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-Cuando de la señal, comenzad inmediatamente a rociarlos-, dijo ella. -Ellos saldrán hacia nosotros, espero, pero con un buen chorro de los sprays se paralizarán. Cuando se queden inmóviles, simplemente los tiráis en este cubo-, la Sra. Weasley se colocó en posición, -de acuerdo, ¡el chorro!-.

Harry había estado rociando sólo unos segundo cuando un Doxy totalmente crecido salió volando de un pliegue del material, zumbando como las alas de un brillante escarabajo, mostrando los dientes afilados y diminutos como una aguja, su cuerpo como de hada cubierto de espeso pelo negro y sus cuatro patitas diminutas fijadas con furia.

Harry le dió en la cara de lleno con una ráfaga de Doxycide. Se quedó helado en el medio del aire y se cayó, con un sorprendente ruido sobre la alfombra. Harry lo recogió y lo tiró en el cubo.

-Fred, ¿qué estás haciendo?- dijo la Sra. Weasley molesta.

-¡Rocía eso en seguida y tíralo!- Harry miró alrededor. Fred estaba esforzándose en sostener un Doxy entre su dedo índice y dedo pulgar.

-De acuerdo- dijo Fred, rociando el Doxy rápidamente en la cara para que se desmallara, pero en el momento que la Sra. Weasley se giró él lo guardó en el bolsillo y le guiñó el ojo a Harry.

-Queremos experimentar con veneno de Doxy para nuestro Skiving Snackboxes-, le dijo George a Harry con un susurro.

Roció con destreza a dos Doxys cuando volaban directamente hacia su nariz, Harry se acercó a George y murmuró por una esquina de su boca,

-¿Qué son Skiving Snackboxes?-

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-Surtido de dulces para ponerte enfermo-, susurró George, manteniendo un ojo atento en la espalda de la Sra. Weasley.

-No realmente enfermo, tranquilo, suficientemente enfermo para terminar una clase cuando tu lo desees. Fred y yo los hemos estado desarrollando este verano. Tienen dos extremos, codificados por color para masticarlos. Si te comes la mitad anaranjada de las Pastillas de Vómitos, vomitas. Momento en el que sales de la clase para ir al hospital, luego tomas la mitad púrpura, que te repone, permitiéndote que sigas con la actividad de ocio que tu elijas durante una hora que se habrías ocupado por otra parte a un fastidio improductivo-.

-Esto es lo que estamos poniendo en los anuncios, sin embargo-, susurró Fred que se había puesto fuera de la línea de visión de la Sra. Weasley y estaba barriendo unos Doxys perdidos en el suelo y guardándolos en su bolsillo, -todavía necesitan un poco de trabajo, por el momento nuestros probadores están teniendo un pequeño problema para parar de vomitar el tiempo suficiente para tomarse el extremo púrpura-.

-¿Probadores?-

-Nosotros-, dijo Fred. -Lo tomamos por turnos. George hizo el Desmayo Imaginario, nosotros dos probamos el Turrón sangra-narices-

-¡mamá pensó que nos habíamos estado batiendo en duelo!-, dijo George.

¿Entonces la tienda de bromas tira hacia adelante? Murmuró Harry, haciendo ver que estaba ajustando la boquilla de su spray.

-Bueno, aún no hemos tenido la oportunidad de conseguir local-, dijo Fred, bajando aún más su voz. La Sra. Weasley limpió su pañuelo antes de volver al ataque. -Así que hemos puesto en marcha un servicio de pedidos por de momento. Pusimos un anuncio en el Diario El Profeta la semana pasada-.

-Todo gracias a usted, compañero-, dijo George. -Pero no te preocupes... Mamá no tiene ninguna pista. Ella no volverá a leer el Diario El Profeta, la causa es las graves mentiras que han dicho sobre ti y Dumbledore-.

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Harry sonrió abiertamente. Él había obligado a los gemelos Weasley a aceptar los mil Galeones que había ganado en el Torneo de Los Tres Magos para ayudarles a cumplir su ambición de abrir una tienda de bromas, pero él todavía se alegraba más al saber que su participación en estos planes era desconocida por la Sra. Weasley.

Ella no creía que montar una tienda de bromas fuese una carrera conveniente para dos de sus hijos. La eliminación de los Doxys de las cortinas les ocupó la mayoría de la mañana.

Era más tarde del mediodía cuando la Sra. Weasley se quitó por fin su pañuelo protector, se hundió en un sillón viejo y saltó de nuevo con un grito de disgusto, porque se habia sentado en la bolsa de ratas muertas.

Las cortinas ya no zumbaban; colgaban húmedas y flojas después del intensivo rociado. Al pie de ellos, los inconscientes Doxys descansaban en el cubo junto a un cuenco de sus huevos negros, que Crookshanks estaba olfateando en ese momento y al que Fred y George estaban lanzando miradas codiciosas.

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Денис Ратманов

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