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—Eso supone unos sesenta segundos —dijo Harry. Les empezaba a parecer irrealizable.

En ese momento oyeron romperse una pieza de porcelana.

—Ya se le ha caído a Hagrid la jarra de leche —dijo Hermione—. Dentro de un momento encontraré a Scabbers.

Efectivamente, minutos después oyeron el chillido de sorpresa de Hermione.

—Hermione —dijo Harry de repente—, ¿y si entráramos en la cabaña y nos apoderásemos de Pettigrew?

—¡No! —exclamó Hermione con temor—. ¿No lo entiendes? ¡Estamos rompiendo una de las leyes más importantes de la brujería! ¡Nadie puede cambiar lo ocurrido, nadie! Ya has oído a Dumbledore... Si nos ven...

—Sólo nos verían Hagrid y nosotros mismos.

—Harry, ¿qué crees que pasaría si te vieras a ti mismo entrando en la cabaña de Hagrid? —dijo Hermione.

—Creería... creería que me había vuelto loco —dijo Harry—. O que había magia oscura por medio.

—Exactamente. No lo comprenderías. Incluso puede que te atacaras a ti mismo. La profesora McGonagall me dijo que han sucedido cosas terribles cuando los brujos se han inmiscuido con el tiempo. ¡Muchos terminaron matando por error su propio yo, pasado o futuro!

—Vale —dijo Harry—, sólo era una idea. Yo pensaba nada más que...

Pero Hermione le dio un codazo y señaló hacia el castillo. Harry movió la cabeza unos centímetros para tener una visión más clara de la puerta central. Dumbledore, Fudge, el anciano de la comisión y Macnair, el verdugo, bajaban los escalones.

—¡Estamos a punto de salir! —dijo Hermione en voz baja.

Efectivamente, un momento después se abrió la puerta trasera de la cabaña de Hagrid y Harry se vio a sí mismo con Ron y con Hermione saliendo por ella con Hagrid. Sin duda era la situación más rara en que se había visto, permanecer detrás del árbol y verse a sí mismo en el huerto de las calabazas.

—No temas, Buckbeak —dijo Hagrid—. No temas. —Se volvió hacia los tres amigos—. Venga, marchaos.

—Hagrid, no podemos... Les diremos lo que de verdad sucedió.

—No pueden matarlo...

—¡Marchaos! Ya es bastante horrible y sólo faltaría que además os metierais en un lío.

Harry vio a Hermione echando la capa invisible sobre los tres en el huerto de calabazas.

—Marchaos, rápido. No escuchéis.

Llamaron a la puerta principal de la cabaña de Hagrid. El grupo de la ejecución había llegado. Hagrid dio media vuelta y se metió en la cabaña, dejando entreabierta la puerta de atrás. Harry vio que la hierba se aplastaba a trechos alrededor de la cabaña y oyó alejarse tres pares de pies. Él, Ron y Hermione se habían marchado, pero el Harry y la Hermione que se ocultaban entre los árboles podían ahora escuchar por la puerta trasera lo que sucedía dentro de la cabaña.

—¿Dónde está la bestia? —preguntó la voz fría de Macnair.

—Fu... fuera contestó Hagrid.

Harry escondió la cabeza cuando Macnair apareció en la ventana de Hagrid para mirar a Buckbeak. Luego oyó a Fudge.

—Tenemos que leer la sentencia, Hagrid. Lo haré rápido. Y luego tú y Macnair tendréis que firmar. Macnair, tú también debes escuchar. Es el procedimiento.

El rostro de Macnair desapareció de la ventana. Tendría que ser en ese momento o nunca.

—Espera aquí —susurró Harry a Hermione—. Yo lo haré.

Mientras Fudge volvía a hablar; Harry salió disparado de detrás del árbol, saltó la valla del huerto de calabazas y se acercó a Buckbeak.

—«La Comisión para las Criaturas Peligrosas ha decidido que el hipogrifo Buckbeak, en adelante el condenado, sea ejecutado el día seis de junio a la puesta del sol...»

Guardándose de parpadear; Harry volvió a mirar fijamente los feroces ojos naranja de Buckbeak e inclinó la cabeza. Buckbeak dobló las escamosas rodillas y volvió a enderezarse. Harry soltó la cuerda que ataba a Buckbeak a la valla.

—«... sentenciado a muerte por decapitación, que será llevada a cabo por el verdugo nombrado por la Comisión, Walden Macnair...»

—Vamos, Buckbeak —murmuró Harry—, ven, vamos a salvarte. Sin hacer ruido, sin hacer ruido...

—«... por los abajo firmantes.» Firma aquí, Hagrid.

Harry tiró de la cuerda con todas sus fuerzas, pero Buckbeak había clavado en el suelo las patas delanteras.

—Bueno, acabemos ya —dijo la voz atiplada del anciano de la Comisión en el interior de la cabaña de Hagrid—. Hagrid, tal vez fuera mejor que te quedaras aquí dentro.

—No, quiero estar con él... No quiero que esté solo.

Se oyeron pasos dentro de la cabaña.

—Muévete, Buckbeak —susurró Harry

Harry tiró de la cuerda con más fuerza. El hipogrifo echó a andar agitando un poco las alas con talante irritado. Aún se hallaban a tres metros del bosque y se les podía ver perfectamente desde la puerta trasera de la cabaña de Hagrid.

—Un momento, Macnair; por favor —dijo la voz de Dumbledore—. Usted también tiene que firmar. —Los pasos se detuvieron. Buckbeak dio un picotazo al aire y anduvo algo más aprisa.

La cara pálida de Hermione asomaba por detrás de un árbol.

—¡Harry; date prisa! —dijo.

Harry aún oía la voz de Dumbledore en la cabaña. Dio otro tirón a la cuerda.

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Денис Ратманов

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