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Pero tía Petunia no sabía lo que se ocultaba bajo la tabla suelta del piso de arriba.

No tenía ni idea de que Harry no estaba siguiendo el régimen. En cuanto éste se había enterado de que tenía que pasar el verano alimentándose de tiras de zanahoria, había enviado a Hedwig a casa de sus amigos pidiéndoles socorro, y ellos habían cumplido maravillosamente: Hedwig había vuelto de casa de Hermione con una caja grande llena de cosas sin azúcar para picar (los padres de Hermione eran dentistas); Hagrid, el guardabosque de Hogwarts, le había enviado una bolsa llena de bollos de frutos secos hechos por él (Harry ni siquiera los había tocado: ya había experimentado las dotes culinarias de Hagrid); en cuanto a la señora Weasley, le había enviado a la lechuza de la familia, Errol, con un enorme pastel de frutas y pastas variadas. El pobre Errol, que era viejo y débil, tardó cinco días en recuperarse del viaje. Y luego, el día de su cumpleaños (que los Dursley habían pasado olímpicamente por alto), había recibido cuatro tartas estupendas enviadas por Ron, Hermione, Hagrid y Sirius. Todavía le quedaban dos, y por eso, impaciente por tomarse un desayuno de verdad cuando volviera a su habitación, empezó a comerse el pomelo sin una queja.

Tío Vernon dejó el periódico a un lado con un resoplido de disgusto y observó su trozo de pomelo.

—¿Esto es el desayuno? —preguntó de mal humor a tía Petunia.

Ella le dirigió una severa mirada y luego asintió con la cabeza, mirando de forma harto significativa a Dudley, que había terminado ya su parte de pomelo y observaba el de Harry con una expresión muy amarga en sus pequeños ojos de cerdito.

Tío Vernon lanzó un intenso suspiro que le alborotó el poblado bigote y cogió la cuchara.

Llamaron al timbre de la puerta. Tío Vernon se levantó con mucho esfuerzo y fue al recibidor. Veloz como un rayo, mientras su madre preparaba el té, Dudley le robó a su padre lo que le quedaba de pomelo.

Harry oyó un murmullo en la entrada, a alguien riéndose y a tío Vernon respondiendo de manera cortante. Luego se cerró la puerta y oyó rasgar un papel en el recibidor.

Tía Petunia posó la tetera en la mesa y miró a su alrededor preguntándose dónde se había metido tío Vernon. No tardó en averiguarlo: regresó un minuto después, lívido.

—Tú —le gritó a Harry—. Ven a la sala, ahora mismo.

Desconcertado, preguntándose qué demonios había hecho en aquella ocasión, Harry se levantó, salió de la cocina detrás de tío Vernon y fue con él hasta la habitación contigua. Tío Vernon cerró la puerta con fuerza detrás de ellos.

—Vaya —dijo, yendo hasta la chimenea y volviéndose hacia Harry como si estuviera a punto de pronunciar la sentencia de su arresto—. Vaya.

A Harry le hubiera encantado preguntar «¿Vaya qué?», pero no juzgó prudente poner a prueba el humor de tío Vernon tan temprano, y menos teniendo en cuenta que éste se encontraba sometido a una fuerte tensión por la carencia de alimento. Así que decidió adoptar una expresión de cortés desconcierto.

—Acaba de llegar esto —dijo tío Vernon, blandiendo ante Harry un trozo de papel de color púrpura—. Una carta. Sobre ti.

El desconcierto de Harry fue en aumento. ¿Quién le escribiría a tío Vernon sobre él? ¿Conocía a alguien que enviara cartas por correo?

Tío Vernon miró furioso a Harry; luego bajó los ojos al papel y empezó a leer: Estimados señor y señora Dursley:

No nos conocemos personalmente, pero estoy segura de que Harry leshabrá hablado mucho de mi hijo Ron.

Como Harry les habrá dicho, la final de los Mundiales de quidditchtendrá lugar el próximo lunes por la noche, y Arthur, mi marido, acaba deconseguir entradas de primera clase gracias a sus conocidos en elDepartamento de Deportes y Juegos Mágicos.

Espero que nos permitan llevar a Harry al partido, ya que es unaoportunidad única en la vida. Hace treinta años que Gran Bretaña no es laanfitriona de la Copa y es extraordinariamente difícil conseguir una entrada.

Nos encantaría que Harry pudiera quedarse con nosotros lo que queda de vacaciones de verano y acompañarlo al tren que lo llevará de nuevo al colegio.

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Денис Ратманов

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