Más tarde aún se vio claramente que el sufrimiento de Mamurin en la
Rubín era comunista. Pero después de oír las confesiones de su colega presuntamente ortodoxo y de igual mentalidad, y luego de leer sus poesías, Rubin comenzó a eludir a Mamurin, hasta a esconderse de él, y pasaba su tiempo con los hombres que lo atacaban injustamente pero que compartían su suerte.
En cuanto a Mamurin, se dejaba llevar por un deseo, tan insistente como un dolor de muelas, de justificarse por medio del trabajo. Desgraciadamente, todo su conocimiento sobre comunicaciones, aunque había sido un alto oficial en ese terreno, empezaba y terminaba con sostener un teléfono. Por lo tanto él, personalmente, era incapaz de trabajar; sólo podía dirigir. Pero si le fuera confiada la dirección de este asunto de Mavrino, condenado al fracaso, nunca le devolvería el afecto de El Mejor Amigo de los Obreros de Comunicaciones. Tenía que administrar un proyecto con alguna perspectiva.
Mientras tanto, dos de estos proyectos prometedores estaban tomando forma en el Instituto Mavrino: el Traductor Automático y la TAREA SIETE.
Por alguna razón profundamente arraigada e ¡lógica, las personas se llevan o no bien entre sí desde la primer mirada. Yakonov y su reemplazante diputado Roitman no se entendían. Todos los meses cada uno se volvía más y más intolerable para con el otro; estando atados al mismo carro por una mano más pesada que la de ellos, no podían zafarse, pero tiraban en diferentes direcciones. Cuando la telefonía secreta comenzaba a ser abordada por medio de dos esquemas experimentales paralelos, Roitman reunió a todos los que pudo para trabajar en los Laboratorios Acústicos sobre el Traductor Automático, que en ruso era conocido por "el invento del habla artificial". En represalia, Yakonov eligió entre todos los otros grupos y reunió a los más expertos ingenieros y a los mejores equipos importados para la TAREA SIETE —es decir, para Laboratorio Siete.
Los intentos de comenzar otros trabajos fueron destruidos en la desigual batalla.
Mamurin eligió la TAREA SIETE para sí porque no podía convertirse en el subordinado de su propio ex subordinado, Roitman, y también porque el ministerio consideraba conveniente tener una fiera y vigilante mirada sobre el hombro del no Partidario y ligeramente corrupto Yakonov.
A partir de ese día, Yakonov podía estar en el Instituto durante la noche, o no, como le plugiese. El coronel MVD degradado, el solitario prisionero de blancos y febriles ojos, mejillas horriblemente hundidas que reunía en sí a Homero y Gribachev, rehusando comida y bebida, reprimiendo su reciente pasión por la poesía, esclavizado hasta las dos de la madrugada, imponía a los de la TAREA SIETE un día de quince horas laborables. Un horario de trabajo tan conveniente podía existir sólo en la TAREA SIETE porque los empleados libres no tenían que soportar el servicio especial nocturno, puesto que no había necesidad de una vigilancia de seguridad sobre Mamurin.
Cuando Yakonov dejó a Verenyov y a Nerzhin en su oficina, se fue directamente al laboratorio de TAREA SIETE.
TAREA SIETE
Nunca se les dice a los soldados rasos lo que los generales están planeando, pero ellos saben perfectamente bien si han sido desplegados en la línea principal de avanzada o en flanco. Del mismo modo, los trescientos zeks de la