Читаем Círculo de espadas полностью

Tenía sentido. ¿Pero cómo se había desarrollado una cultura como ésa? ¿Y por qué? ¿Y qué había hecho antes de desarrollar la moderna tecnología médica? Anna abrió la boca para plantear la primera de varias preguntas.

—Volví a mirar el archivo de Sanders —comentó la comandante—. Allí no había nada, absolutamente nada que indicara la existencia de problemas en el plano de la sexualidad. Todos sus tests psicológicos eran perfectos. Nunca se casó, pero muchos miembros del servicio de inteligencia militar tienen problemas para establecer relaciones a largo plazo.

¿Cómo se determina la disposición a implicarse sexualmente con los alienígenas? Sobre todo si no hay ningún alienígena disponible. Anna intentó imaginar una nueva versión del MMPI.

Responder sí o no:

—El pelo gris me parece sexualmente excitante.

—Yo tengo fantasías con personas de ojos azules y brillantes y pupilas horizontales.

Dejó la taza.

—Creo que tengo toda la información que puedo manejar por ahora; además, llegaré tarde al trabajo. ¿Podríamos continuar en otro momento?

La comandante miró al capitán, que asintió. Pareció incómodo, pero Anna tuvo la sensación de que no eran los alienígenas los que lo inquietaban. Era la comandante. Evidentemente, había sido entrenado en una de las ciencias conductistas. Lo más probable era que se sintiera menos perturbado por las diferencias entre los pueblos, las personas y sus culturas.

Anna se puso de pie.

La comandante dijo:

—Recuerde que no puede revelar públicamente nada de lo que le hemos dicho.

No tenía ganas de bajar la colina y buscar a alguien con quien hablar de la vida sexual de los alienígenas, ni de Nicholas Sanders, ni del hecho de que se había metido en algo realmente raro.

—No se preocupe, comandante. Lo único que quiero hacer en esté momento es ir a observar a un grupo de criaturas de los dos sexos mientras practican su única jodienda anual. Buenas noches.

Mientras bajaba por la colina tenía una perspectiva excelente de la bahía. Estaba totalmente iluminada, lo mismo que el canal y el mar. En un primer momento se sentía más que nada aturdida; después empezó a pensar en la cultura hwar. Era interesante. Iba a ser divertido. Al cabo de un rato sintió la necesidad de echarse a reír y lo hizo.

<p>VIII</p>

Pasé la noche en los aposentos del general, mirando una obra heroica. Gwarha estaba bebiendo; no rápida sino regularmente, lo que significaba que al final de la velada estaría borracho. Éste es un problema que no va a mejorar. [Gracias por la advertencia.]

Yo tomé vino. Él había traído media docena de botellas de la fiesta celebrada en el continente. No estaba bebiendo demasiado. He perdido la costumbre de beber, y si los dos nos emborracháramos terminaríamos discutiendo por la obra o por las negociaciones.

Él había instalado el holograma contra la pared opuesta, frente al sofá, que era largo y bajo y no demasiado cómodo. El mobiliario hwarhath no está diseñado para las personas de mi estatura. Cuando activó el aparato, la pared desapareció; allí estaba el escenario con dos hombres ataviados con armaduras relucientes. En los cascos llevaban plumas largas que se balanceaban y ondulaban con cada leve movimiento. Debería haber sido divertido, pero no lo fue. Los hombres estaban casi uno frente al otro, y sus miradas se cruzaban en ángulo, como espadas al principio de un duelo. Había música, los raros ruidos hwarhath que finalmente —al cabo de veinte años— puedo oír como si fueran música. La obra consistía en una nueva versión de una vieja historia, y los instrumentos eran deliberadamente antiguos: un carillón, una campana, un silbato y un tambor.

Gwarha adoptó la expresión atenta que tiene cuando se instala a mirar una de esas malditas y estúpidas cosas. [?] Me preparé para no escuchar.

La música se interrumpió. Los hombres se miraron a los ojos y la obra comenzó.

Antes, cuando empezaba a saber algo de los bwarhath, solía interesarme. El vestuario siempre es espléndido, y las obras en sí pueden poseer la belleza austera de una obra del teatro No. Casi nunca son más largas que la mitad de un ikun. Casi nunca tienen más de cinco personajes. Los parlamentos son breves, y los decorados casi inexistentes. Siempre giran en torno a hombres que deben enfrentarse a algún horrible problema ético: un conflicto entre dos clases de honor, un conflicto entre dos lealtades iguales y opuestas.

El honor personal contrapuesto a un linaje.

Un amante contrapuesto a un linaje.

Un linaje contrapuesto al Pueblo.

Elecciones imposibles, que deben realizarse en poco más de una hora. Y la mayoría de las veces uno muere al final, al margen de lo que haya escogido.

Me interesé un poco más de tiempo en las obras que trataban sobre mujeres. (Los papeles femeninos son interpretados por hombres, por supuesto. Ésta es una forma artística exclusivamente masculina.)

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