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Un brujo pequeño con gorro de dormir murmuró en la parte trasera:

—Ahora no, gracias: estoy escabechando babosas. —Y se dio la vuelta, sin dejar de dormir.

—La tuya es ésta —susurró Stan, metiendo el baúl de Harry bajo la cama que había detrás del conductor; que estaba sentado ante el volante—. Éste es nuestro conductor; Ernie Prang. Éste es Neville Longbottom, Ernie.

Ernie Prang, un brujo anciano que llevaba unas gafas muy gruesas, le hizo un ademán con la cabeza. Harry volvió a taparse la cicatriz con el flequillo y se sentó en la cama.

—Vámonos, Ernie —dijo Stan, sentándose en su asiento, al lado del conductor.

Se oyó otro estruendo y al momento Harry se encontró estirado en la cama, impelido hacia atrás por la aceleración del autobús noctámbulo. Al incorporarse miró por la ventana y vio, en medio de la oscuridad, que pasaban a velocidad tremenda por una calle irreconocible. Stan observaba con gozo la cara de sorpresa de Harry.

—Aquí estábamos antes de que nos dieras el alto —explicó—. ¿Dónde estamos, Ernie? ¿En Gales?

—Sí —respondió Ernie.

—¿Cómo es que los muggles no oyen el autobús? —preguntó Harry.

—¿Ésos? —respondió Stan con desdén—. No saben escuchar; ¿a que no?

Tampoco saben mirar. Nunca ven nada.

—Vete a despertar a la señora Marsh —ordenó Ernie a Stan—. Llegaremos a Abergavenny en un minuto.

Stan pasó al lado de la cama de Harry y subió por una escalera estrecha de madera.

Harry seguía mirando por la ventana, cada vez más nervioso. Ernie no parecía dominar el volante. El autobús noctámbulo invadía continuamente la acera, pero no chocaba contra nada. Cuando se aproximaba a ellos, los buzones, las farolas y las papeleras se apartaban y volvían a su sitio en cuanto pasaba.

Stan reapareció, seguido por una bruja ligeramente verde arropada en una capa de viaje.

—Hemos llegado, señora Marsh —dijo Stan con alegría, al mismo tiempo que Ernie pisaba a fondo el freno, haciendo que las camas se deslizaran medio metro hacia delante. La señora Marsh se tapó la boca con un pañuelo y se bajó del autobús tambaleándose. Stan le arrojó el equipaje y cerró las portezuelas con fuerza. Hubo otro estruendo y volvieron a encontrarse viajando a la velocidad del rayo, por un camino rural, entre árboles que se apartaban.

Harry no habría podido dormir aunque viajara en un autobús que no hiciera aquellos ruidos ni fuera a tal velocidad. Se le revolvía el estómago al pensar en lo que podía ocurrirle, y en si los Dursley habrían conseguido bajar del techo a tía Marge.

Stan había abierto un ejemplar de El Profeta y lo leía con la lengua entre los dientes. En la primera página, una gran fotografía de un hombre con rostro triste y pelo largo y enmarañado le guiñaba a Harry un ojo, lentamente. A Harry le resultaba extrañamente familiar.

—¡Ese hombre! —dijo Harry, olvidando por unos momentos sus problemas—.

¡Salió en el telediario de los muggles!

Stan volvió a la primera página y rió entre dientes.

—Es Sirius Black —asintió—. Por supuesto que ha salido en el telediario muggle, Neville. ¿Dónde has estado este tiempo?

Volvió a sonreír con aire de superioridad al ver la perplejidad de Harry. Desprendió la primera página del diario y se la entregó a Harry.

—Deberías leer más el periódico, Neville.

Harry acercó la página a la vela y leyó:

BLACK SIGUE SUELTO

El Ministerio de Magia confirmó ayer que Sirius Black, tal vez el másmalvado recluso que haya albergado la fortaleza de Azkaban, aún no ha sidocapturado.

«Estamos haciendo todo lo que está en nuestra mano para volver aapresarlo, y rogamos a la comunidad mágica que mantenga la calma», hadeclarado esta misma mañana el ministro de Magia Cornelius Fudge. Fudgeha sido criticado por miembros de la Federación Internacional de Brujos porhaber informado del problema al Primer Ministro muggle. «No he tenido másremedio que hacerlo», ha replicado Fudge, visiblemente enojado. «Black estáloco, y supone un serio peligro para cualquiera que se tropiece con él, ya seamago o muggle. He obtenido del Primer Ministro la promesa de que norevelará a nadie la verdadera identidad de Black. Y seamos realistas, ¿quiénlo creería si lo hiciera?»

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Денис Ратманов

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