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Buckbeak se puso a trotar a regañadientes. Llegaron a los árboles...

—¡Rápido, rápido! —gritó Hermione, saliendo como una flecha de detrás del árbol, asiendo también la cuerda y tirando con Harry para que Buckbeak avanzara más aprisa. Harry miró por encima del hombro. Ya estaban fuera del alcance de las miradas.

Desde allí no veían el huerto de Hagrid.

—¡Para! —le dijo a Hermione—. Podrían oírnos.

La puerta trasera de la cabaña de Hagrid se había abierto de golpe. Harry Hermione y Buckbeak se quedaron inmóviles. Incluso el hipogrifo parecía escuchar con atención.

Silencio. Luego...

—¿Dónde está? —dijo la voz atiplada del anciano de la comisión—. ¿Dónde está la bestia?

—¡Estaba atada aquí! —dijo con furia el verdugo—. Yo la vi. ¡Exactamente aquí!

—¡Qué extraordinario! —dijo Dumbledore. Había en su voz un dejo de desenfado.

¡Buckbeak! —exclamó Hagrid con voz ronca.

Se oyó un sonido silbante y a continuación el golpe de un hacha. El verdugo, furioso, la había lanzado contra la valla. Luego se oyó el aullido y en esta ocasión pudieron oír también las palabras de Hagrid entre sollozos:

—¡Se ha ido!, ¡se ha ido! Alabado sea, ¡ha escapado! Debe de haberse soltado solo.

Buckbeak, qué listo eres.

Buckbeak empezó a tirar de la cuerda, deseoso de volver con Hagrid. Harry y Hermione la sujetaron con más fuerza, hundiendo los talones en tierra.

—¡Lo han soltado! —gruñía el verdugo—. Deberíamos rastrear los terrenos y el bosque.

—Macnair; si alguien ha cogido realmente a Buckbeak, ¿crees que se lo habrá llevado a pie? —le preguntó Dumbledore, que seguía hablando con desenfado—.

Rastrea el cielo, si quieres... Hagrid, no me iría mal un té. O una buena copa de brandy.

—Por... por supuesto, profesor —dijo Hagrid, al que la alegría parecía haber dejado flojo—. Entre, entre...

Harry y Hermione escuchaban con atención: oyeron pasos, la leve maldición del verdugo, el golpe de la puerta y de nuevo el silencio.

—¿Y ahora qué? —susurró Harry, mirando a su alrededor.

—Tendremos que quedarnos aquí escondidos —dijo Hermione con miedo—.

Tenemos que esperar a que vuelvan al castillo. Luego aguardaremos a que pase el peligro y nos acercaremos a la ventana de Sirius volando con Buckbeak. No volverá por allí hasta dentro de dos horas... Esto va a resultar difícil...

Miró por encima del hombro, a la espesura del bosque. El sol se ponía en aquel momento.

—Habrá que moverse —dijo Harry, pensando—. Tenemos que ir donde podamos ver el sauce boxeador o no nos enteraremos de lo que ocurre.

—De acuerdo —dijo Hermione, sujetando la cuerda de Buckbeak aún más firme—.

Pero hemos de seguir ocultos, Harry, recuérdalo.

Se movieron por el borde del bosque, mientras caía la noche, hasta ocultarse tras un grupo de árboles entre los cuales podían distinguir el sauce.

—¡Ahí está Ron! —dijo Harry de repente.

Una figura oscura corría por el césped y el aire silencioso de la noche les transmitió el eco de su grito.

—Aléjate de él..., aléjate... Scabbers, ven aquí...

Y entonces vieron a otras dos figuras que salían de la nada. Harry se vio a sí mismo y a Hermione siguiendo a Ron. Luego vio a Ron lanzándose en picado.

—¡Te he atrapado! Vete, gato asqueroso.

—¡Ahí está Sirius! —dijo Harry. El perrazo había surgido de las raíces del sauce.

Lo vieron derribar a Harry y sujetar a Ron—. Desde aquí parece incluso más horrible,

¿verdad? —añadió mientras el perro arrastraba a Ron hasta meterlo entre las raíces—.

¡Eh, mira! El árbol acaba de pegarme. Y también a ti. ¡Qué situación más rara!

El sauce boxeador crujía y largaba puñetazos con sus ramas más bajas. Podían verse a sí mismos corriendo de un lado para otro en su intento de alcanzar el tronco. Y

de repente el árbol se quedó quieto.

Crookshanks ya ha apretado el nudo —explicó Hermione.

—Allá vamos... —murmuró Harry—. Ya hemos entrado.

En cuanto desaparecieron, el árbol volvió a agitarse. Unos segundos después, oyeron pasos cercanos. Dumbledore, Macnair, Fudge y el anciano de la Comisión se dirigían al castillo.

—¡En cuanto bajamos por el pasadizo! —dijo Hermione—. ¡Ojalá Dumbledore hubiera venido con nosotros...!

—Macnair y Fudge habrían venido también —dijo Harry con tristeza—. Te apuesto lo que quieras a que Fudge habría ordenado a Macnair que matara a Sirius allí mismo.

Vieron a los cuatro hombres subir por la escalera de entrada del castillo y perderse de vista. Durante unos minutos el lugar quedó vacío. Luego...

—¡Aquí viene Lupin! —dijo Harry al ver a otra persona que bajaba la escalera y se dirigía corriendo hacia el sauce. Harry miró al cielo. Las nubes ocultaban la luna.

Vieron que Lupin cogía del suelo una rama rota y apretaba con ella el nudo del tronco. El árbol dejó de dar golpes y también Lupin desapareció por el hueco que había entre las raíces.

—¡Ojalá hubiera cogido la capa! —dijo Harry—. Está ahí... —Se volvió a Hermione—. Si saliera ahora corriendo y me la llevara, no la podría coger Snape.

—¡Harry, no nos deben ver!

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Денис Ратманов

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