Читаем Un Puerto Seguro полностью

Pero no le contó cómo había aprendido. Sabía que su madre habría desaprobado que durante su solitario paseo por la playa entablara conversación con un desconocido, aunque este le enseñara a dibujar mejor y fuera inofensivo. Su madre se mostraba muy estricta con la regla de que Pip no hablara con desconocidos. Sabía bien lo guapa que era, aun cuando Pip no fuera en absoluto consciente de ello por el momento.

– No me lo puedo imaginar posando quieto para el retrato -comentó Ophélie con una sonrisa y expresión divertida.

Cuando sonreía se apreciaba con facilidad lo hermosa que era cuando era feliz. Era bellísima, con facciones delicadamente cinceladas, dentadura perfecta, sonrisa encantadora y ojos que chispeaban cuando reía. Pero desde octubre apenas reía. Por las noches, cada una absorta en su universo particular, apenas se hablaban. Pese al amor que profesaba a su hija, Ophélie se había quedado sin temas de conversación. Representaba demasiado esfuerzo y no podía afrontarlo. Todo le resultaba excesivo últimamente, a veces incluso respirar, por no mencionar sostener una conversación. Se limitaba a retirarse a su habitación noche tras noche para tumbarse sobre la cama en la oscuridad. Pip se encerraba en su propia habitación y si quería compañía se llevaba al perro, su compañero inseparable.

– Te he traído unas conchas -anunció Pip al tiempo que sacaba dos piezas muy bonitas del bolsillo del jersey y se las entregaba a su madre-. También he encontrado un erizo, pero estaba roto.

– Casi siempre están rotos -comentó Ophélie con las conchas en la mano.

Juntas se dirigieron hacia la casa. Había olvidado besar a Pip, pero la niña estaba acostumbrada. Era como si cualquier contacto humano y físico fuera demasiado doloroso para ella. Ophélie se había parapetado tras una coraza de protección, y la madre a la que Pip conocía desde hacía once años se había esfumado. La mujer que ocupaba su lugar, aunque de aspecto idéntico, era en realidad frágil, quebradiza. Alguien había raptado a Ophélie en plena noche para sustituirla por una autómata. Hablaba igual, olía igual, tenía el mismo aspecto, nada en ella era visiblemente distinto, pero todo había cambiado. Los engranajes y mecanismos internos eran inexorablemente otros, y ambas lo sabían. A Pip no le quedaba más remedio que aceptarlo, y lo cierto era que lo aceptaba con dignidad.

Para una niña de su edad, Pip había madurado mucho en los últimos nueve meses y era más adulta que la mayoría de sus coetáneas. Asimismo, había desarrollado una notable intuición respecto a las personas, sobre todo su madre.

– ¿Tienes hambre?-preguntó Ophélie con aire preocupado.

Preparar la cena se había convertido en una ordalía odiosa, un ritual que detestaba, y comer constituía un suplicio aún mayor. Nunca tenía hambre, hacía meses que había perdido el apetito. Las dos habían adelgazado tras pasar nueve meses viéndose incapaces de ingerir los platos que preparaba Ophélie.

– Todavía no. ¿Quieres que prepare una pizza? -se ofreció Pip.

Era uno de los platos que ambas se dedicaban a no comer, aunque Ophélie no parecía ser consciente de que Pip ya apenas probaba bocado.

– Quizá -repuso en tono vago-. Si quieres preparo algo yo.

Llevaban cuatro noches cenando pizza. Tenían montones de ellas en el congelador, pero, a decir verdad, cualquier otro plato representaba demasiado esfuerzo para tan escasos resultados. Si de todos modos no comían, al menos la pizza era fácil de preparar.

– La verdad es que no tengo hambre -musitó Pip en tono igual de vago.

Sostenían la misma conversación cada noche. A veces, a pesar de ello, Ophélie asaba un pollo y preparaba una ensalada, pero tampoco entonces comían porque representaba demasiado esfuerzo. Pip sobrevivía a base de mantequilla de cacahuete y pizza. Por su parte, Ophélie apenas comía y se le notaba.

Ophélie fue a echarse a su habitación. Pip fue a su cuarto y apoyó el retrato de Mousse contra el pie de la lámpara de la mesilla de noche. El papel era lo bastante rígido para sostenerse erguido, y mientras contemplaba el dibujo, Pip pensó en Matthew. Tenía muchas ganas de volver a verlo el jueves. Le caía bien, y el dibujo había mejorado mucho con los cambios que había hecho en las patas traseras. Mousse parecía un perro de verdad, no un cruce entre perro y conejo, como los retratos que Pip había dibujado de él hasta entonces. A todas luces, Matthew tenía talento.

Había anochecido cuando Pip entró por fin en la habitación de su madre. Tenía intención de ofrecerse para preparar la cena, pero Ophélie se había dormido. Estaba tan quieta que por un instante Pip se inquietó, pero al acercarse comprobó que respiraba. La cubrió con la manta doblada al pie de la cama. Su madre siempre tenía frío, ya fuera por el peso que había perdido o por la tristeza. En los últimos tiempos dormía mucho.

Перейти на страницу:

Похожие книги

Измена. Я от тебя ухожу
Измена. Я от тебя ухожу

- Милый! Наконец-то ты приехал! Эта старая кляча чуть не угробила нас с малышом!Я хотела в очередной раз возмутиться и потребовать, чтобы меня не называли старой, но застыла.К молоденькой блондинке, чья машина пострадала в небольшом ДТП по моей вине, размашистым шагом направлялся… мой муж.- Я всё улажу, моя девочка… Где она?Вцепившись в пальцы дочери, я ждала момента, когда блондинка укажет на меня. Муж повернулся резко, в глазах его вспыхнула злость, которая сразу сменилась оторопью.Я крепче сжала руку дочки и шепнула:- Уходим, Малинка… Бежим…Возвращаясь утром от врача, который ошарашил тем, что жду ребёнка, я совсем не ждала, что попаду в небольшую аварию. И уж полнейшим сюрпризом стал тот факт, что за рулём второй машины сидела… беременная любовница моего мужа.От автора: все дети в романе точно останутся живы :)

Полина Рей

Современные любовные романы / Романы про измену