"No hasta que haya dicho lo que tengo que decir," dijo Dumbledore.
"Usted - usted piensa que quiero - usted piensa que me importa -
NO ME IMPORTA LO QUE TENGA QUE DECIR!" Harry rugio. "No quiero oir nada de lo que tenga que decir!"
-Lo harás –dijo Dumbledore tranquilamente.- Porque no estás ni siquiera cerca de lo enfadado que deberías estar conmigo. Si me vas a atacar, como sé que estás cerca de hacerlo, me gustaría tenerlo ganado a conciencia.
-¿De qué estás hablando?
-Es mi culpa que Sirius muriese –dijo Dumbledore claramente.-
O debería decir, casi toda la culpa. No seré tan arrogante como para reclamar responsabilidades de todos. Sirius era un hombre valiente, listo y energético, y tales hombres no suelen contentarse sentados en casa escondiéndose mientras piensan que otros están en peligro. No obstante, tú no deberías haber creído por un instante que había alguna necesidad de que fueras al Departamento de Misterios esta noche. Si hubiera sido sincero contigo, Harry, como debería haberlo sido, tú habrías sabido hace mucho tiempo que Voldemort podría intentar y atraerte al Departamento de Misterios, y tú nunca habrías sido persuadido de ir allí esta noche. Y Sirius no habría tenido que ir tras de ti.
Esa culpa recae en mí, sólo en mí.
Harry aún tenía su mano sobre el pomo de la puerta pero no estaba atento a eso. Estaba mirando a Dumbledore, respirando dificultosamente, escuchando todavía apenas entendiendo lo que estaba oyendo.
-Por favor, siéntate. –dijo Dumbledore. No era una orden, era una petición.
Harry titubeó, entonces caminó lentamente atravesando la habitación ahora llena de basura, con cristales y trozos plateados 828
por el suelo, y cogió el sitio de delante del escritorio de Dumbledore.
-A ver si lo entiendo –dijo Phineas Nigellus despacio desde la izquierda de Harry- ¿Mi tátara-tátara-nieto, el último de los Black, está muerto?
-Sí, Phineas –dijo Dumbledore.
-No me lo creo –dijo Phineas bruscamente.
Harry giró su cara a tiempo de ver a Phineas yéndose de su retrato y supo que había ido a visitar su otro cuadro en Grimmauld Place. El caminaría, quizás, de retrato en retrato, llamando a Sirius por toda la casa...
-Harry, te debo una explicación –dijo Dumbledore- Una explicación de un error de un hombre viejo. Ahora que veo lo que he hecho y lo que no con respecto a ti, tiene todas las características de los defectos de la edad. Los jóvenes no podéis saber cómo la edad piensa y siente. Pero los hombres viejos son culpables si olvidan lo que era ser joven... y yo parezco haberlo olvidado recientemente...
El Sol estaba subiendo ahora correctamente; había un borde de un naranja deslumbrante visible por encima de las montañas y el cielo sobre él estaba blanco y brillante. La luz cayó sobre Dumbledore, sobre el color plateado de sus cejas y su barba, sobre las arrugas limpias de su cara.
-Creí, hace quince años –dijo Dumbledore- cuando vi la cicatriz en tu frente, lo que esta podría significar. Supuse que podría ser la señal de una conexión forjada entre tú y Voldemort
-Esto ya me lo había dicho antes, profesor –dijo Harry rotundamente. No le importaba ser grosero. No le importaba nada lo más mínimo.
-Sí –dijo Dumbledore excusándose- Sí, pero verás... es necesario empezar con tu cicatriz. Para que llegara a ser aparente, poco después de que regresaras al mundo mágico, que yo estaba en lo cierto, tu cicatriz estuvo dándote advertencias cuando Voldemort estaba cerca de ti o cuando se sentía lleno de poder.
-Lo sé –dijo Harry cansinamente.
829
-Y esa habilidad tuya (para detectar la presencia de Voldemort, incluso cuando está oculto, y saber lo que está sintiendo cuando sus emociones están exaltadas) ha llegado a ser más y más pronunciada desde que ha recuperado su cuerpo y todos sus poderes.
Harry no se molestó en asentir. Ya sabía todo eso.
-Más recientemente –dijo Dumbledore- Me preocupé porque Voldemort podría darse cuenta de que esta conexión entre vosotros existe. Y en efecto, hubo un tiempo que entraste tan lejos en su mente y sus pensamientos, que él sintió tu presencia.
Estoy hablando, por supuesto, de la noche en la que presenciaste el ataque al Señor Weasley.
-Sí, Snape me lo dijo –masculló Harry.
-El profesor Snape, Harry –corrigió Dumbledore suavemente-Pero, ¿no te preguntaste por qué no era yo el que te explicaba todo esto? ¿Por qué no te enseñaba yo Oclumancia? ¿Por qué no te había mirado en absoluto durante meses?
Harry levantó la mirada. Ahora podía ver que Dumbledore parecía triste y cansado.
-Sí –dijo Harry entre dientes- Sí, me lo he preguntado.