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-Pienso que nos dedicaremos a esos después del almuerzo-. la Sra. Weasley apuntó a los polvorientos armarios de vidrio que están de pie a los lados de la repisa. Estaban llenos de un surtido de objetos: una selección de dagas mohosas, garras, una piel de serpiente enrollada, varias cajas de color plata empañadas con inscripciones en idiomas que Harry no podía entender y, una botella de cristal adornado con un ópalo grande puesto en el tapón, llena de lo que Harry estaba convencido, era sangre.

El timbre sonó de nuevo. Todos miraron a la Sra. Weasley.

Quedaros aquí, dijo ella firmemente dejando la bolsa de ratas ya que los chillidos de la Sra. Blackempezaron de nuevo desde abajo.

-Subiré algunos bocadillos-. Dejó el cuarto, cerrando la puerta cuidadosamente detrás de ella. En seguida, todos se pegaron a la ventana para mirar hacia abajo en el umbral de la puerta. Podían ver la parte de arriba de una despeinada y roja cabeza y una pila de calderos precariamente equilibrados.

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-Mundungus! - dijo Hermione. -¿Para que se trae todos esos calderos?-

-Probablemente buscando un lugar seguro para guardarlos-, dijo Harry. -¿No es lo que estaba haciendo la noche que se suponía que me tenía que estar vigilando? ¿Recogiendo Calderos robados?-

-Sí, tienes razón-, dijo Fred.

La puerta delantera se abrió; Mundungus metió con esfuerzo sus calderos a través de ella y desapareció de la vista. -Blimey, a Mamá no le gustará eso...-

Él y George cruzaron hasta la puerta y permanecieron de pie al lado, escuchando estrechamente. El grito de la Sra. Black había parado.

-Mundungus está hablando con Sirius y Kingsley-, murmuró Fred, frunciendo el entrecejo con concentración.

-No puede oír bien... ¿creeis que podríamos arriesgarnos con las orejas extensibles?-

-Podría merecer la pena-, dijo George. -Yo podría subir furtivamente arriba y conseguir un par-.

Pero en ese preciso momento hubo una explosión de sonido desde el piso inferior que hizo a las Orejas Extensibles innecesarias. Todos podían oír exactamente lo que la Sra.

Weasley estaba gritando.

-¡¡¡¡¡NOSOTROS

NO

ESTAMOS

EJECUTANDO

UN

ESCONDITE PARA MERCANCIAS ROBADAS!!!!!-

-Me encanta escuchar a mama haciendo callar a alguien más–

dijo Fred, con una sonrisa de satisfaccion en la cara cuando el abrió la puerta un centímetro para permitir que la voz de la señora Weasley penetrara bien en el cuarto –hacer un cambio es bueno-.

-¡¡¡¡¡COMPLETAMENTE IRRESPONSABLE, COMO SI

NOSOTROS NO TUBIERAMOS SUFICIENTE, COMO PARA

PREOCUPARNOS

AHORA

EN

TI,

TIRANDO

LOS

CALDEROS ROBADOS DENTRO DE LA CASA!!!!!-

106

-Los idiotas están permitiendo que el consiga dentro sus pasos largos-. Dijo George, mientras agitaba su cabeza.

-Tienes que conseguir encabezarla mas temprano, de otra manera ella convertirá su cabeza de vapor y seguirá así por horas. Y ella ha estado agonizando desde que supo que se había ido furtivamente cuando se suponía que te estaba siguiendo a ti, Harry-.

-Y ahí va la madre de Siruis de nuevo-.

La voz de la señora Weasley estaba perdida en medio de los chillidos frescos y gritos de los retratos en el vestíbulo. George intentó cerrar la puerta para ahogar el ruido, pero antes de conseguirlo, el elfo doméstico entró en la habitación. Excepto el trapo asqueroso que tenia atado alrededor de su cintura, estaba completamente desnudo. Parecía muy viejo. Su piel parecía ser en otros tiempos mas grande que el y aunque era calvo como todos los elfos domésticos de casa, tenía una cantidad de pelo blanco que crecía en sus orejas largas de murciélago. Sus ojos estaban inyectados de sangre y acuosamente de gris, y su nariz era larga y bien puntiaguda..

El elfo no notó la presencia de Harry ni del resto. Actuaba como si no pudiera verlos, arrastraba los pies encorvado, despacio y obstinadamente, dirigiendose hacia el extremo lejano del cuarto, murmurando

todo

el

rato,

suspirando

roncamente

y

profundamente.

-... olía como un desagüe y un delincuente también, pero ella no es mejor, vieja sucia traidora con sus mocosos que desordenan la casa de mi señora, oh, mi pobre señora, si ella supiera, si ella supiera la escoria que ellos han permitido en su casa, lo que le diría al viejo Kreacher, oh, que vergüenza, Mudbloods y werewolves y traidores y ladrones, Kreacher viejo pobre, qué puede hacer él...-

-Hola, Kreacher-, dijo a Fred, cerrando la puerta con un chasquido, muy ruidosamente.

El elfo doméstico se quedó quieto, dejó de murmurar, y fingió una muy marcada y muy poco convincente sorpresa.

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Денис Ратманов

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