Читаем El cálculo de Dios полностью

—Nuestra incredulidad inicial fue igual a la suya —dijo—. Pero al menos en mi mundo y en el de los wreeds encajan algo más que las fechas. También es la naturaleza de los efectos en la biosfera. La mayor extinción masiva de los tres mundos fue la tercera, la que en la Tierra se define como fin del Pérmico. Considerando lo que me ha contado, parece que la mayor parte de la biodiversidad fue eliminada en los tres mundos al mismo tiempo.

»A continuación, el acontecimiento que sitúa al final de su Triásico aparentemente condujo al dominio de los nichos ecológicos más altos por parte de una clase de animales. Aquí, fueron las criaturas que l aman dinosaurios; en mi mundo, fueron grandes pentápodos ectotérmicos.

»Y la extinción masiva final, la que dice usted que se produjo a finales del Cretácico, parece haber provocado la desaparición de ese tipo y el paso central a la clase que ahora domina. En este mundo fueron los mamíferos como usted suplantando a los dinosaurios. En Beta Hydri III, fueron los octópodos endotérmicos como yo ocupando el puesto de los pentápodos. En Delta Pavonis II, las formas vivíparas ocuparon nichos ecológicos anteriormente dominados por los ovíparos.

Hizo una pausa.

—Al menos, así parece, basándome en lo que acaba de decirme. Pero me gustaría examinar sus fósiles para determinar la precisión de ese resumen.

Agité la cabeza asombrado.

—No se me ocurre ninguna razón por la que la historia evolutiva deba ser similar en diversos mundos.

—Una razón es evidente —dijo Hollus. Dio unos pasos a un lado; quizá se estaba cansando de sostener su propio peso, aunque no podía pensar qué tipo de silla podría servirle—. Podría ser así porque así lo deseó Dios.

Por alguna razón, me sorprendió oír a un alienígena hablar de esa forma. La mayoría de los científicos que conozco o son ateos o mantienen la religión como algo privado —y Hollus acababa de decir que era un científico.

—Es una explicación —dije con cautela.

—Es la más razonable. ¿No tienen los humanos un principio que afirma que la explicación más simple es la preferible?

Asentí.

—La navaja de Occam.

—La explicación de que fue la voluntad de Dios da una razón para todas las extinciones masivas; lo que la hace preferible.

—Bien, supongo, si… —maldición, sé que debía haber sido amable, limitarme a asentir y sonreír, como hago cuando los fanáticos religiosos me acosan en la Galería de Dinosaurios y me exigen saber cómo encajan con el diluvio de Noé, pero creí que debía hablar— si crees en Dios.

Los pedúnculos de Hollus se movieron en lo que parecía ser su máxima extensión, como si me mirase simultáneamente desde ambos lados.

—¿Es usted el paleontólogo más importante de esta institución? —preguntó.

—Soy el jefe del departamento, sí.

—¿No hay ningún paleontólogo con mayor experiencia?

Fruncí el ceño.

—Bien, está Jonesy, el conservador jefe de invertebrados. Casi es tan viejo como algunos de los especímenes.

—Quizá debería hablar con él.

—Si lo prefiere. Pero ¿qué pasa?

—Sé por sus programas de televisión que en esta parte del planeta hay mucha ambigüedad con respecto a Dios, al menos entre el público en general, pero me sorprende oír que alguien de su posición no está personalmente convencido de la existencia del creador.

—Bien, en ese caso, Jonesy no le sirve; forma parte del CSICOP.

—¿Policía celeste?∗

—El Comité para la Investigación Científica de las Pretensiones Paranormales. Definitivamente no cree en Dios.

—Me siento asombrado —dijo Hollus, y sus ojos se apartaron de mí para examinar los pósteres de mi despacho: un Gurche, un Czerkas y dos Kishes.

—Nuestra tendencia es considerar la religión como un asunto personal —expliqué con amabilidad—. La misma naturaleza de la fe es que uno no puede demostrar con hechos su validez.

—No hablo de cuestiones de fe —dijo Hollus, centrando los ojos de nuevo en mí—. Más bien hablo de hechos científicos verificados. Que vivimos en un universo creado es evidente para cualquiera con la suficiente inteligencia e información.

No me sentí realmente ofendido, pero sí estaba sorprendido; antes sólo había oído afirmaciones similares por parte de los científicos creacionistas.

—Encontrará a muchas personas religiosas en el RMO —dije—. Raghubir, al que conoció en el vestíbulo, por ejemplo. Pero ni siquiera él diría que la existencia de Dios es un hecho científico.

—Bien, en ese caso, será mí deber educarle —dijo Hollus.

Oh, qué alegría.

—Si cree que es necesario.

—Así debe ser, si va a ayudarme en mi trabajo. Mi opinión no es minoritaria; la existencia de Dios es parte fundamental de la ciencia tanto en Beta Hydri como en Delta Pavonis.

—Muchos humanos consideran que tales cuestiones quedan fuera del alcance de la ciencia.

Hollus volvió a mirarme como si estuviese fallando en alguna prueba.

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