Se tomaban la noticia peor de lo que Harry había esperado. Tanto Ron como Hermione parecían tenerle a Black más miedo que él.
—Nadie sabe cómo se ha escapado de Azkaban —dijo Ron, incómodo—. Es el primero. Y estaba en régimen de alta seguridad.
—Pero lo atraparán, ¿a que sí? —dijo Hermione convencida—. Bueno, están buscándolo también todos los muggles...
—¿Qué es ese ruido? —preguntó de repente Ron.
De algún lugar llegaba un leve silbido. Miraron por el compartimento.
—Viene de tu baúl, Harry —dijo Ron poniéndose en pie y alcanzando el portaequipajes.
Un momento después, había sacado el chivatoscopio de bolsillo de entre la túnica de Harry. Daba vueltas muy aprisa sobre la palma de la mano de Ron, brillando muy intensamente.
—¿Eso es un chivatoscopio? —preguntó Hermione con interés, levantándose para verlo mejor.
—Sí... Pero claro, es de los más baratos —dijo Ron—. Se puso como loco cuando lo até a la pata de
—¿No hacías nada malo en ese momento? —preguntó Hermione con perspicacia.
—¡No! Bueno..., no debía utilizar a
—Vuélvelo a meter en el baúl —le aconsejó Harry, porque su silbido les perforaba los oídos— o le despertará.
Señaló al profesor Lupin con la cabeza. Ron metió el chivatoscopio en un calcetín especialmente horroroso de tío Vernon, que ahogó el silbido, y luego cerró el baúl.
—Podríamos llevarlo a que lo revisen en Hogsmeade —dijo Ron, volviendo a sentarse. Fred y George me han dicho que en Dervish y Banges, una tienda de instrumentos mágicos, venden cosas de este tipo.
—¿Sabes más cosas de Hogsmeade? —dijo Hermione con entusiasmo—. He leído que es la única población enteramente no muggle de Gran Bretaña...
—Sí, eso creo —respondió Ron de modo brusco—. Pero no es por eso por lo que quiero ir. ¡Sólo quiero entrar en Honeydukes!
—¿Qué es eso? —preguntó Hermione.
—Es una tienda de golosinas —respondió Ron, poniendo cara de felicidad—, donde tienen de todo... Diablillos de pimienta que te hacen echar humo por la boca... y grandes bolas de chocolate rellenas de
—Pero Hogsmeade es un lugar muy interesante —presionó Hermione con impaciencia—. En
—... Y enormes bolas de helado que te levantan unos centímetros del suelo mientras les das lenguetazos —continuó Ron, que no oía nada de lo que decía Hermione.
Hermione se volvió hacia Harry.
—¿No será estupendo salir del colegio para explorar Hogsmeade?
—Supongo que sí—respondió Harry apesadumbrado—. Ya me lo contaréis cuando lo hayáis descubierto.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Ron.
—Yo no puedo ir. Los Dursley no firmaron la autorización y Fudge tampoco quiso hacerlo.
Ron se quedó horrorizado.
—¿Que no puedes venir? Pero... hay que buscar la forma... McGonagall o algún otro te dará permiso...
Harry se rió con sarcasmo. La profesora McGonagall, jefa de la casa Gryffindor, era muy estricta.
—Podemos preguntar a Fred y a George. Ellos conocen todos los pasadizos secretos para salir del castillo...
—¡Ron! —le interrumpió Hermione—. Creo que Harry no debería andar saliendo del colegio a escondidas estando suelto Black...
—Ya, supongo que eso es lo que dirá McGonagall cuando le pida el permiso
—observó Harry.
—Pero si nosotros estamos con él... Black no se atreverá a...
—No digas tonterías, Ron —interrumpió Hermione—. Black ha matado a un montón de gente en mitad de una calle concurrida. ¿Crees realmente que va a dejar de atacar a Harry porque estemos con él?
Mientras hablaba, Hermione enredaba las manos en la correa de la cesta en que iba
—¡No dejes suelta esa cosa! —exclamó Ron.
Pero ya era demasiado tarde.
—¡Apártate de aquí!
—¡No, Ron! —exclamó Hermione con enfado.
Ron estaba a punto de responder cuando el profesor Lupin se movió. Lo miraron con aprensión, pero él se limitó a volver la cabeza hacia el otro lado, con la boca todavía ligeramente abierta, y siguió durmiendo.
El expreso de Hogwarts seguía hacia el norte, sin detenerse. Y el paisaje que se veía por las ventanas se fue volviendo más agreste y oscuro mientras aumentaban las nubes.
A través de la puerta del compartimento se veía pasar gente hacia uno y otro lado.