—¿Qué? —gritó Harry.
—Y eso es lo que dirás tú también, si no quieres tener problemas —soltó tío Vernon.
Harry permaneció sentado en su sitio, con la cara blanca de ira, mirando a tío Vernon, casi incapaz de creer lo que oía. Que tía Marge se presentase para pasar toda una semana era el peor regalo de cumpleaños que los Dursley le habían hecho nunca, incluido el par de calcetines viejos de tío Vernon.
—Bueno, Petunia —dijo tío Vernon, levantándose con dificultad—, me marcho a la estación. ¿Quieres venir; Dudders?
—No —respondió Dudley, que había vuelto a fijarse en la tele en cuanto tío Vernon acabó de reprender a Harry
—Duddy tiene que ponerse elegante para recibir a su tía —dijo tía Petunia alisando el espeso pelo rubio de Dudley—. Mamá le ha comprado una preciosa pajarita nueva.
Tío Vernon dio a Dudley una palmadita en su hombro porcino.
—Vuelvo enseguida —dijo, y salió de la cocina. Harry, que había quedado en una especie de trance causado por el terror; tuvo de repente una idea. Dejó la tostada, se puso de pie rápidamente y siguió a tío Vernon hasta la puerta.
Tío Vernon se ponía la chaqueta que usaba para conducir:
—No te voy a llevar —gruñó, volviéndose hacia Harry; que lo estaba mirando.
—Como si yo quisiera ir —repuso Harry—. Quiero pedirte algo. —Tío Vernon lo miró con suspicacia—. A los de tercero, en Hog... en mi colegio, a veces los dejan ir al pueblo.
—¿Y qué? —le soltó tío Vernon, cogiendo las llaves de un gancho que había junto a la puerta.
—Necesito que me firmes la autorización —dijo Harry apresuradamente.
—¿Y por qué habría de hacerlo? —preguntó tío Vernon con desdén.
—Bueno —repuso Harry, eligiendo cuidadosamente las palabras—, será difícil simular ante tía Marge que voy a ese Centro... ¿cómo se llamaba?
—¡Centro de Seguridad San Bruto para Delincuentes Juveniles Incurables!
—bramó tío Vernon.
Y a Harry le encantó percibir una nota de terror en la voz de tío Vernon.
—Ajá —dijo Harry mirando a tío Vernon a la cara, tranquilo—. Es demasiado largo para recordarlo. Tendré que decirlo de manera convincente, ¿no? ¿Qué pasaría si me equivocara?
—Te lo haría recordar a golpes —rugió tío Vernon, abalanzándose contra Harry con el puño en alto. Pero Harry no retrocedió.
—Eso no le hará olvidar a tía Marge lo que yo le haya dicho —dijo Harry en tono serio.
Tío Vernon se detuvo con el puño aún levantado y el rostro desagradablemente amoratado.
—Pero si firmas la autorización, te juro que recordaré el colegio al que se supone que voy, y que actuaré como un mug... como una persona normal, y todo eso.
Harry vio que tío Vernon meditaba lo que le acababa de decir; aunque enseñaba los dientes, y le palpitaba la vena de la sien.
—De acuerdo —atajó de manera brusca—, te vigilaré muy atentamente durante la estancia de Marge. Si al final te has sabido comportar y no has desmentido la historia, firmaré esa cochina autorización.
Dio media vuelta, abrió la puerta de la casa y la cerró con un golpe tan fuerte que se cayó uno de los cristales de arriba.
Harry no volvió a la cocina. Regresó por las escaleras a su habitación. Si tenía que obrar como un auténtico muggle, mejor empezar en aquel momento. Muy despacio y con tristeza, fue recogiendo todos los regalos y tarjetas de cumpleaños y los escondió debajo de la tabla suelta, junto con sus deberes. Se dirigió a la jaula de
Suspiró. Los despertó con un golpecito.
—
—No es culpa mía. No hay otra manera de que me permitan visitar Hogsmeade con Ron y Hermione.
Diez minutos más tarde,
Pero no tuvo mucho tiempo para entristecerse. Enseguida tía Petunia le empezó a gritar para que bajara y se preparase para recibir a la invitada.
—¡Péinate bien! —le dijo imperiosamente tía Petunia en cuanto llegó al vestíbulo.
Harry no entendía por qué tenía que aplastarse el pelo contra el cuero cabelludo. A tía Marge le encantaba criticarle, así que cuanto menos se arreglara, más contenta estaría ella.
Oyó crujir la gravilla bajo las ruedas del coche de tío Vernon. Luego, los golpes de las puertas del coche y pasos por el camino del jardín.
—¡Abre la puerta! —susurró tía Petunia a Harry
Harry abrió la puerta con un sentimiento de pesadumbre.
En el umbral de la puerta estaba tía Marge. Se parecía mucho a tío Vernon: era grande, robusta y tenía la cara colorada. Incluso tenía bigote, aunque no tan poblado como el de tío Vernon. En una mano llevaba una maleta enorme; y debajo de la otra se hallaba un perro viejo y con malas pulgas.