»En la televisión he visto muchas referencias al aborto —dijo Hollus—, pero confieso que no comprendo exactamente qué es; el término se emplea pero nunca se define… incluso en este artículo que aparentemente está relacionado con el titular.
Me acerqué a la silla y respiré hondo, ordenando mis ideas, preguntándome por dónde empezar. Yo mismo había leído el reportaje de camino al trabajo.
—Bien, eh, en ocasiones las mujeres humanas se quedan embarazadas sin querer. Hay un procedimiento que se puede emplear para dar fin al feto, terminando con el embarazo; se llama aborto. Es, eh, algo controvertido, y por esa razón a menudo se realiza en clínicas especiales en lugar de en hospitales normales. Los fundamentalistas religiosos lo desaprueban con energía, lo consideran una forma de asesinato, y algunos extremistas se dedican a emplear bombas para volar las clínicas abortistas. La semana pasada, volaron una clínica en Búfalo, una ciudad justo en la frontera del estado de Nueva York. Y ayer, una estal ó en Etobicoke, que forma parte de Toronto. El doctor dueño de la clínica estaba en su interior en ese momento, y fue asesinado.
Hollus me miró durante un tiempo muy largo.
—¿Esos…? ¿Cómo los ha llamado? ¿Extremistas fundamentalistas? ¿Esos extremistas fundamentalistas creen que es malo incluso matar a un niño que todavía no ha nacido?
—Sí.
Era difícil distinguir el tono en la voz de Hollus, con su voz saltando entre dos bocas, pero, al menos para mí, sonaba incrédulo.
—¿Y muestran su rechazo asesinando adultos?
Asentí ligeramente.
—Eso parece.
Hollus mantuvo el silencio durante unos momentos más, agitando de arriba abajo el torso esférico.
—Entre mi gente —dijo—, tenemos un concepto l amado… —y sus bocas gemelas cantaron dos notas discordantes—. Se refiere a las incongruencias, a acontecimientos y palabras que indican lo contrario del sentido aparente.
—Tenemos un concepto similar. Lo l amamos ironía.
Sus ojos regresaron al periódico.
—Aparentemente, no todos los humanos la comprenden.
9
Nunca he fumado. Por tanto, ¿por qué tengo cáncer de pulmón?
En realidad, como he descubierto, es algo común entre paleontólogos, geólogos y minerólogos de mi generación. En cierta forma, tenía algo de razón cuando atribuí la tos a mi ambiente de trabajo polvoriento. A menudo usamos herramientas que pulverizan las rocas, creando mucho polvo fino, lo que…
Pero el cáncer de pulmón requiere mucho tiempo de desarrol o, y yo llevaba treinta años trabajando en un laboratorio de paleontología. Al final, casi siempre l evaba máscara; nos habían concienciado y casi todo el mundo las lleva al realizar trabajos similares. Pero, aun así, durante décadas había respirado más polvo de roca de lo que me tocaba, por no mencionar las fibras de asbesto así como filamentos de fibra de vidrio cuando hacía los moldes.
Y ahora estoy pagándolo.
Algunos de los amigos de Susan y los míos propios dijeron que deberíamos presentar una demanda —quizá contra el museo, quizá contra el Gobierno de Ontario (mi empleador real)—. Indudablemente mi puesto de trabajo hubiese podido ser más seguro; deberían haberme dado mejores instrucciones de seguridad; seguro…
Era una reacción natural. Alguien debería pagar por tamaña injusticia. Tom Jericho: es un buen hombre, un buen marido, un buen padre, hace donaciones de caridad… quizá no tantas como debiera, pero sí algo, cada mes. Y siempre estaba dispuesto a echar una mano cuando alguien se mudaba o pintaba la casa. Y ahora el bueno y viejo Tom tiene cáncer.
Sí, claro que alguien debía pagar, pensaban ellos.
Pero lo último que quería era malgastar el tiempo en demandas. Por tanto, no, no iba a demandar.
Aun así, tenía cáncer de pulmón; tenía que ocuparme de ello.
Y aquí había una ironía.
Algunas de las cosas que Hollus comentaba como pruebas de la existencia de Dios no me resultaban nuevas. Todo eso de las constantes fundamentales se l amaba en ocasiones el principio antrópico cosmológico; lo había tratado en el curso sobre evolución. Tiene razón en que el universo, al menos de forma superficial, parecía diseñado para la vida. Como dijo sir Fred Hoyle en 1981, «Una interpretación de sentido común de los hechos sugiere que una superinteligencia ha alterado la física, así como la química y la biología, y que en la naturaleza no hay fuerzas ciegas que valga la pena comentar. Los números calculados a partir de los hechos me parecen tan abrumadores como para poner la conclusión más allá de toda cuestión». Pero, claro, sir Fred defendió muchas ideas que no agradaban al resto de la comunidad científica.