-¿Lo ves Harry? ¿Ves el error en mi brillante plan ahora? Había caído en la trampa que yo mismo había previsto, la que me había dicho que podría evitar, que debía evitar.
-Yo no...
-Me importaba mucho tu felicidad –dijo Dumbledore simplemente- Me preocupé más por tu felicidad que por que supieras la verdad, más por la paz de tu mente que por mi plan, más por tu vida que por las vidas que se podrían perder si el plan fallaba. En otras palabras, actué exactamente como Voldemort lo espera de los locos que queremos actuar.
-¿Hay una defensa? Desafíe a alguien que te ha estado vigilando como yo (y te he vigilado más cerca de lo que podrías imaginar) no queriendo salvarte de más dolor del que ya habías sufrido.
¿Qué importaba si un número elevado de personas anónimas y desconocidas y criaturas eran sacrificadas en un vago futuro, si aquí y ahora tú estabas vivo, y bueno... y feliz? Nunca soñé que tendría a esa persona en mis manos.
-Entramos en tu tercer año. Vi de lejos como resistías y repelías a los dementores, como encontraste a Sirius, supiste lo que era y lo rescataste. ¿Iba yo a contarte entonces, justo cuando habías salvado a tu padrino de las garras del Ministerio? Pero ahora, a los 13 años, mis excusas se estaban acabando. Podrías ser joven, pero habías probado que eras excepcional. Mi conciencia estaba inquieta, Harry. Sabía que el momento llegaría pronto...
-Pero saliste del laberinto el año pasado, habiendo visto la muerte de Cedric Diggory, habiendo escapado de la muerte por tan poco... y no te lo dije, aunque sabía, ahora que Voldemort había regresado, que debía hacerlo pronto. Y ahora, esta noche, sé que has estado preparado mucho tiempo para el conocimiento del que te he tenido protegido durante tanto tiempo, porque has probado que debería haberte colocado la carga sobre ti antes de esto. Mi única defensa es esta: te he visto luchar bajo más cargas que cualquier estudiante que haya pasado alguna vez por este colegio y no pude permitirme añadirte otra, la más grande de todas.
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Harry esperó, pero Dumbledore no habló.
-Todavía no lo entiendo.
-Voldemort intentó matarte cuando eras un bebé a causa de una profecía hecha poco antes de tu nacimiento. Él sabía que la profecía había sido hecha, aunque no sabía su contenido completo. Resolvió matarte cuando eras pequeño, creyendo que estaba satisfaciendo los términos de la profecía. Descubrió, para su precio, que estaba equivocado, cuando la maldición que te hizo le fue devuelta. Y, por eso, desde que volvió a su cuerpo, y particularmente desde tu extraordinaria escapada de él el año pasado, él ha determinado escuchar la profecía entera. Esta es la arma que ha estado buscando tan asiduamente desde su retorno: el conocimiento de cómo destruirte.
El sol se había elevado completamente ahora: el despacho de Dumbledore estaba bañado en él. La caja de cristal donde estaba la espada de Godric Gryffindor estaba brillando blanca y opaca, los fragmentos de los instrumentos que Harry había tirado al suelo refulgían como gotas de lluvia, y detrás de él, Fawkes el polluelo hacía suaves sonidos chirriantes en su nido de cenizas.
-La profecía está rota –dijo Harry sin comprender- Estaba empujando a Neville hacia aquellos bancos en la – en la habitación donde estaba el pasadizo, y rasgué su túnica y cayó...
-La cosa que rompió fue simplemente el archivo de la profecía guardado por el Departamento de Misterios. Pero la profecía fue hecha a alguien, y esa persona tiene el poder de recordarla perfectamente.
-¿Quién la escuchó? –preguntó Harry, aunque creía saber ya la respuesta.
-Yo lo hice. –dijo Dumbledore- En una fría y húmeda noche hace 16 años, en una habitación encima del bar de la posada de la Cabeza de Cerdo. Había ido allí para ver a una solicitante del puesto de profesora de adivinación, aunque fue en contra de mi inclinación a permitir que la asignatura de adivinación continuase impartiéndose. La solicitante, sin embargo, era la tátara-tátara-nieta de una muy famosa vidente, y pensé que sería 841
de común educación verla. Quedé decepcionado. Me pareció que no había indicios de su talento. Se lo dije, cortésmente, espero, que yo no pensaba que fuese adecuada para el puesto. Me giré para irme.