—Cuídate, Harry ¿Lo harás? —dijo separándose de él, con los ojos especialmente brillantes. Luego abrió su enorme bolso y dijo—: He preparado bocadillos para todos.
Aquí los tenéis, Ron... no, no son de conserva de buey.. Fred... ¿dónde está Fred? ¡Ah, estás ahí, cariño...!
—Harry —le dijo en voz baja el señor Weasley—, ven aquí un momento.
Señaló una columna con la cabeza y Harry lo siguió hasta ella. Se pusieron detrás, dejando a los otros con la señora Weasley
—Tengo que decirte una cosa antes de que te vayas —dijo el señor Weasley con voz tensa.
—No es necesario, señor Weasley Ya lo sé.
—¿Que lo sabes? ¿Cómo has podido saberlo?
—Yo... eh... les oí anoche a usted y a su mujer. No pude evitarlo. Lo siento...
—No quería que te enteraras de esa forma —dijo el señor Weasley, nervioso.
—No... Ha sido la mejor manera. Así me he podido enterar y usted no ha faltado a la palabra que le dio a Fudge.
—Harry, debes de estar muy asustado...
—No lo estoy —contestó Harry con sinceridad—. De verdad —añadió, porque el señor Weasley lo miraba incrédulo—. No trato de parecer un héroe, pero Sirius Black no puede ser peor que Voldemort, ¿verdad?
El señor Weasley se estremeció al oír aquel nombre, pero no comentó nada.
—Harry, sabía que estabas hecho..., bueno, de una pasta más dura de lo que Fudge cree. Me alegra que no tengas miedo, pero...
—¡Arthur! —gritó la señora Weasley, que ya hacía subir a los demás al tren—.
¡Arthur!, ¿qué haces? ¡Está a punto de irse!
—Ya vamos, Molly —dijo el señor Weasley Pero se volvió a Harry y siguió hablando, más bajo y más aprisa—. Escucha, quiero que me des tu palabra...
—¿De que seré un buen chico y me quedaré en el castillo? —preguntó Harry con tristeza.
—No exactamente —respondió el señor Weasley, más serio que nunca—. Harry, prométeme que no irás en busca de Black.
Harry lo miró fijamente.
—¿Qué?
Se oyó un potente silbido y pasaron unos guardias cerrando todas las puertas del tren.
—Prométeme, Harry —dijo el señor Weasley hablando aún más aprisa—, que ocurra lo que ocurra...
—¿Por qué iba a ir yo detrás de alguien que sé que quiere matarme? —preguntó Harry, sin comprender.
—Prométeme que, oigas lo que oigas...
—¡Arthur; aprisa! —gritó la señora Weasley.
Salía vapor del tren. Éste había comenzado a moverse. Harry corrió hacia la puerta del vagón, y Ron la abrió y se echó atrás para dejarle paso. Se asomaron por la ventanilla y dijeron adiós con la mano a los padres de los Weasley hasta que el tren dobló una curva y se perdieron de vista.
—Tengo que hablaros a solas —dijo entre dientes a Ron y Hermione en cuanto el tren cogió velocidad.
—Vete, Ginny —dijo Ron.
—¡Qué agradable eres! —respondió Ginny de mal humor; y se marchó muy ofendida.
Harry, Ron y Hermione fueron por el pasillo en busca de un compartimento vacío, pero todos estaban llenos salvo uno que se encontraba justo al final.
En éste sólo había un ocupante: un hombre que estaba sentado al lado de la ventana y profundamente dormido. Harry, Ron y Hermione se detuvieron ante la puerta. El expreso de Hogwarts estaba reservado para estudiantes y nunca habían visto a un adulto en él, salvo la bruja que llevaba el carrito de la comida.
El extraño llevaba una túnica de mago muy raída y remendada. Parecía enfermo y exhausto. Aunque joven, su pelo castaño claro estaba veteado de gris.
—¿Quién será? —susurró Ron en el momento en que se sentaban y cerraban la puerta, eligiendo los asientos más alejados de la ventana.
—Es el profesor R. J. Lupin —susurró Hermione de inmediato.
—¿Cómo lo sabes?
—Lo pone en su maleta —respondió Hermione señalando el portaequipajes que había encima del hombre dormido, donde había una maleta pequeña y vieja atada con una gran cantidad de nudos. El nombre, «Profesor R. J. Lupin», aparecía en una de las esquinas, en letras medio desprendidas.
—Me pregunto qué enseñará —dijo Ron frunciendo el entrecejo y mirando el pálido perfil del profesor Lupin.
—Está claro —susurró Hermione—. Sólo hay una vacante, ¿no es así? Defensa Contra las Artes Oscuras.
Harry, Ron y Hermione ya habían tenido dos profesores de Defensa Contra las Artes Oscuras, que habían durado sólo un año cada uno. Se decía que el puesto estaba gafado.
—Bueno, espero que no sea como los anteriores —dijo Ron no muy convencido—.
No parece capaz de sobrevivir a un maleficio hecho como Dios manda. Pero bueno,
¿qué nos ibas a contar?
Harry explicó la conversación entre los padres de Ron y las advertencias que el señor Weasley acababa de hacerle. Cuando terminó, Ron parecía atónito y Hermione se tapaba la boca con las manos. Las apartó para decir:
—¿Sirius Black escapó para ir detrás de ti? ¡Ah, Harry, tendrás que tener muchísimo cuidado! No vayas en busca de problemas...
—Yo no busco problemas —respondió Harry, molesto—. Los problemas normalmente me encuentran a mí.
—¡Qué tonto tendría que ser Harry para ir detrás de un chalado que quiere matarlo!
—exclamó Ron, temblando.