—Profesor —dijo Malfoy—, necesitaré ayuda para cortar las raíces de margarita, porque con el brazo así no puedo.
—Weasley, córtaselas tú —ordenó Snape sin levantar la vista.
Ron se puso rojo como un tomate.
—No le pasa nada a tu brazo —le dijo a Malfoy entre dientes.
Malfoy le dirigió una sonrisita desde el otro lado de la mesa.
—Ya has oído al profesor Snape, Weasley. Córtame las raíces.
Ron cogió el cuchillo, acercó las raíces de Malfoy y empezó a cortarlas mal, dejándolas todas de distintos tamaños.
—Profesor —dijo Malfoy, arrastrando las silabas—, Weasley está estropeando mis raíces, señor.
Snape fue hacia la mesa, aproximó la nariz ganchuda a las raíces y dirigió a Ron una sonrisa desagradable, por debajo de su largo y grasiento pelo negro.
—Dele a Malfoy sus raíces y quédese usted con las de él, Weasley.
—Pero señor...
Ron había pasado el último cuarto de hora cortando raíces en trozos exactamente iguales.
—Ahora mismo —ordenó Snape, con su voz más peligrosa.
Ron cedió a Malfoy sus propias raíces y volvió a empuñar el cuchillo.
—Profesor; necesitaré que me pelen este higo seco —dijo Malfoy, con voz impregnada de risa maliciosa.
—Potter, pela el higo seco de Malfoy —dijo Snape, echándole a Harry la mirada de odio que reservaba sólo para él.
Harry cogió el higo seco de Malfoy mientras Ron trataba de arreglar las raíces que ahora tenía que utilizar él. Harry peló el higo seco tan rápido como pudo, y se lo lanzó a Malfoy sin dirigirle una palabra. La sonrisa de Malfoy era más amplia que nunca.
—¿Habéis visto últimamente a vuestro amigo Hagrid? —les preguntó Malfoy en voz baja.
—A ti no te importa —dijo Ron entrecortadamente, sin levantar la vista.
—Me temo que no durará mucho como profesor —comentó Malfoy, haciendo como que le daba pena—. A mi padre no le ha hecho mucha gracia mi herida...
—Continúa hablando, Malfoy, y te haré una herida de verdad —le gruñó Ron.
—... Se ha quejado al Consejo Escolar y al ministro de Magia. Mi padre tiene mucha influencia, no sé si lo sabéis. Y una herida duradera como ésta... —Exhaló un suspiro prolongado pero fingido—. ¿Quién sabe si mi brazo volverá algún día a estar como antes?
—¿Así que por eso haces teatro? —dijo Harry, cortándole sin querer la cabeza a un ciempiés muerto, ya que la mano le temblaba de furia—. ¿Para ver si consigues que echen a Hagrid?
—Bueno —dijo Malfoy, bajando la voz hasta convertirla en un suspiro—, en parte sí, Potter. Pero hay otras ventajas. Weasley, córtame los ciempiés.
Unos calderos más allá, Neville afrontaba varios problemas. Solía perder el control en las clases de Pociones. Era la asignatura que peor se le daba y el miedo que le tenía al profesor Snape empeoraba las cosas. Su poción, que tenía que ser de un verde amarillo brillante, se había convertido en...
—¡Naranja, Longbottom! —exclamó Snape, levantando un poco con el cazo y vertiéndolo en el caldero, para que lo viera todo el mundo—. ¡Naranja! Dime, muchacho, ¿hay algo que pueda penetrar esa gruesa calavera que tienes ahí? ¿No me has oído decir muy claro que se necesitaba sólo un bazo de rata? ¿No he dejado muy claro que no había que echar más que unas gotas de jugo de sanguijuela? ¿Qué tengo que hacer para que comprendas, Longbottom?
Neville estaba colorado y temblaba. Parecía que se iba a echar a llorar.
—Por favor; profesor —dijo Hermione—, puedo ayudar a Neville a arreglarlo...
—No recuerdo haberle pedido que presuma, señorita Granger —dijo Snape fríamente, y Hermione se puso tan colorada como Neville—. Longbottom, al final de esta clase le daremos unas gotas de esta poción a tu sapo y veremos lo que ocurre. Quizá eso te anime a hacer las cosas correctamente.
Snape se alejó, dejando a Neville sin respiración, a causa del miedo.
—¡Ayúdame! —rogó a Hermione.
—¡Eh, Harry! —dijo Seamus Finnigan, inclinándose para cogerle prestada a Harry la balanza de bronce—. ¿Has oído?
—¿Dónde? —preguntaron con rapidez Harry y Ron. Al otro lado de la mesa, Malfoy levantó la vista para escuchar con atención.
—No muy lejos de aquí —dijo Seamus, que parecía emocionado—. Lo ha visto una muggle. Por supuesto, ella no entendía realmente. Los muggles piensan que es sólo un criminal común y corriente, ¿verdad? El caso es que telefoneó a la línea directa. Pero cuando llegaron los del Ministerio de Magia, ya se había ido.
—No muy lejos de aquí... —repitió Ron, mirando a Harry de forma elocuente. Dio media vuelta y sorprendió a Malfoy mirando.
—¿Qué, Malfoy? ¿Necesitas que te pele algo más?
Pero a Malfoy le brillaban los ojos de forma malvada y estaban fijos en Harry. Se inclinó sobre la mesa.
—¿Pensando en atrapar a Black tú solo, Potter?
—Exactamente —dijo Harry.
Los finos labios de Malfoy se curvaron en una sonrisa mezquina.
—Desde luego, yo ya habría hecho algo. No estaría en el cole como un chico bueno. Saldría a buscarlo.
—¿De qué hablas, Malfoy? —dijo Ron con brusquedad.
—¿No sabes, Potter...? —musitó Malfoy, casi cerrando sus ojos claros.
—¿Qué he de saber?