Si las mujeres tienen otros hijos —cosa que solía ocurrir en el pasado, aunque los
Al final, el linaje se extingue. Esto puede llevar una generación o dos, incluso tres. Jamás hay perdón. Los
Wally comentó:
—Tenemos dos alternativas. Podemos declarar que los humanos son personas que han quebrado las reglas de la guerra, o podemos declarar que no son personas.
—¿A qué se refiere?
Me miró fijamente con sus ojos de color amarillo claro. Su rango es superior al mío. Bajé la mirada.
—Podemos decir que los humanos son animales muy inteligentes, que pueden imitar el comportamiento de las personas pero que carecen de la cualidad esencial de la persona. No pueden distinguir entre lo bueno y lo malo. Carecen de juicio y de discernimiento.
»Creo que existe un buen argumento para esto, y si son animales entonces podemos tratar con ellos como lo haríamos con los animales. No necesitamos preocuparnos por las reglas de la guerra.
—Wally, me asustas.
Volvió a bostezar y a mostrar los dientes. Luego sonrió.
—Nosotros no somos amigos, Nicky. Nunca olvido lo que eres. Un desconocido. Un enemigo. Un traidor a su linaje. Creo que al final traicionarás a Ettin Gwarha.
—No opino lo mismo.
—Tal vez sea sin intención, pero tu espíritu se mueve en dos direcciones, y como todos los humanos te confundes fácilmente. Todo está mezclado. No puedes distinguir lo correcto de lo incorrecto.
Un par de alegres conversaciones matinales. Me fui a practicar
Del diario de Sanders Nicholas, etc.
SEGUNDA PARTE
LAS REGLAS DE LA GUERRA
I
El viaje se desarrolló según lo planeado. Hicieron el primer transbordo siguiendo las instrucciones impartidas por el enemigo, y llegaron en medio de la nada. Una nave
La singularidad alrededor de la que giraba (a una distancia segura) no producía luz útil, y la estación sólo era visible como un gráfico de ordenador. Apareció en una pantalla de la sala de observaciones: un cilindro chato más parecido a un bote de sopa que a cualquier otra cosa.
Tal como se había acordado, su nave se detuvo a una distancia segura del bote de sopa y esperó la llegada de un vehículo alienígena. Anna guardó sus cosas. No le había resultado fácil decidir lo que quería llevarse de la Tierra y ahora tenía que volver a decidir. ¿Qué debía ponerse para la primera negociación con un enemigo alienígena y en su terreno?
Ropa cómoda y muy versátil. Ropa fácil de lavar y que no necesitara planchado.
Pero también —además— un traje que deslumbrara los ojos azul mate de los alienígenas, y si no los de los alienígenas (¿quién sabía lo que podía deslumbrarlos?), los de sus colegas del equipo diplomático, o los de Nicholas Sanders, el de la sonrisa agradable y la no tan agradable historia. Aunque no estaba segura de que él participara en la nueva ronda de negociaciones.
Cuando terminó de recoger sus cosas fue a la sala de observación y vio el bote de sopa que daba vueltas y giraba sobre su largo eje.
Allí estaba uno de sus colegas, un joven diplomático llamado Etienne Corbeau.
—No lo entiendo —dijo el joven—. Estas estaciones pueden tener cualquier aspecto. ¿Por qué las hacen tan horribles?
—Tal vez no las ven así. La belleza está en el ojo del que mira.
Etienne sacudió la cabeza.
—Yo creo en los absolutos estéticos. La moral es relativa, pero en el arte está la verdad.
—Tonterías.
—Vas a tener que aprender un nuevo vocabulario, querida Anna.
¿Por qué? Estaba en este viaje sólo por una razón: el enemigo había pedido su presencia. Los
El enemigo envió el vehículo y los diplomáticos subieron: hombres humanos de sonrisas radiantes instalados en los amplios asientos de los alienígenas. Ella era la única mujer; los
El aire del vehículo tenía un olor raro. Los