Las piquetas de los galloscavan buscando la aurora,cuando por el monte oscurobaja Soledad Montoya.Cobre amarillo su carne,huele a caballo y a sombra.Yunques ahumados sus pechos,gimen canciones redondas.– Soledad, ¿por quién preguntassin compaña ya estas horas?– Pregunte por quien pregunte,dime: ¿a ti qué se te importa?Vengo a buscar lo que busco,mi alegría y mi persona.– Soledad de mis pesares,caballo que se desbocaal fin encuentra la mary se lo tragan las olas.– No me recuerdes el mar,que la pena negra brotaen las tierras de aceitunabajo el rumor de las hojas.– ¡Soledad, qué pena tienes!¡Qué pena tan lastimosa!Lloras zumo de limónagrio de espera y de boca.– ¡Qué pena tan grande! Corromi casa como una loca,mis dos trenzas por el suelo,de la cocina a la alcoba.¡Qué pena! Me estoy poniendo deazabache carne y ropa.¡Ay, mis camisas de hilo!¡Ay, mis muslos de amapola!– Soledad, lava tu cuerpocon agua de las alondras,y deja tu corazónen paz, Soledad Montoya.Por abajo canta el río:volante de cielo y hojas.Con flores de calabazala nueva luz se corona.¡Oh pena de los gitanos!Pena limpia y siempre sola.¡Oh pena de cauce ocultoy madrugada remota!
SAN MIGUEL (GRANADA)
A Diego Buigas de Dalmau
Se ven desde las barandas,por el monte, monte, monte,mulos y sombras de muloscargados de girasoles.Sus ojos en las umbríasse empañan de inmensa noche.En los recodos del airecruje la aurora salobre.Un cielo de mulos blancoscierra sus ojos de azoguedando a la quieta penumbraun final de corazones,y el agua se pone fríapara que nadie la toque.Agua loca y descubierta,por el monte, monte, monte.San Miguel, lleno de encajesen la alcoba de su torre,enseña sus bellos muslosceñidos por los faroles.Arcángel domesticadoen el gesto de las doce,finge una cólera dulcede plumas y ruiseñores.San Miguel canta en los vidrios;efebo de tres mil noches,fragante de agua coloniay lejano de las flores.El mar baila por la playaun poema de balcones.Las orillas de la lunapierden juncos, ganan voces.Vienen manolas comiendosemillas de girasoles,los culos grandes y ocultoscomo planetas de cobre.Vienen altos caballerosy damas de triste porte,morenas por la nostalgiade un ayer de ruiseñores.Y el obispo de Manila,ciego de azafrán y pobre,dice misa con dos filospara mujeres y hombres.San Miguel se queda quietoen la alcoba de su torrecon las enaguas cuajadasde espejitos y entredoses.San Miguel, rey de los globosy de los números nones,en el primor berberiscode gritos y miradores.