Después la salud de Ingeborg empeoró y un médico inglés le dijo a Reiter que la muchacha, esa muchacha guapa y encantadora, probablemente no iba a vivir más de dos o tres meses y luego se quedó mirando a Reiter, que se puso a llorar sin decir palabra, aunque en realidad más que mirar a Reiter el médico inglés se quedó mirando y apreciando con ojos de peletero o de marroquinero su preciosa chaqueta de cuero negro, y finalmente, mientras Reiter seguía llorando, le preguntó dónde la había comprado, ¿dónde he comprado qué?, la chaqueta, ah, en Berlín, mintió Reiter, antes de la guerra, en un establecimiento llamado Hahn amp; Förster, dijo, y entonces el médico le dijo que los peleteros Hahn y Förster o sus herederos probablemente se habían inspirado en las chaquetas de cuero de Mason amp; Cooper, los fabricantes de chaquetas de cuero de Manchester, que también tenían sucursal en Londres, y que en 1938 sacaron una chaqueta exactamente igual a la que llevaba Reiter, con las mangas idénticas y el cuello idéntico y el mismo número de botones, a lo que Reiter respondió encogiéndose de hombros y secándose con la manga de la chaqueta las lágrimas que corrían por sus mejillas, y entonces el médico, conmovido, avanzó un paso y le puso una mano en el hombro y dijo que él también tenía una chaqueta de cuero así, como la de Reiter, sólo que la de él era de Mason amp; Cooper y la de Reiter de Hahn amp; Förster, aunque al tacto, y Reiter podía creer en su palabra pues él era un entendido, un aficionado a las chaquetas de cuero negro, ambas eran iguales, ambas parecían provenir de la misma partida de cuero que Mason amp; Cooper utilizaron en 1938 para hacer esas chaquetas que eran auténticas obras de arte, obras de arte, por otra parte, irrepetibles, pues aunque la casa Mason amp;Cooper seguía en pie, durante la guerra, según sabía, el señor Mason había muerto durante un bombardeo, no por culpa de las bombas, se apresuró a aclarar, sino por culpa de su delicado corazón que no pudo soportar una carrera hacia el refugio o que no pudo soportar el silbido del ataque, el ruido de los destrozos y de las detonaciones o que tal vez no pudo soportar el ulular de las sirenas, vaya uno a saber, lo cierto es que al señor Mason le sobrevino un ataque al corazón y desde ese momento la casa Mason amp; Cooper experimentó una ligera caída no en la producción sino en la calidad, aunque tal vez decir calidad sea un poco exagerado, sea un poco purista, dijo el médico, pues la calidad de la casa Mason amp; Cooper era y seguiría siendo incuestionable, si no en el detalle, en la disposición mental, si esta expresión era lícita o permisible, de los nuevos modelos de chaquetas de cuero, en aquello intangible que hacía que una chaqueta de cuero fuera una pieza de artesanía, una prenda artística que caminaba con la historia pero que también caminaba contra la historia, no sé si me explico, dijo el médico, y Reiter entonces se sacó la chaqueta y la puso en sus manos, obsérvela cuanto quiera, dijo al tiempo que se sentaba en una de las dos sillas que había en la consulta y seguía llorando, y el médico se quedó con la chaqueta colgando de las manos y sólo entonces pareció despertar del sueño de las chaquetas de cuero y pudo decir unas palabras de aliento o unas palabras que intentaron componer una frase de aliento, aun a sabiendas de que nada podía mitigar el dolor de Reiter, y luego procedió a ponerle la chaqueta por encima de los hombros, y volvió a pensar que esa chaqueta, la chaqueta de un portero de un bar de putas de Colonia, era exactamente igual que la suya, e incluso por un momento pensó que