Busqué
Según la leyenda, el
Por supuesto, con el tiempo se descubre la verdadera ascendencia del niño, ya sea mediante algún tipo de recurso (una joya que la criatura llevaba cuando el
Si la historia es en clave de comedia, el descubrimiento lleva a una reconciliación de algún tipo: las familias enemigas ponen fin a su guerra cuando descubren que comparten una hija o un hijo. Sin embargo, a menudo la historia es trágica. Los amantes descubren que son hermanos y que su amor está prohibido. Un hombre descubre en la víspera de la batalla que el enemigo es su verdadero pariente. Entonces debe elegir.
Por alguna razón el
Será mejor que envíe un mensaje a Eh Matsehar.
Del diario de Sanders Nicholas,
portador de información agregado al personal del Primer Defensor Ettin Gwarha
CODIFICADO PARA SER LEÍDO SÓLO POR ETTIN GWARHA
XI
No tuvo noticias de Nicholas durante más de una semana. No le importó. El ritual de apareamiento que tenía lugar en la bahía llegaba a su apogeo. ¿Era ésa la palabra correcta? Cuando tuviera tiempo consultaría un diccionario.
De día, el agua estaba desbordada de mensajes químicos, algunos de los cuales captaban los artilugios sensibles que colgaban debajo de las pequeñas balsas o de las boyas. Yoshi los había instalado una mañana, cuando la migración acababa de empezar. Salpicaban la bahía. En aquel momento no había forma de llegar a ellos sin perturbar a los animales que se dedicaban a cortejarse; pero enviaban análisis de vez en cuando por radio.
Los animales utilizaban también señales visuales. No tanto para comunicarse, pensó Anna, como para excitarse. En los días claros, las señales resultaban apenas visibles. Pero la mayor parte de los días estaba nublado. El agua gris brillaba y parpadeaba bajo un cielo cubierto de nubes de color gris oscuro.
Por supuesto, por la noche el despliegue era espectacular: rosas, verdes, azules, amarillos, naranjas pálidos y blancos. Los colores inundaban la bahía y se esparcían por el océano. En un par de ocasiones, siendo las nubes especialmente bajas, las luces brillaron por encima de su cabeza en el cielo nocturno: eran reflejos, apagados, pálidos y poco visibles, pero allí estaban. Empezaba a sentir sueño.
Una tarde la llamó Nicholas.
—El general se va a otra fiesta. Más bebida y canapés. No quiero tener nada que ver con eso. ¿Puedo ir a molestarte?
Mierda, pensó Anna. Sus ojos se resistían a permanecer abiertos y le parecía que tenía la cabeza llena de pelusa gris.
—A las dieciséis —respondió ella—. A esa hora tendría que estar despierta. Reúnete conmigo en la barca. ¿Esta vez querrás hablar de los animales?
—Puede ser. —Nicholas sonrió brevemente e hizo una seña de despedida. Ella regresó a la cama.
Media hora más tarde la unidad de comunicación volvió a sonar. Anna maldijo y salió a gatas de debajo de la manta.
Esta vez era la comandante Ndo.
—¿Puedes venir hasta aquí? Lo más pronto posible.
Anna abrió la boca.
La comandante frunció el entrecejo.
—Es importante, miembro Pérez.
—De acuerdo.
—Bien. —La comandante le dedicó una amplia y dentuda sonrisa. Depredadora, pensó Anna.
Se vistió y subió a la colina. El cielo estaba cubierto de nubes. Soplaba un viento frío que inclinaba los rojizos y desnudos tallos de esporas y le azotaba el pelo, haciéndolo revolotear a ambos lados de su cara. De vez en cuando sentía caer una gota de lluvia.
El capitán Van esperaba a la entrada del recinto; parecía preocupado.
—¿Qué ocurre?
Él se llevó un dedo a los labios: el símbolo universal para pedir silencio.
Ella asintió y él la condujo hasta un ascensor. Bajaron un piso y salieron a un pasillo. Los tubos del techo emitían una luz pálida, áspera e institucional. En el aire flotaba un olor estéril. ¿A qué?, se preguntó. A metal y a hormigón.
—¿Qué es esto?—preguntó.
—Un sótano.