—Tal vez ésta sea la mejor. Hace años que te digo que los principales están estropeando las cosas. Tal vez las mujeres puedan hacerlo mejor.
—Claro que podemos —dijo la anciana.
Per se inclinó hacia delante.
—Pregúntale a la mujer de Pérez si está dispuesta a guardar silencio y a quedarse en esta estación hasta que logremos dominar la situación en nuestro hogar.
Traduje.
—¿Qué te parece? —preguntó Anna.
—Acepta.
—De acuerdo. Lo haré. Pero si esto sale bien, quiero ser el primer ser humano que os siga al planeta
En cuanto la anciana supo que se había llegado a un acuerdo, se echó hacia atrás, se hundió en la silla y pareció empequeñecer. De repente quedó convertida en un saco de huesos cubierto de pelaje blanco. La túnica espléndidamente bordada resultaba ahora grotesca. Cerró los ojos. Sus hijas parecían ansiosas.
—¿Madre? —llamó Per.
—¿Quieres dormir una siesta? —preguntó Aptsi.
—Llevaos de aquí a estas personas, si es que son personas. He hecho todo lo que podía.
Salimos. Vaihar aún estaba en el pasillo. El general lo despidió. Después Gwarha y yo acompañamos a Anna a sus aposentos.
Ella se detuvo en la puerta y dijo:
—El de hoy ha sido un día terriblemente espantoso.
—Puede darle las gracias de eso a Nicholas —aclaró el general.
—Realmente habla usted muy bien el inglés —comentó ella—. Tomaré un trago y luego dormiré una siesta, como su abuela, que probablemente trabaja mucho para ganarse el pan.
—Buepe napas ñopo chepes —la saludé.
—Hapas tapa mapa ñapa napa —respondió.
—¿Qué estáis diciendo? —preguntó el general.
—Es un juego de niños, y una forma de recordarnos mutuamente que los dos somos humanos.
Regresamos al otro extremo de la estación. Le hablé a Gwarha
—Ah —dijo cuando concluí—. Es interesante lo parecidos que sois a nosotros, salvo en las cosas en las que sois diferentes. Ese cuento es como el nuestro del Niño Inteligente y la Niña Inteligente.
Llegamos a sus habitaciones.
—Quiero hacerte una pregunta, Primer Defensor, y de veras no quiero que la eludas.
—¿Tienes que hacerla ahora?
—¿Cuánto tiempo nos queda?
Me miró con sus ojos azules y sus pupilas parecían rayas. Suspiró débilmente y apoyó la palma de la mano en la puerta.
—Entra.
Se acomodó en el sofá. Encontré un trozo cómodo de pared desde donde podía observar su expresión.
—Haz tu pregunta.
—Hasta ahora, nunca te he visto hacer algo deshonroso. Has roto una promesa que me habías hecho, y has violado una de las reglas de la guerra. Me gustaría saber por qué.
—Es evidente, sin duda. Pensé que ibas a traicionarme. —Hizo una pausa y añadió—: Y que traicionarías al Pueblo.
—¿Cómo se te ocurrió pensarlo?
—¿Tiene importancia? Tenía razón.
Esperé. Bajó la vista.
—Gwarha, cuando estás avergonzado o molesto, más te valdría ponerte un letrero.
Levantó la vista y me miró a los ojos.
—Me he estado haciendo preguntas sobre ti y sobre Anna. Ella no es pariente tuya. Esa historia del parentesco entre Kansas e Illinois es una mentira.
Entonces caí en la cuenta y supe lo que había estado imaginando.
—Estúpido imbécil.
—He estado recordando que eres humano —dijo en tono lastimero.
—¿Qué buscabas cuando pusiste los micrófonos en nuestras habitaciones? ¿Una prueba de traición? ¿O la prueba de que yo me metía en la cama con Anna?
Clavó la vista en la alfombra.
—Estúpido. Ningún ser humano me resulta sexualmente interesante. Me siento en esa sala de reuniones y miro a los hombres y pienso: «Debería encontrar atractivos a estos individuos.» Pero no es así. Recuerdo que los humanos solían parecerme hermosos. Pero ya no. No en comparación contigo, o con Vaihar, o incluso con el pobre Matsehar. Pero son mi gente, y Anna es mi amiga, y estoy demasiado furioso para continuar con esta conversación.
Me acerqué a la puerta. Él se quedó sentado en el sofá, con los hombros caídos y la cabeza gacha, en silencio.
Tenía tiempo de dar un paseo. Tomé el camino de costumbre, lejos del sector habitado de la estación.
Le dije a Anna que la estación está casi totalmente vacía, que es como una concha. Tal vez sea cierto, pero una red de pasillos recorre toda la superficie interna del cilindro de la estación.
Algunos tienen la misma longitud que el cilindro. Cuando me siento atrapado, prefiero caminar por ellos. Puedo mirar adelante y ver filas de luces que se extienden en la distancia.
Otros rodean el espacio central teóricamente desierto. No me gustan tanto. La curva del suelo y el techo es evidente, y no se ve hasta demasiado lejos.
Es posible que los pasillos sobren en la construcción. Suelen estar vacíos y siempre son fríos. ¿Pero por qué todos están presurizados, y por qué tantas puertas tienen emblemas de seguridad?
Sé que no vas a responder estas preguntas, Gwarha. Lo más probable es que yo haya abandonado la estación antes de que leas esto. Te diré cuál es mi teoría.