Pero tía Petunia no sabía lo que se ocultaba bajo la tabla suelta del piso de arriba.
No tenía ni idea de que Harry no estaba siguiendo el régimen. En cuanto éste se había enterado de que tenía que pasar el verano alimentándose de tiras de zanahoria, había enviado a
Tío Vernon dejó el periódico a un lado con un resoplido de disgusto y observó su trozo de pomelo.
—¿Esto es el desayuno? —preguntó de mal humor a tía Petunia.
Ella le dirigió una severa mirada y luego asintió con la cabeza, mirando de forma harto significativa a Dudley, que había terminado ya su parte de pomelo y observaba el de Harry con una expresión muy amarga en sus pequeños ojos de cerdito.
Tío Vernon lanzó un intenso suspiro que le alborotó el poblado bigote y cogió la cuchara.
Llamaron al timbre de la puerta. Tío Vernon se levantó con mucho esfuerzo y fue al recibidor. Veloz como un rayo, mientras su madre preparaba el té, Dudley le robó a su padre lo que le quedaba de pomelo.
Harry oyó un murmullo en la entrada, a alguien riéndose y a tío Vernon respondiendo de manera cortante. Luego se cerró la puerta y oyó rasgar un papel en el recibidor.
Tía Petunia posó la tetera en la mesa y miró a su alrededor preguntándose dónde se había metido tío Vernon. No tardó en averiguarlo: regresó un minuto después, lívido.
—Tú —le gritó a Harry—. Ven a la sala, ahora mismo.
Desconcertado, preguntándose qué demonios había hecho en aquella ocasión, Harry se levantó, salió de la cocina detrás de tío Vernon y fue con él hasta la habitación contigua. Tío Vernon cerró la puerta con fuerza detrás de ellos.
—Vaya —dijo, yendo hasta la chimenea y volviéndose hacia Harry como si estuviera a punto de pronunciar la sentencia de su arresto—. Vaya.
A Harry le hubiera encantado preguntar «¿Vaya qué?», pero no juzgó prudente poner a prueba el humor de tío Vernon tan temprano, y menos teniendo en cuenta que éste se encontraba sometido a una fuerte tensión por la carencia de alimento. Así que decidió adoptar una expresión de cortés desconcierto.
—Acaba de llegar esto —dijo tío Vernon, blandiendo ante Harry un trozo de papel de color púrpura—. Una carta. Sobre ti.
El desconcierto de Harry fue en aumento. ¿Quién le escribiría a tío Vernon sobre él? ¿Conocía a alguien que enviara cartas por correo?
Tío Vernon miró furioso a Harry; luego bajó los ojos al papel y empezó a leer: