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Hermione había dejado su puesto y ya estaba a mitad de camino hacia el escritorio del profesor cuando el resto de la clase se dio cuenta de que debían hacer lo mismo, y cuando Harry, Ron y Ernie regresaron a sus puestos, Hermione ya había vertido el contenido de su frasco en el caldero y estaba encendiendo un fuego debajo del caldero.

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‘Es una pena que el Príncipe no te pueda ayudar esta vez, Harry,’ dijo astutamente mientras se enderezaba. ‘Tienes que entender los principios involucrados esta vez. ¡No atajos ni trampas!’

Molesto, Harry destapó la poción que había tomado del escritorio de Slughorn, la cual era de un llamativo color rosa, vertió su contenido en el caldero y prendió un fuego bajo el caldero. Harry no tenía la menor idea de lo que debía hacer después. Le echó un vistazo a Ron, que estaba parado luciendo extraño y habiendo copiado todo lo que hizo Harry.

‘¿Estás seguro que el Príncipe no tiene más consejos?,’ murmuró Ron.

Harry sacó su preciada copia de ‘Fabricación de Pociones Avanzado’ y se dirigió al capítulo de los antídotos. Allí estaba la ‘Tercera ley de Golpalott’, escrita tal como Hermione la había recitado, pero no había ninguna nota con la escritura del Príncipe que explicara sobre qué se trataba la poción. Aparentemente el Príncipe, como Hermione, no había tenido ningún problema en entender el problema.

‘Nada,’ dijo Harry tristemente.

Hermione estaba moviendo su varita entusiastamente encima del caldero. Desdichadamente, ellos no podían copiarle el hechizo que estaba haciendo porque había mejorado tanto en los Encantamientos no verbales que no necesitaba decir el hechizo en voz alta. Ernie MacMillan, en cambio, estaba murmurando ‘Specialis revelio’ sobre su caldero, lo que sonaba impresionante, por lo que Harry y Ron se precipitaron a imitarlo.

A Harry le llevó solo cinco minutos perder su reputación como el Mejor fabricante de pociones en la clase, y ésta se estaba desmoronando justo frente a él. Slughorn había tomado algo de poción de su caldero en su vuelta a la mazmorra, preparado para exclamar el placer que le producía, como lo hacía siempre, en cambio, al olerla, retiró su nariz precipitadamente, tosiendo, ya que el olor a huevos podridos lo había abrumado. La expresión de Hermione no pudo haber sido más altiva, ella detestaba ser superada en cada una de las clases de Pociones. Ahora estaba decantando misteriosamente cada ingrediente por separado, a diferentes frascos de cristal. Para evitar ver esta escena irritante, más que para alguna otra cosa, Harry se giró hacia el libro del Príncipe Mestizo y volteó las páginas con una fuerza innecesaria.

Y allí estaba, garabateado justo frente a una lista de antídotos.

‘Solo es necesario introducir un bezoar en la garganta.’

Harry miró estas palabras un momento. ¿No había oído hablar antes de los bezoar? ¿No los había mencionado Snape en su primera clase de Pociones? ‘Piedra extraída del estómago de una cabra, que los protegerá de la mayoría de los venenos.’

No era una solución para el problema de Golpalott y si Snape hubiese sido Profesor, Harry nunca se habría atrevido a hacerlo, pero éste era un momento para tomar medidas desesperadas. Se apresuró hacia el armario de pociones y revolvió su interior, haciendo a un lado cuernos de unicornio y algas marinas secas, hasta que encontró muy al fondo, una cajita de cartas en la cual había sido garabateada la palabra ‘Bezoars’.

Abrió la caja justo cuando Slughorn anunció:

‘¡Les quedan dos minutos!’

Dentro de la caja había media docena de unos cafés arrugados que parecían más a riñones disecados que a verdaderas piedras. Harry tomó uno, puso la caja de vuelta en el armario y se apresuró a volver junto a su caldero.

‘¡Se acabó el tiempo!,’ dijo cordialmente Slughorn. ‘Bien, vamos a ver cómo lo han hecho. Blaise … ¿qué tienes para mí?’

Lentamente, Slughorn se paseó por la sala, examinando los variados antídotos. Nadie había finalizado la tarea, aunque Hermione estaba intentando llenar con algunos ingredientes más su botella antes de que Slughorn la alcanzara. Ron se había dado completamente por vencido y estaba meramente intentando evitar respirar por los humos putrefactos que emanaba su caldero. Harry estaba parando esperando, con el bezoar agarrado ligeramente en su mano sudorosa.

Slughorn finalmente alcanzó su mesa. Primero olfateó la poción de Ernie y luego la de Ron con una mueca en la cara.

No se detuvo en el caldero de Ron, sino que retrocedió rápidamente, haciendo un gesto de asco desdeñosamente.

‘Y tú, Harry,’ dijo luego–. ¿Qué tienes para mostrarme?’

Harry le mostró el contenido de su mano, con el bezoar en la palma.

Slughorn lo observó por unos segundos. Harry se preguntó por un momento si él se enojaría. Luego echó la cabeza y Easy PDF Copyright © 1998,2005 Visage Software

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Денис Ратманов

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