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No me dio buena espina. Me asusté. Me puse inmediatamente en camino hacia la casa de tus padres. Y cuando la vi destruida y sus cuerpos... me di cuenta de lo que Peter había hecho. Y de lo que había hecho yo.

Su voz se quebró. Se dio la vuelta.

—Es suficiente —dijo Lupin, con una nota de acero en la voz que Harry no le había oído nunca—. Hay un medio infalible de demostrar lo que verdaderamente sucedió. Ron, entrégame la rata.

—¿Qué va a hacer con ella si se la doy? —preguntó Ron con nerviosismo.

—Obligarla a transformarse —respondió Lupin—. Si de verdad es sólo una rata, no sufrirá ningún daño.

Ron dudó. Finalmente puso a Scabbers en las manos de Lupin. Scabbers se puso a chillar sin parar; retorciéndose y agitándose. Sus ojos diminutos y negros parecían salirse de las órbitas.

—¿Preparado, Sirius? —preguntó Lupin.

Black ya había recuperado la varita de Snape, que había caído en la cama. Se aproximó a Lupin y a la rata. Sus ojos húmedos parecían arder.

—¿A la vez? —preguntó en voz baja.

—Venga —respondió Lupin, sujetando a Scabbers con una mano y la varita con la otra—. A la de tres. ¡Una, dos y... TRES!

Un destello de luz azul y blanca salió de las dos varitas. Durante un momento Scabbers se quedó petrificada en el aire, torcida, en posición extraña. Ron gritó. La rata golpeó el suelo al caer. Hubo otro destello cegador y entonces...

Fue como ver la película acelerada del crecimiento de un árbol. Una cabeza brotó del suelo. Surgieron las piernas y los brazos. Al cabo de un instante, en el lugar de Scabbers se hallaba un hombre, encogido y retorciéndose las manos. Crookshanks bufaba y gruñía en la cama, con el pelo erizado.

Era un hombre muy bajito, apenas un poco más alto que Harry y Hermione. Tenía el pelo ralo y descolorido, con calva en la coronilla. Parecía encogido, como un gordo que hubiera adelgazado rápidamente. Su piel parecía roñosa, casi como la de Scabbers, y le quedaba algo de su anterior condición roedora en lo puntiagudo de la nariz y en los ojos pequeños y húmedos. Los miró a todos, respirando rápida y superficialmente.

Harry vio que sus ojos iban rápidamente hacia la puerta.

—Hola, Peter —dijo Lupin con voz amable, como si fuera normal que las ratas se convirtieran en antiguos compañeros de estudios—. Cuánto tiempo sin verte.

—Si... Sirius. Re... Remus —incluso la voz de Pettigrew era como de rata. Volvió a mirar a la puerta—. Amigos, queridos amigos...

Black levantó el brazo de la varita, pero Lupin lo sujetó por la muñeca y le echó una mirada de advertencia. Entonces se volvió a Pettigrew con voz ligera y despreocupada.

—Acabamos de tener una pequeña charla, Peter, sobre lo que sucedió la noche en que murieron Lily y James. Quizás te hayas perdido alguno de los detalles más interesantes mientras chillabas en la cama.

—Remus —dijo Pettigrew con voz entrecortada, y Harry vio gotas de sudor en su pálido rostro—, no lo creerás, ¿verdad? Intentó matarme a mí...

—Eso es lo que hemos oído —dijo Lupin más fríamente—. Me gustaría aclarar contigo un par de puntos, Peter; si fueras tan...

—¡Ha venido porque otra vez quiere matarme! —chilló Pettigrew señalando a Black, y Harry vio que utilizaba el dedo corazón porque le faltaba el índice—. ¡Mató a Lily y a James, y ahora quiere matarme a mí...! ¡Tienes que protegerme, Remus!

El rostro de Black semejaba más que nunca una calavera, mientras miraba a Peter Pettigrew con sus ojos insondables.

—Nadie intentará matarte antes de que aclaremos algunos puntos —dijo Lupin.

—¿Aclarar puntos? —chilló Pettigrew, mirando una vez más a su alrededor; hacia las ventanas cegadas y hacia la única puerta—. ¡Sabía que me perseguiría! ¡Sabía que volvería a buscarme! ¡He temido este momento durante doce años!

—¿Sabías que Sirius se escaparía de Azkaban cuando nadie lo había conseguido hasta ahora? —preguntó Lupin, frunciendo el entrecejo.

—¡Tiene poderes oscuros con los que los demás sólo podemos soñar! —chilló Pettigrew con voz aguda—. ¿Cómo, si no, iba a salir de allí? Supongo que El Que No Debe Nombrarse le enseñó algunos trucos.

Black comenzó a sacudirse con una risa triste y horrible que llenó la habitación.

—¿Que Voldemort me enseñó trucos? —dijo y Peter Pettigrew retrocedió como si Black acabara de blandir un látigo en su dirección—. ¿Qué te ocurre? ¿Te asustas al oír el nombre de tu antiguo amo? —preguntó Black—. No te culpo, Peter. Sus secuaces no están muy contentos de ti, ¿verdad?

—No sé... qué quieres decir, Sirius —murmuró Pettigrew, respirando más aprisa aún. Todo su rostro brillaba de sudor.

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Денис Ратманов

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