“Y éstos?” dijo el centauro de pelo gris y de expresión dura, agarrando a Hermione.
“ Son jóvenes”, dijo una voz suave y parada que provenía detrás de Harry. “Nosotros no atacamos a los potros”
“Fueron ellos los que la trajeron aquí, Ronan”, dijo el centauro que tenía asido firmemente a Harry. “ Y no son tan jóvenes... él es ya casi un hombre. Éste de aquí”.
Meneó a Harry agarrando el cuello de su túnica.
“Por favor,” dijo Hermione sin aliento, “por favor, no nos ataquen. Nosotros no pensamos como ella, no somos empleados del Ministerio de Magia! Sólo vinimos hasta aquí porque esperábamos que la apartaran de nosotros!”
Harry supo a la primera, por el aspecto de la cara del centauro gris que estaba agarrando a Hermione, que ella había cometido un terrible error diciendo esto. El centauro gris echó atrás su 758
cabeza, sus piernas traseras estampando furiosamente el suelo, y gruñó “Lo ves, Ronan? Ellos ya tienen la arrogancia de su clase!
Entonces....nosotros tenemos que hacerte el trabajo sucio ¿es así, chica humana? ¿Nosotros tenemos que actuar como si fuéramos vuestros sirvientes, ahuyentando a vuestros enemigos, como si fuéramos perros obedientes?”
“No!” dijo Hermione, soltando un chillido de horror. “¡Por favor... no quise decir eso! ¡Sólo esperaba que fuerais capaces de....ayudarnos...!” Pero parecía que, en lugar de arreglarlo, aquello iba de mal en peor.
“¡Nosotros no ayudamos a los humanos!” gruñó el centauro que agarraba a Harry, apretando su brazo y encabritándose un poco al mismo tiempo, de modo que los pies de Harry tocaron el suelo por un momento. “¡Somos una raza aparte y estamos orgullosos de serlo. No permitiremos que caminéis por aquí, alardeando de que aceptamos vuestras ofertas!”
“¡No vamos a decir nada de eso!” gritó Harry. “Sabemos que hacéis lo que hacéis porque queréis...”
Pero nadie parecía estar escuchándole.
Un centauro acastañado, detrás de la muchedumbre gritó,
“¡Vinieron aquí sin que nadie les hubiera invitado, tienen que pagar las consecuencias!”
Un rugido de aprobación se unió a estas palabras y un centauro bicolor gritó, “¡Pueden unirse a la mujer!”
“¡Dijisteis que no hacíais daño a los inocentes!” rogó Hermione, con lágrimas deslizándose por la cara. “¡No hemos hecho nada para heriros! No hemos usado varitas ni trucos, simplemente queremos regresar al colegio ¡Por favor, dejadnos volver..!
“¡No todos somos como el traidor Firenze, chica humana!” gritó el centauro gris, consiguiendo más relinchos y rugidos de aprobación de sus compañeros. “¿A lo mejor pensaste que éramos bonitos caballos parlantes? ¡Nosotros somos gente centenaria que no soportará las invasiones y los insultos de los magos! ¡No reconocemos vuestras normas. No reconocemos vuestra superioridad. Nosotros somos...!
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Pero no fueron capaces de oír que más cosas eran los centauros, porque en aquel momento se oyó un estrépito que provenía de los lados del claro, tan fuerte que Harry, Hermione y los casi 50
centauros que llenaban el claro, miraron a su alrededor. El centauro que agarraba a Harry le dejó caer de nuevo al suelo cuando sus manos volaron hasta su arco y su carcasa de flechas.
Hermione también había sido soltada y Harry corrió hasta ella.
De pronto oyeron cómo tres grandes troncos de árbol se partían amenazadoramente y la monstruosa forma del gigante Grawp apareció en el claro.
Los centauros que estaban cerca de ellos recularon un poco. El claro era ahora un bosque de arcos y flechas esperando para ser disparadas, todas apuntando hacia la monstruosa cara que ahora estaba aproximándose hacia ellos, justo debajo de un grueso toldo de ramas. La boca torcida de Grawp estaba estúpidamente abierta de par en par, de manera que podían ver aquellos ladrillos amarillos que tenía por dientes brillando en la media luz del claro.
Sus torpes ojos color fango se estrechaban mientras bizqueaba mirando a las criaturas que se encontraban a sus pies. Sus ropas sucias y rotas las iba arrastrando por los tobillos.
Abrió la boca aún más.
“Hagger”
Harry no sabía qué era lo que significaba “Hagger” o que lengua era aquélla, pero realmente no le importaba demasiado; estaba mirando los pies de Grawp, los cuales eran por lo menos tan largos como el cuerpo entero de Harry. Hermione agarró su brazo con fuerza. Los centauros permanecían callados, de pie ante el gigante, cuya inmensa y redonda cabeza se movía de un lado a otro, escudriñando entre ellos como si estuviera buscando algo que se le hubiera caído.
“Hagger!” dijo otra vez, más intensamente.
“Vete de aquí, gigante!” le ordenó Magorian. “No eres bien recibido entre nosotros!”