Читаем Obsesión espacial полностью

—Me tranquilizas — dijo Rata en tanto el transportador de correa de plástico llevaba desde la cocina hacia Alan el almuerzo de éste.

Alan se echó a reír y se apoderó con avidez de la humeante bandeja. En un vasito puso un poco de zumo de naranja sintético para Rata.

Rata era natural de Bellatrix VII, un mundo tan grande como la Tierra que gira en torno de la brillante estrella de la constelación de Orión. Pertenecía a una de las tres razas inteligentes que poblaban ese planeta junto con una reducida colonia de terrestres.

Poco tiempo antes de nacer Alan, la Valhalla hizo un viaje a Bellatrix, que dista de la Tierra 215 años de luz. El capitán Donnell supo ganar la amistad de ese ser tan pequeño y se lo llevó en la nave al regresar a la Tierra.

Rata fue la mascota del capitán hasta que éste se lo regaló a su hijo Alan el día en que el niño cumplió diez años. Rata no se llevó nunca bien con Steve, quien se peleó más de una vez con su hermano Alan por los celos que le tenía al animalito.

Le cuadraba bien el nombre de Rata. Se parecía bastante a un roedor, con el pelo color de púrpura tirando a azul, unos ojillos vivarachos que semejaban abalorios, un rabo escamoso y retorcido. Pero hablaba el idioma terrestre bien y claramente. Y era, además de inteligente, amable y fiel.

Comían en silencio. Alan ya había ingerido la mitad de su preparado de proteínas, cuando Art Kandin se dejó caer en el banco de enfrente. El primer oficial de la Valhalla era un hombrón de cara ancha y maciza. Por decirlo así, hacía el difícil trabajo de traducir el lenguaje conciso y sibilino con que daba sus órdenes para el gobierno de la astronave el padre de Alan, convirtiéndolo en las maniobras adecuadas para cada momento.

—Buenos días y felicidades, Alan.

—Gracias, Art. ¿Cómo es que se le ocurre gandulear a esta hora? Hoy suponía que iba a trabajar más que un zapador marciano. Si esta usted aquí, ¿quién se encarga de determinar la órbita de aterrizaje?

—Ya está hecho eso —respondió jubiloso Kandin—. Tu padre y yo hemos estado toda la noche trabajando! en ello.

Cogió a Rata y se puso a hacerle cosquillas con el dedo índice. Rata agradeció la caricia dándole un mordisquito, sin hacerle daño, con sus afilados dientes.

—Aprovecho la mañana para descansar —continuó Kandin—. No te puedes imaginar lo bien que se está sin hacer nada mientras los demás trabajan, para variar.

—¿A qué hora es el aterrizaje?

—A las 17,53 en punto de esta noche. Así se ha dispuesto. Estamos ahora en la órbita de aterrizaje. Aterrizaremos esta noche e iremos al Recinto mañana. —Kandin miró a Alan como si sospechara de algo y preguntó al muchacho—: ¿Piensas quedarte en el Recinto?

Alan dejó el tenedor que produjo un sonido metálico y clavó su mirada en el rostro del primer oficial.

—¡Qué tonterías se le ocurren a usted! ¿Cree que soy como mi hermano?

—Es muy natural que tema eso —repuso Kandin sin inmutarse—, si me pongo a pensar que otro hijo del capitán lo ha hecho. Tú no sabes lo que sufrió tu padre cuando se marchó Steve. Disimuló y calló, pero yo sé que fue un golpe muy duro para él. Quedó muy malparada su autoridad de padre, y eso fue lo que más le trastornó. No es hombre que esté acostumbrado a tolerar tales cosas.

—Lo sé. Él manda aquí, y todos le obedecen sin rechistar. No le cabe en la cabeza que nadie pueda desobedecerle, y menos que nadie su hijo.

—Supongo que tú no irás a…

Alan no le dejó acabar la frase.

No necesito consejos, Art. Sé lo que está bien y lo que está mal. Dígame la verdad. ¿Le ha pedido mi padre que me sonsaque?

Kandin se puso colorado y bajó la vista.

—Lo siento, Alan. No creas que…

Guardaron silencio. Alan volvió a ocuparse del almuerzo mientras Kandin, pensativo, dirigía la mirada a lo lejos.

—Te diré que me ha dado mucho que pensar Steve —dijo finalmente el primer oficial—. Me parece que ya no debes llamarle tu hermano gemelo. Es esto una de las sutilezas, uno de los caprichos más raros que hasta ahora ha tenido la navegación interestelar.

—He meditado sobre ello —replicó Alan—. Él tiene veintiséis años, yo diecisiete, y nos creíamos mellizos. Pero la Contracción de Fitzgerald crea estas situaciones tan paradójicas.

—Es mucha verdad, chico. Bueno, bueno. Llegó la hora de tomarme el breve descanso que apetezco.

Kandin dio una palmadita en la espalda a Alan, sacó sus largas piernas de debajo del banco y se fue.

Hablando para sí, repitió Alan lo de que la Contracción de Fitzgerald crea situaciones paradójicas. Y esto fue en tanto masticaba a conciencia los últimos bocados y se ponía a la cola para meter los platos en la boca abierta de la especie de tolva que los llevaba abajo para que los lavaran los limpiadores moleculares. ¡Cosas verdaderamente paradójicas eran éstas!

El joven trató de imaginarse cómo sería Steve con nueve años más encima. No lo consiguió.

Перейти на страницу:

Похожие книги

Аччелерандо
Аччелерандо

Сингулярность. Эпоха постгуманизма. Искусственный интеллект превысил возможности человеческого разума. Люди фактически обрели бессмертие, но одновременно биотехнологический прогресс поставил их на грань вымирания. Наноботы копируют себя и развиваются по собственной воле, а контакт с внеземной жизнью неизбежен. Само понятие личности теперь получает совершенно новое значение. В таком мире пытаются выжить разные поколения одного семейного клана. Его основатель когда-то натолкнулся на странный сигнал из далекого космоса и тем самым перевернул всю историю Земли. Его потомки пытаются остановить уничтожение человеческой цивилизации. Ведь что-то разрушает планеты Солнечной системы. Сущность, которая находится за пределами нашего разума и не видит смысла в существовании биологической жизни, какую бы форму та ни приняла.

Чарлз Стросс

Научная Фантастика