En ese momento Reiter recordó que tenía que jurar que nunca la olvidaría y sintió una enorme pena. Por un momento le costó respirar y luego sintió que las palabras se le atoraban en la garganta. Decidió que juraría por los aztecas, ya que las tormentas no le gustaban.
– Te lo juro por los aztecas -dijo-, nunca te olvidaré.
– Gracias -dijo la muchacha y siguieron paseando.
Al cabo de un rato, aunque ya sin interés, Reiter le preguntó la dirección de Halder.
– Vive en París -dijo la muchacha con un suspiro-, la dirección no la sé.
– Ah -dijo Reiter.
– Es normal que viva en París -dijo la muchacha.
Reiter pensó que tal vez tenía razón y que lo más normal del mundo era que Halder se hubiese mudado a París. Cuando empezó a anochecer Reiter acompañó a la muchacha hasta la puerta de su casa y luego se fue corriendo hacia la estación.
El ataque a la Unión Soviética empezó el día 22 de junio de 1941. La división 79 estaba encuadrada en el 11 Ejército alemán y pocos días después las vanguardias de la división cruzaron el río Prut y entraron en combate, hombro con hombro, con los cuerpos de ejército rumanos, que se mostraron mucho más animosos de lo que los alemanes esperaban. El avance, sin embargo, no fue tan rápido como el que experimentaron las unidades del Grupo de Ejército Sur, compuesto por el 6 Ejército, el 17 Ejército y el entonces así llamado 1.o Grupo pánzer, que con el correr de la guerra cambiaría su denominación, junto con el 2.o Grupo pánzer y el 3.o Grupo pánzer y el 4.o Grupo pánzer, por la más intimidante de Ejército pánzer. Los medios materiales y humanos del 11 Ejército eran, como cabe deducir, infinitamente menores, sin contar con la orografía de la región y la escasez de carreteras. El ataque, además, no contó con el factor sorpresa que había favorecido al Grupo de Ejército Sur, Centro y Norte. Pero la división de Reiter dio de sí lo que de ella esperaban sus mandos y cruzaron el Prut y combatieron y luego siguieron combatiendo por las llanuras y las colinas de Besarabia y luego cruzaron el Dniester y llegaron a los arrabales de Odessa y luego avanzaron, mientras los rumanos se detenían, y combatieron con tropas rusas en retirada y luego cruzaron el río Bug y siguieron avanzando, dejando tras de sí una estela de aldeas ucranianas incendiadas y graneros incendiados y bosques que de pronto echaban a arder, como por efecto de una combustión misteriosa, bosques que parecían islas oscuras en medio de interminables campos de trigo.
¿Quién prende fuego a esos bosques?, le preguntaba a veces Reiter a Wilke y Wilke se encogía de hombros y lo mismo hacían Neitzke y Kruse y el sargento Lemke, agotados de tanto caminar, pues la división 79 era una división hipomóvil, es decir una división que se movía por tracción animal, y allí los únicos animales eran las mulas y los soldados, y las mulas servían para arrastrar el material pesado y los soldados servían para caminar y combatir, como si la guerra relámpago jamás hubiera asomado su ojo blanco en el organigrama de la división, como en los tiempos napoleónicos, decía Wilke, marchas y contramarchas y marchas forzadas, más bien siempre marchas forzadas, decía Wilke, y luego decía, sin levantarse del suelo, como el resto de sus compañeros, no sé quién demonios incendia los bosques, nosotros seguro que no hemos sido, ¿verdad, muchachos?, y Neitzke decía no, nosotros no, y Kruse y Barz decían lo mismo, y hasta el sargento Lemke decía que no, nosotros hemos quemado esa aldea de allá o hemos bombardeado esa aldea de la izquierda o de la derecha, pero el bosque no, y sus hombres asentían y nadie decía una palabra más, sólo se quedaban mirando el fuego del bosque, cómo el fuego iba convirtiendo la isla oscura en isla roja anaranjada, tal vez ha sido el batallón del capitán Ladenthin, decía uno, ellos venían por allí, han debido encontrar resistencia en el bosque, tal vez ha sido la compañía de zapadores, decía otro, pero la verdad es que no habían visto nada, ni soldados alemanes en los alrededores ni soldados soviéticos resistiendo en ese sector, sólo el bosque negro en medio de un mar amarillo y bajo un cielo celeste brillante, y de pronto, sin previo aviso, como si estuvieran en un gran teatro de trigo y el bosque fuera el escenario y el proscenio de ese teatro circular, el fuego que lo devoraba todo y que era hermoso.
Después de cruzar el Bug la división cruzó el Dniéper y penetró en la península de Crimea. Reiter combatió en Perekop y en varias aldeas cercanas a Perekop cuyo nombre nunca supo pero por cuyas calles de tierra anduvo, apartando cadáveres, ordenando a los viejos, a las mujeres y a los niños que entraran en sus casas y no salieran. A veces se sentía mareado. A veces notaba que al levantarse bruscamente la visión se le nublaba, se le volvía negra, llena de puntitos granulados semejantes a una lluvia de meteoritos. Pero los meteoritos se movían de una manera muy extraña. O no se movían. Eran meteoritos inmóviles.