ıa tenido más que un segundo de alivio, sin embargo, cuando más maldiciones pasaron a su lado. Los tres mortifagos se estaban acercando.

“¡Ya voy, Harry!” gritó Hagrid desde la oscuridad, pero Harry pod´ıa sentir como el sidecar empezaba a hundirse de nuevo. Agachándose tanto como pudo, apuntó en medio de la figuras que se acercaban y gritó. “¡Impedimenta! ”

El maleficio golpeó en medio del pecho de un mortifago. Por un momento el hombre quedo rid´ıculamente estirado en medio del aire como si hubiera golpeado una barrera invisible. Uno de sus compa˜neros casi colisionó con él...

Entonces el sidecar empezó a caer fervorosamente, y los mortifagos que quedaban dispararon una maldición tan cerca que Harry tuvo que agacharse por debajo del borde del coche, golpeándose un diente en el borde de su asiento...

“¡Ya llego, Harry, ya llego!”

Una mano enorme agarró la espalda de la túnica de Harry y le sacó del sidecar que ca´ıa en picado; Harry aferró su mochila mientras se colgaba del asiento de la moto y se encontró espalda con espalda con Hagrid. Mientras remontaban el vuelo, alejándose de los dos mortifagos que quedaban, Harry escupió sangre por la boca, apuntó su varita hacia el sidecar que ca´ıa, y gritó, ’¡Confringo! ’

Sintió un retortijón atroz del intestino por Hedwig cuando este explotó; el mortifago más cercano salió despedido de su escoba y cayó fuera de la vista; su compa˜nero cayó hacia atrás y se desvaneció.

“Harry, lo siento, lo siento,” gimió Hagrid. “No deber´ıa haber intentado repararlo yo mismo... no hab´ıa espacio...”

“¡No hay problema, solo sigue volando!” gritó Harry en respuesta, cuando dos mortifagos más emergieron de la oscuridad, acercándose.

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Денис Ратманов

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