»Segundo —siguió diciendo Hollus—, debes recordar que el momento de las extinciones masivas parece que se preparó para ocurrir simultáneamente en nuestros tres mundos: la más antigua fue hace 440 mil ones de años; la más reciente, 65 millones de años. Eso es un periodo de 375 millones de años… y sin embargo, como hemos descubierto, el periodo de vida de una especie inteligente, medido desde el momento en que desarrolla la radio, no es aparentemente de más de un par de centenares de años antes de que se destruya a sí misma o desaparezca.
Mi mente volaba sin control.
—Vale —dije al fin—. Quizá se ajustaron los parámetros fundamentales para producir un universo que diese lugar a la vida.
—No hay ninguna suposición —dijo Hollus—. Está claro que el universo fue diseñado para ser biogenerativo.
—Vale. Pero si aceptamos tal cosa, el simple hecho de crear vida no puede ser el único fin. Debes creer que tu diseñador putativo no quería simplemente vida, sino vida inteligente. Vida sin inteligencia es poco más que química compleja. Solamente cuando se vuelve inteligente es cuando se torna interesante.
—Es una opinión muy extraña para alguien que estudia dinosaurios —comentó Hollus.
—En realidad no lo es. Después de todo, los dinosaurios desaparecieron hace 65 mil ones de años. La llegada de la inteligencia es lo único que permite saber que existieron. —Hice una pausa—. Pero estás acercándote a algo que quiero comentar. —Volví a detenerme, buscando la metáfora adecuada—.¿Cocinas?
—¿Cocinar? ¿Te refieres a preparar comida a partir de materiales básicos?
—Sí.
—No.'
—Bien, yo sí, o al menos, solía hacerlo. Y simplemente hay cosas que no puedes preparar limitándote a combinar todos los elementos al principio. Si quieres cocinarlas, tienes que intervenir a medio camino.
Hollus lo pensó.
—¿Estás sugiriendo que no hay forma en que el creador pudiese conseguir vida inteligente sin intervenir directamente? Muchos religiosos se opondrían a tal idea, porque intervenciones ocasionales implican un Dios que normalmente está ausente del universo.
—No doy a entender nada —dije—. Simplemente estoy analizando las suposiciones inherentes a tus creencias. Mira, los dinosaurios dominaron este mundo mucho más tiempo que los mamíferos, y sin embargo nunca consiguieron nada ni remotamente similar a la inteligencia real. Aunque sus cerebros aumentaron ligeramente de tamaño a lo largo del tiempo, incluso el dinosaurio más inteligente que jamás haya vivido —cogí el cráneo de
—Sí.
—Y que tus antepasados en esa época eran como mis antepasados y los de los wreeds: criaturas pequeñas viviendo en los márgenes del ecosistema.
—Eso es cierto —dijo Hollus.
—Pero esos antepasados tenían cerebros capaces de desarrollar la inteligencia —dije—. Mis antepasados eran crepusculares: activos en la puesta de sol. Así que desarrollaron grandes ojos y complejos córtex visuales. Y, evidentemente, la potencia cerebral necesaria para procesar las imágenes resultantes.
—¿Estás sugiriendo que la infraestructura para la inteligencia sólo puede darse en esos animales en, qué frase has usado, los márgenes de un ecosistema? ¿Animales que se ven forzados a moverse de noche?
—Quizás. Y si ése es el caso, entonces la inteligencia sólo puede dar frutos si los animales dominantes y tontos son eliminados.
—Supongo —dijo Hollus—. Pero… oh, comprendo. Estás diciendo que las condiciones que podrían dar origen a la vida, e incluso el comienzo de la inteligencia, podrían estar codificadas en el diseño mismo del universo, pero no hay forma de hacer que la inteligencia sea dominante, que florezca y se desarrolle, sin intervención directa.
Para mi sorpresa, dije:
—Ésa es mi propuesta, sí.
—Eso explica las extinciones de hace 65millones de años. Pero ¿qué hay de las extinciones anteriores?